VIERNES 27 DE ABRIL DE 2012. Sweet And Tender Hooligans.
Amanecimos con un tiempo como muy de agradecer: sol tímido, nubes soportables, fina llovizna. El vulgar, aburridísimo y muy ascensoril tema del tiempo se convierte en trending topic en cuanto abandonas tu país, máxime cuando visitas tierras poco dadas a facilitarte gratis la Vitamina C. Amanecimos, decía, a una hora de lo más prudente y tercermundista, agradeciendo que nuestro «melting» con la cultura local no fuera más allá de desayunar las barbaridades continentales que desayunan ellos (en serio, judías con salchichas a las nueve de la mañana… ¿¿whaaat??) Desayunamos como si estuviéramos en King´s Landing (en la anterior entrega ya os dije que este viaje iba mucho de comer a base de bien) y cogimos fuerzas para encontrarnos con la simpatíquisima Jean Balio en el hall del hotel. Jean es guía turística de Visit Manchester, una empresa local tiene como fin facilitar las herramientas y los mejores profesionales para que los visitantes disfruten de la capital mancuniana al máximo y sacándole todo el partido posible. En su web se pueden ver las infinitas rutas que proponen para que cada uno le saque el jugo a Manchester como desee: desde las tipícas rutas guiri que te muestran los highlights históricos de la ciudad hasta rutas gastronómicas, pasando por una futbolística de lo más original (y de la que os hablaré más adelante). Jean fue una excelente y amabilísima guía que cumplió al cien por cien su cometido: darnos un distendido paseo por todo el centro de la capital (recordemos que el centro de Manchester, como capital «compacta» que es, se puede abordar en plan guiri-turista con soltura en una mañana). No sólo eso: en alguna que otra ocasión se saltó un poco el «planning» y nos recomendó alguna visita que no estaba en la ruta inicial.
Gracias a ello, entramos (gratis, esto es MUY importante) en The Chetham´s Library, una imponente biblioteca del siglo XVII perfectamente conservada en la que los libros de época se amontonaban en librerías sin fin y que, como anécdota, fue el centro de operaciones (filosóficas, se entiende) de Marx y Engels. Estuvimos sentados en la mismísima mesa en la que los filósofos le daban al tarro y, como buenos guiris que éramos, nos hicimos montones de fotos haciendo el canelo sobre las mismas maderas que vieron amanecer algunas de las teorías del pensamiento más importantes del Mundo Moderno. Tocamos algunos libros, respiramos mucho polvo (coj coj…), hicimos trillones de fotos y disfrutamos como enanos. Alguno se hubiera quedado para poder hojear uno por uno todos los volúmenes que allí se atesoraban… A la salida, gritábamos como nerds alocados diciendo que había sido una experiencia total (es que lo fue).
Con Jean también visitamos todo el centro comercial de la ciudad (servidora se excitó un poquito en la tienda de Mulberry, a la que volví por la tarde en nuestro rato libre para poder tocar alguno y planear cómo robarlo… aunque no lo hice, ¿eh?), que a simple vista es un claro ejemplo de lo bien que combina Manchester toda su tradición industrial (con su correspondiente estética y arqueologías) y una refulgente modernidad que intenta poner al día la ciudad para agradar y poder recibir cuantos más visitantes mejor. Visitamos el Ayuntamiento, el increíble The Royal Exchange Theatre (un curioso e imponente edificio administrativo que, desde 1976, alberga uno de los teatros más apreciados de la ciudad… Imprescindible comparar su fachada industrial y su interior de peli de Jeunet), y el Midland Hotel (famoso por ser el hotel en el que se conocieron Charles Stewart Rolls (de Rolls) y Frederick Henry Royce (de Royce, claro) y en el que hay un extraño fresco con la efígie de los dos magnates que dio pie a muchas bromas) entre otras muchísimas cosas. El tiempo pasó volando y pronto llegó la hora de comer. Nos despedimos cansados pero contentos de Jean y nos dispusimos a abordar el maravilloso menú de Australasia, uno de los restaurantes más fancy de la capital con un variado, completísimo y sugerente menú asiático (y altamente recomendable, claro).
