Una vez «dentro», resulta que todavía estás en la zona militar, no en la fortaleza que se ve en la distancia (y que te recuerda, claro está, a los castillos medievales repletos de nazis del «Wolfenstein» original). Las nuevas directrices son más interesantes: apáñatelas para derribar al puñetero robot gigantesco que está tocándole las pelotas a tus compañeros. Te vas abriendo paso entre nazis, usas el mapa para ir descubriendo zonas secretas con objetos preciados y, finalmente, llegas hasta una especie de metralleta gigante a la que subes tras matar a un nazi de forma sigilosa (sí, también puedes matar de forma sigilosa, y la verdad es que mejor te vas acostumbrando, porque hasta ahora has ido como un elefante en una cacharrería y esto te sirve porque estás en el nivel de dificultad «niño con chupete», pero seguro que más adelante la cosa se va a poner al rojo vivo), montas en la metralleta y te cargas al robot gigantesco para que tus compañeros puedan acceder a la zona en la que estás.
Vale, ya estáis juntos y estáis justo a las puertas de la fortaleza, pero si crees que aquí se entra fácilmente lo llevas claro, chavalote. Para empezar, vas a tener que escalar por la pared hasta lo más alto de la torre de entrada para poder acceder al interior por una ventana, todo ello esquivando disparos de nazis y runas que caen desde las alturas. Dentro de la fortaleza, por cierto, lo más natural será que un escalofrío de placer recorra tu espina dorsal recordando los tiempos del primer «Wolfenstein«… El rollo de fortaleza medieval a medio derruir con estandartes nazis por aquí y por allá es entre nostálgico y malrollero, sobre todo cuando las hordas de soldados enemigos están repartidas de forma más que estratégica y, además, una vez te detectan, te ves en la necesidad de localizar dónde carajo tienen la radio de alerta, porque si no te cargas al tipo que la está manejando no dejan de aparecer soldados de la nada dispuestos a hacer picadillo contigo. Pero, bueno, da igual: puedes con esto y con lo que te echen (y, de hecho, empiezo a sentirme mal conmigo mismo por eso de estar jugando en el nivel de dificultad más bajo, pero mejor obviamos este tema).
Cuando por fin te reúnes con tus compañeros, lo hacéis en una especie de pasillo en forma de círculo y resulta que tienes una metralleta justo delante de ti. Dos y dos suman… ¡muchas muertes! Te subes a la metralleta y te cargas a todos los nazis que están haciéndole la vida imposible a tus amigos. Y, finalmente, sí, os reunís y, ¡zas! Todo se va al garete y os acaban aprisionando. La próxima vez que te despiertas, estás en una especie de incinerador de cuerpos, y la cosa va tan mal que acabais todos reducidos y amordazados mientras el General Calavera sopesa los cuerpos de tus amigos y decide que quiere quedarse con los brazos de uno de tus dos compañeros más amados. Le da igual uno u otro, así que te obliga a decidir, causando la muerte del que no has escogido y marchándose con su trofeo fresquito mientras os deja a los supervivientes con el incinerador activado para acabar también con vosotros. Por suerte, te lo montas para deshacerte de las mordazas, acabar con el guardia que se ha quedado en el lugar, sellar los tubos del incinerador y salir por la ventana justo en el momento en el que todo hace… ¡BOOM!
Corte a escenas cinemáticas: caes al agua con un tajo en la cabeza, sale el título del juego (¡Sí! ¡Todo esto sólo ha sido un aperitivo! ¡Un prólogo!) y, sin saber bien cómo, recuperan tu cuerpo en estado vegetal y te meten en una especie de asilo para locos regentado por una familia que parece maja. Los años pasan contigo en estado catatónico, sentado en una misma silla, viendo cómo de vez en cuando llegan algunos nazis para hacerse con pacientes y llevárselos a rastras… Hasta que, un buen día, los nazis se sobrepasan e inician una matanza: se cargan a todos los pacientes y a toda la familia menos a Anya, la enfermera que se portó mejor contigo. Y, justo en el momento en el que van a matarte, sales de tu estado catatónico, tus instintos asesinos vuelven a apoderarse de ti, te cargas al soldado y ¡estás de vuelta en el ajo! Este es el momento ideal para acabar la primera partida, claro está. Pero permitidme una pequeña licencia para explicar algo muy importante: si sigues adelante, así a grosso modo, tendrás que escapar del asilo, rescatar a Anya, esconderte en casa de la familia que le queda y allí se revelará la respuesta a una pregunta que he dejado anteriormente en el aire: estás en 1960 y has estado en estado catatónico desde la Segunda Guerra Mundial (año 1946, para ser más específicos). ¿Lo mejor de todo? Que los nazis ganaron aquella batalla y ahora son los amos y señores del mundo. ¿Cómo se te queda el cuerpo?
[dropcap]¿[/dropcap]QUÉ PASARÁ? En términos argumentales, está claro que todo lo vivido hasta aquí es sólo el preludio de la venganza de Blazkowicz, que tendrá que encontrar a lo que quede de la resistencia anti-nazi y, a partir de ahí, urdir la recuperación del mundo libre y el aniquilamiento de los jodidos nazis (todo bien cerquita de esa Anya que tarde o temprano acabará por arrimar la cebolleta). Pero los términos argumentales, aunque se prevén intensos y repletos de meandros emocionales y sorpresas mayúsculas, son sólo una parte de lo que pasará en «Wolfenstein: The New Order«: nos encontramos ante uno de los juegos más impresionantes gráficamente de la nueva generación. La ambientación es pluscuamperfecta, el diseño de sonido te mantiene en continua tensión, los mapas están creados con inteligencia… Puede que esta nueva entrega de la saga «Wolfenstein» no esté creando nada nuevo pero, señores y señores, está llevando lo que ya conocíamos hasta el nivel máximo de calidad que pudiera desear nadie con su sano juicio. De verdad: diversión de otro planeta.
DISPONIBLE EN… Xbox One (versión probada), Xbox 360, PS4, PS3 y PC.