¿Qué pasa cuando un jugador pésimo se echa una primera partida a «Wolfenstein: The New Order»? Puedes descubrirlo aquí… Y flipar con este juego, claro.
[dropcap]E[/dropcap]L JUEGO. Si no tuviste oportunidad de jugar al «Wolfenstein» original, la verdad es que te perdiste un buen pedazo de historia de los videojuegos. Supongo que los viejales que sí que lo jugamos en su momento no te damos ningún tipo de envidia, pero puedo asegurarte que toparte por vez primera con el concepto de FPS, como algo que no existía anteriormente en tu vida de jugón, es algo mucho más que chocante e inolvidable. Así que sí, tú eres joven, pero nosotros vivimos esta revolución en primera persona. De ahí que, desde que se supo de este relanzamiento de la saga bajo el título de «Wolfenstein: The New Order«, la mayor parte de los ancianos del lugar vimos cómo la disfunción eréctil desaparecía de nuestras vidas sin necesidad de tomar Viagra ni nada de eso. ¡Chute de burraquismo natural!
Pero no me dejéis que me embale. O, al menos, no todavía, porque sólo estamos empezando. Vamos primero a por los datos puros y duros y luego ya habrá tiempo para el desbarre. «Wolfenstein: The New Order» es un juego desarrollado por MachineGames y publicado por Bethesda (que ya se sabe que son como el Rey Midas de los videojuegos: todo lo que tocan se convierte en oro). Tras varios años de desarrollo y de espera por parte de los fans, la verdad es que la cosa pintaba más que bien: los primeros trailers mostraban un mundo fascinante que nada tenía que ver con el rollo ramplón de castillos y nazis pixelados de las primeras entregas. «Wolfenstein: The New Order» prometía un mundo nuevo de sofisticación y, sobre todo, algo que da bastante miedo: teniendo en cuenta las tendencias actuales del mundo de los videojuegos (ya se sabe: tomárselo todo a coña), lo más normal es que MachineGames hubieran optado por hacer de esta historia de un mundo en el que los nazis ganaron la Segunda Guerra Mundial algo así como un «GTA» poblado de soldados ridículos, pero por el contrario se lo han tomado muy en serio. Y sí, el resultado mola y da miedo a partes iguales.
[dropcap]P[/dropcap]RIMERA PARTIDA. Contrariando lo que he dicho en las líneas anteriores, «Wolfenstein: The New Order» se abre con un toque de genialidad humorística: para elegir el nivel de dificultad, debes seleccionar la cara del protagonista del juego en diferentes niveles de embrutecimiento (cubierto de sangre significa que las vas a pasar putas, chaval) o de aniñamiento (¿qué te parece decantarte por un nivel en el que el prota lleva chupete y hace pucheros?). Pero, señores y señoras, hasta aquí ha llegado el humor. Antes de seguir, sin embargo, permitidme un momento tipo confesionario: para mi primera partida, escogí el segundo nivel de dificultad… Pero resulta que me mataban todo el rato porque soy particularmente patata con los FPS, así que volví a empezar el juego con el chupete en la boca (después me daría cuenta de que puedes variar el nivel de dificultad en cualquier momento durante la partida, pero ya era demasiado tarde). Tened en cuenta, entonces, que este texto es algo así como un mix entre la primera partida (con muchas interrupciones por muerte absurda) y la segunda toma de contacto (donde todo empezó a ir como la seda, la verdad).
Pero sigamos hacia adelante. La cuestión es que el juego arranca contigo, B.J. Blazkowicz, en una avioneta militar rodeado de lo que parece el combate aéreo del siglo. Vas de copiloto y, de hecho, el piloto no tarda en encomendarte diferentes tareas simplonas para que, básicamente, aprendas los controles básicos: saltar, golpear, correr, deslizarte, moverte agachado… Básicamente haces tres chorradas: cortas el fuego de una tubería primero, luego sueltas los amarres de varios coches y fardos de la bodega del avión para así perder peso y volver a remontar el vuelo y, finalmente, te metes en la torre de disparo para disparar sin ton ni son (¿o acaso alguien en este punto del juego es tan crack como para atinar un solo disparo? ¿De verdad soy tan malo con los FPS?). De vuelta a la cabina del piloto, sin embargo, todo empieza a ir mal y, tras un choque, te toca saltar desde tu avión hacia otro avión cercano. Empezamos bien. Rollo trepidante. Ahí, desafiando a la muerte (y muriendo varias veces antes de pillarle el tranquillo a esto del «salto largo»).
Una vez en el otro avión, la cosa no mejora y te acabas estrellando como si no hubiera un mañana. Pero no te preocupes, que aquí no va a morir nadie (todavía). Cuando te despiertas, un perraco mecánico del infierno te está asediando. Por suerte, tú estás dentro del avión derribado y él está fuera. His loss. Así que recorres el avión en busca de una salida y, mira tú por dónde, puedes ir por debajo del agua hasta otro avión cercano. De esta forma, el perro del infierno no te ve, puedes subirte a la torreta de ataque y meterle varias balas entre ceja y ceja. Hasta aquí lo fácil porque, cuando sales del avión, tus colegas te dicen que ellos se quedan donde están, cubriéndote, porque tú eres el héroe aquí, pero que precisamente por eso tienes que correr sorteando las balas enemigas hasta infiltrarte en la fortaleza del General Calavera, que es a quien habéis venido a partirle el culo. ¿Qué vas a hacer? ¿Volverte a tu casa con el chupete en la boca? ¡No señor! ¡A correr entre balas se ha dicho!
Y, una vez dentro de la fortaleza, las cosas empiezan a ponerse más feas todavía… Suerte que encuentras un mapa y más o menos puedes empezar a aclararte en este caos absoluta. Ahora toca ir recorriendo las trincheras, cargándose a nazis híper-tecnificados, más perros robóticos y dejarte llevar un poco por la locura general que va causando una especie de robot gigantesco con cuatro patas que va caminando por encima de vuestras cabezas mientras lanza rayos láser a diestro y siniestro. Pero, espero, ¿en qué puto año estamos? ¿Esto no era la guerra entre nazis y aliados? ¿Por qué tienen los nazis perros del infierno que parecen salidos de una peli futurista del siglo XXXI? Venga, que no es el momento de hacerte preguntas metafísicas. Recibes órdenes: tienes que abandonar las trincheras para entrar en la fortaleza del General Calavera sea como sea, y un tu mapa hay dos opciones. Ambas implican grandes explosiones, granadas de manos y cadáveres volando por los aires, así que vas sobrado de diversión.