Nuestra primera partida a «LEGO: The Hobbit» acaba con una conclusión más que rotunda: si lo juegas, te lo vas a pasar como un enano. Literalmente.
[dropcap]E[/dropcap]L JUEGO. El punto de partida es sencillo pero despatarrante: una reinterpretación del universo de «El Hobbit» en versión LEGO. Eso sí, aquí se hacen necesarias varias puntualizaciones… Para empezar, hay que señalar que esto no es una reinterpretación de esas que puedes ver en YouTube como un espectador para echarte unas risas: «LEGO: The Hobbit» te permite meter tus manazas directamente en el universo de Tolkien construido a partir de piececitas de LEGO y sus icónicos muñequtitos. Vamos: que no te vas a limitar a mirar, sino que vas a vivir esta locura en primera persona. La segunda advertencia hila más fino todavía: Traveller’s Tale ha creado este juego no a partir de los libros originales de Tolkien, sino cogiendo como punto de partida las dos películas ya estrenadas de la trilogía cinematográfica de Peter Jackson. Puede parecer un movimiento extraño: ¿por qué hacer tal cosa con dos películas y no esperarse a la tercera? ¿Por qué no haber hecho un juego de la primera, otro de la segunda y un último de la tercera? ¿Habrá juego de la tercera parte de «El Hobbit«?
Demasiadas preguntas sin respuestas. Lo único que puedo hacer en este caso es marcarme una tercera advertencia, esta vez a modo mucho más personal: tengan ustedes en cuenta que quien firma este artículo no ha jugado nunca antes a ninguno de los otros juegos con los que LEGO ha revisitado universos tan dispares como los de la Marvel o los de «El Señor de los Anillos» (otra vez igual: a partir de las películas de Peter Jackson). Así que, sintiéndolo mucho, aquí no van a haber comparativas con los anteriores juegos de LEGO, sino una primera partida que es primeriza incluso en este universo de juegos. A partir de aquí, y con estas advertencias / disculpas ya expresadas en voz alta, permitidme que os explique qué ocurrió justo después de que presionara el botón de «play» en la pantalla de inicio de «LEGO: The Hobbit«.
[dropcap]P[/dropcap]RIMERA PARTIDA. «LEGO: The Hobbit» no se abre con grandes secuencias cinemáticas ni con larguísimas explicaciones narrativas destinadas a meterte en el argumento por la vía de la extenuación mental… Se agradece, por el contrario, que después de cuatro palabras de Gandalf (imposible no reconocer esa voz) y una panorámica a lo largo y ancho del reino de Erebor (ya sabes: el de los enanos que tienen síndrome de urraca y acumulan una cantidad de riquezas totalmente obscena), de pronto te veas directamente bajo la piel de Thorin. Lo normal sería pensar que toda la intro del film, esa en la que Gandalf explica a Bilbo la desgracia de Erebor, fuera en este juego una intro no jugable… Pero, no, aquí se juegan hasta las intros, chico. Así que, sin comerlo ni beberlo, te ves manejando a Thorin de un lado para el otro dentro del palacio de Erebor.
Pero, un momento, ¿por qué hay alguien que te sigue vayas donde vayas? De hecho, ¿el que te sigue no es ese viejo conocido que responde al nombre de Thrain? Pronto descubres que puedes alternar entre ambos personajes. Y, de hecho, no es que «puedas» alternar entre ellos: es que «debes» hacerlo si es que quieres avanzar a través del mapeado. No transcurren ni cuatro pasos antes de que llegues a una puerta cerrada bordeada por dos estatuas formadas por piezas de LEGO. Y aquí haces lo que haría cualquiera con dos dedos de frente: golpear las estatuas hasta destrozarlas. Esto, señores y señoras, es el principal modus operandi de «LEGO: The Hobbit«: cargarse todas las construcciones de tu entorno para ver si te dan dinero o algo más jugoso todavía. En este caso, te ofrecen algo muy jugoso: con las piezas que quedan desparramadas por el suelo puedes construir un cubo de LEGO que Thrain golpea con su arma (que es mucho más grande que la de Thorin) para accionar unos engranajes que, por fin, abren la puerta cerrada. Tan simple, tan difícil.
A partir de aquí, la dinámica es bien sencilla: tienes que ir abriéndote paso a través del palacio, cargándote cualquier figura de piezas LEGO que creas que puede darte moneditas y resolviendo diferentes puzzles que servirán para que aprendas a conjugar las habilidades de Thorin y Thrain. Aprenderás a lanzar piezas contra estatuas para distraer a los guardias, a accionar dos palancas diferentes una con cada personaje para abrir porticones, a moverte por túneles secretos por los que sólo caben los enanos… Y, sobre todo, a utilizar un yunke en el que construir objetos que te ayudarán a abrirte camino en tu aventura. Para construir objetos, sin embargo, va a ser necesario que vayas acumulando materiales en tu botín. ¿Materiales que se obtienen cómo? ¡Muy bien! Cargándote todo a tu paso y recolectando los materiales que queden por el suelo. En este caso, necesitas construir una llave para acceder a la mina, pero resulta que lo que te falta son lingotes de oro. Una vez te escurres por un túnel para enanos y accionas una palanca, la fundición en la que te encuentras deja de verter metal líquido hirviendo y, ¡tachán!, aparecen los lingotes que te acaban de salvar la vida.
¡A la mina que nos vamos! Justo al entrar en el nuevo espacio del mapa, sin embargo, te topas con un personaje encapuchado que te pide una flauta. Como si fuera lo más normal del mundo. Por suerte, esa flauta no queda demasiado lejos, y lo mejor de todo es que que, en cuanto le entregas lo que te pide, el encapuchado pasa a formar parte de tu entourage (bueno, pasa a formar parte de tu entourage después de marcarse unas melodías muy piesnegros). Esto podría ser un coñazo (¿quién quiere un encapuchado emo en su entourage?) si no fuera porque el nuevo personaje tiene un pico con el que puede extraer diferentes minerales de los yacimientos. Para ello, empleas un curioso sistema de puntería que te pide apretar el botón adecuado en el momento justo para extraer cuanto más mineral mejor. Y, como aquí todo va sobre ruedas, te acabas dando cuenta de que, en un punto de la mina, hay como una pequeña plataforma gris. Al lado tiene un yunke. Sospechoso, ¿verdad? No tardas en sumar dos (picos) y dos (minerales) para crear un objeto que desata un nuevo mini-juego: esta plataforma (es de suponer que te encontrarás muchas más en el juego) sirve para, de pronto, saltar a un juego en el que una construcción LEGO se va formando pieza a pieza y, de pronto, cuando falta una pieza vital, se abre una rueda con múltiples opciones entre las que tienes que elegir la correcta antes de que se te acabe el tiempo. Tengo que reconocer que a mi no se me acabó el tiempo, así que no sé qué ocurre si lo haces fatal: ¿sale de la pantalla Gandalf en versión LEGO y te arrea un bastonazo? ¿Aparece la niña de «The Ring«? Ni idea. La cuestión es que, pieza a pieza, construyes una especie de gancho que te permite descolgarte por la pared y seguir cavando hasta que, ¡tachán!, te encuentras con la Arkenstone.