Habrá quien se pregunte: ¿qué harán los modernos cuando se cansen del running… What’s next? Que conste que nosotros seguimos totalmente inmersos en el mundillo running y ni se nos pasa por la cabeza abandonarlo (¿habrá llegado a nuestras vidas para quedarse?); pero, si tenemos que elegir the next frontier, desde ya planteamos el rollo bici como principal candidato a ser hypeado en los próximos meses. Gran parte de la culpa de esta locura inminente la tienen las fixies, que ya llevan mucho tiempo congregando a toda una parroquia de fieles pero que están a tres, dos, uno de convertirse en algo bastante masivo. Tiempo al tiempo.
Cuando desde Le Coq Sportif y Moritz nos convocaron para una nueva locura, no dudamos ni un minuto en decir que sí. Así somos nosotros: nos dicen «¿quieres hacer el cabra?» y nuestra respuesta inmediata es «sólo si podemos hacerlo MUCHO«. La idea era sumarnos a las Barcelona Night Rides que ya llevan bastante tiempo reuniendo a muchos locos de la bici (no exclusivamente fixie) para realizar circuitos nocturnos a lo largo y ancho de la ciudad. El reto que se nos planteaba para el 3 de julio no era moco de pavo: nos congregaríamos en Barceloneta Bikes (organizadores de todo este sarao) para realizar un viaje de ida (10 kms) y vuelta (otros 10 kms) hasta el Donzella Beach Club de Badalona. Se nos prometió, sin embargo, que contaríamos con los ánimos y la compañía de uno de los grandes: Perico Delgado, brand ambassador de Le Coq Sportif que se mostró cachondo y muy dispuesto a compartir el viaje con todo aquel que le siguiera el ritmo.
La experiencia no podría haber sido más memorable… A un ritmo lentito, salimos de la Barceloneta, pasamos por el Port Olímpic, paseamos bordeando la playa hasta un Fórum que cruzamos a velocidad de crucero hasta cruzar el río y llegar al puerto de Badalona, circundar la fábrica de Anís del Mono (¡mítica!) y llegar, finalmente, a un Donzella Beach Club donde nos esperaban unos bocadillos y cervezas cortesía de Moritz. La vuelta, como cualquiera con dos dedos de frente puede imaginar, fue entre etílica y tronchantemente divertida. Si algunas horas antes nos habíamos muerto de envidia con las bicis de algunos de los locos de las fixies que se apuntaron a la experiencia, llegados a este punto el sentimiento de comunidad era tan tremendo que te daban ganas de firmar donde fuera para repetir cuanto antes mejor. Seguiremos informando.