Con el buche lleno y el ánimo encendido por el vino (bebimos y comimos, nunca os he mentido) nos enfrentamos a una de las tardes más FUERTES de nuestras vidas. Inicialmente, se esperaba que nuestros caminos se separaran: los moderniquis nos íbamos de compras y los periodistas serios tenían cita con John Consterdine, el Taxista. ¿Quién es John Consterdine, el Taxista? En cuanto lo supimos, decidimos apuntarnos a esta visita y dejar las compras para otro día. John es uno de los guías de Manchester Taxi Tours, pero no es un guía al uso: es taxista (claro). Esto quiere decir que la ruta te la hace en su taxi. No solo eso, John es un experto en el fútbol mancuniano (posiblemente el que más), y su ruta estaba centrada en esto: cómo vive una ciudad como Manchester el fútbol y tener dos equipos como el Manchester City y el Manchester United. Con él visitamos el campo del primero –Consterdine es, como casi todos los mancunianos que conocimos, hincha del City) y el Velodrómo en las afueras de la ciudad, en lo que es una imponente ciudad deportiva. El lunes siguiente se disputaba un derby entre los dos equipos y los nervios se podían sentir en el ambiente. Yo, sin ser futbolera ni nada de eso, me hice un poquito de pipi al ver el exterior del campo y el imponente águila que vigila su exterior (igual lo del águila es por algún recuerdo no mancuniano). Así que futboleros del mundo: si alguna vez pisáis Manchester, llamad a John Consterdine, el Taxista. Es un tío cojonudo, simpatíquisimo y con una cultura futbolera impresionante.
Pero John tenía todavía una sorpresa escondida bajo su gorra. No voy a explicar cómo, pero gracias a él acabamos en The Salford´s Lard Club. Los musicólogos que me lean sabrán qué es, pero para los que no lo sepan os digo que es el gimnasio en el que The Smiths se hicieron la fotografía del interior del libreto del discarral «The Queen Is Dead«. Caquita. Posi. Al margen de la anécdota morriseyana, el Salford´s Lad Club tiene detrás una interesantísima historia de ayuda social a los más jóvenes de la zona (nosotros conocimos la parte más glamurosa de Manchester, pero el barrio en el que estaba este viejuno gimnasio daba canguelo de verdad). Todos los componentes de los Smiths fueron socios, de ahí que quisieran hacerse allá la foto para dar a conocer al mundo el gimnasio. Bueno, todos menos Morrissey. Lo visitamos por dentro y flipamos con el altar más emotivo que existe dedicado a la banda mancuniana: una habitación entera forrada de post-its escritos por gente que ha peregrinado hasta el sitio, recuerdos, fotografías, recortes de periódico… Piel de pana. Hay que vivirlo, en serio.
Con la emoción en el cuerpo y el culo como la chapa de una botella de Coca-Cola enfilamos a The Ruby Lounge, un local en el que BBB Introducing promocionaba noches de música gratis. Vimos a We Are Willow (que nos gustaron) y luego a unos sucedáneos muy raros de My Chemical Romance que nos hicieron irnos por patas. Cenamos en Ning, un elegante restaurante malayo en el que, again, nos pusimos las botas y nos trataron de forma impecable (incluso nos dieron su contraseña de wi-fi, que a ellos les da mucho corte dar porque es «supermanpants«… Y, claro, es graciosa y fue motivo de sorna toda la noche). Como nos sentimos valientes y estábamos de subidón de todas las cosas que pasaron aquella tarde, nos tiramos a la noche mancuniana y salimos a descubrir el night-clubbing de la ciudad. Así, conocimos a unas españolas por el mundo muy majas (de Málaga y de Madrid) con las que acabamos en Mint o Smint o no recuerdo: un antro lleno de ingleses de dieciséis años en el que ponían una música horrorosa (y en UK ya es difícil) al que no queréis ir y que, eso sí, ayudó para provocarnos el KO encefálico que necesitábamos para dormir a pierna suelta.
(CONTINUARÁ…)
[Texto: Estela Cebrián] [Fotografías: Estela Cebrián + Raül de Tena]