«Flamenca» es el libro que inspiró a Rosalía en la composición de «El Mal Querer»… Y también es una novela caballeresca divertidísima y elocuente.
Hay ocasiones en las que te haces una idea de cómo ha de ser un libro a partir de lo que lees en prensa, de lo que te dicen tus colegas o incluso de la sinopsis de su contraportada. Los más aventureros incluso pueden hacer castillos en el aire con lo que ponga en la manga publicitaria que últimamente se ha convertido en un must editorial. En el caso de «Flamenca«, sin embargo, y por mucho que lo suyo sería hacerse pasar por erudito y afirmar que ya conocías la novela hace años, lo más probable es que te hayas hecho una idea de cómo ha de ser por culpa de Rosalía y su disco «El Mal Querer«.
Porque la artista nunca ocultó que esta novela era una de sus principales influencias en la composición del álbum… Y eso implica que cada uno se haga sus propias quimeras al respecto. Las mías, he de reconocerlo, eran un poco fuertes. Rozando lo intensito. De hecho, lo único que yo sabía es que Rosalía estaba profundamente fascinada por esta novela oscura y anónima de la Edad Media, así que mi cabecita loca empezó a elucubrar un argumento tremendo en el que una gitana cantaora de flamenco era encerrada por su maromo en casa y que este le obligaba a tener churumbeles y la esposaba a la cama y no le dejaba salir de casa y ella le cantaba nanas a sus críos y al final se empoderaba y salía de la situación tan buenamente como podía. Que no era muy buenamente. Pero, oye, es que estamos hablando de la Edad Media.
Pero ahora resulta que la editorial Roca ha publicado «Flamenca» en nuestro país… Y que no tiene absolutamente nada que ver con lo que yo me imaginaba. Porque resulta que el título de la novela no hace referencia a una cantaora gitana, sino a una flamenca geográfica. De las de Flandes, vamos. Y que eso cambio un poco todo el tinglado. De hecho, es que, más que una novela, este es un cantar de gesta en toda regla en el que un caballero se propone una aventura imposible: liberar a su amor de las garras de un marido celoso.
Pero, como estamos en el siglo XIII (que es cuando se escribió el libro), es necesario puntualizar algunas cosillas. Para empezar, resulta que la Flamenca del título (que, además de ser de Flandes, se llama Flamenca, obvio) se casa con Archambaut un poco a ciegas, sin conocerlo ni carnal ni de ninguna de las maneras, tal y como mandan los cánones de la época. Es un noble de alta cuna y un caballero afamado, y eso es suficiente para que ella intuya que debe ser el hombre de su vida y se le entregue por completo. También es cierto que Archambaut está locamente enamorado de su señora… Pero ahí está la clave de todo el meollo: la línea limítrofe que separa estar locamente enamorado a cometer una locura por amor.
En este caso, la locura son los celos que embargan al marido y que le llevan a encerrar a su esposa en una torre acompañada de dos doncellas. Solo le permite asistir a misa y a unos baños… Y esa será, entonces, la única rendija por la que Guillermo de Nevers tendrá que introducir su amor hacia Flamenca. Un amor que, como siguen mandando los cánones de la época, brota sin haberle visto ni la cara. Sin haber hablado con ella. Sin haberla tocado. Sin haber escuchado su voz. Pero así eran las cosas en aquel entonces y, sobre todo, así eran las cosas en las novelas caballerescas.
Lo interesante es que «Flamenca» es también un ejemplo de las novelas caballerescas en su acepción más juguetona y graciosa. De hecho, el cuerpo central del argumento se basa en los tejemanejes enrevesados que tienen que armar de un lado y de otro para que el amor de Guillermo y Flamenca fructiferen. Porque es cierto que este es un libro preñado de amor (de hecho, Amor es un personaje casi humanizado de la forma en la que los animales se humanizaban en Esopo y jugaban un papel en la trama) y que, por lo tanto, está repleto de elevados aforismos al respecto: «He oído decir, y sé que es verdad, que el exceso de ocio y de comodidades, más que cualquier otra cosa, inducen al amor«.
Pero también es un libro preñado de mal de amor, y ahí es donde «Flamenca» empieza a trenzarse con «El Mal Querer«. Lo hace, por ejemplo, cuando atiende a la aflicción en el corazón de sus personajes: «Del mal de amor uno no se recupera tan rápidamente como sucede con cualquier otro mal que sigue un proceso natural, ya que el mal de amor es tan desgarrador que provoca peores fiebre en un día o en una noche que cualquier otro mal en dieciocho. Y os diré por qué razón: el amor es un mal que se instala en el corazón y mantiene el alma encerrada y presa, sin un momento de reposo, y por más que piense en una cosa u otra, siempre va a parar al mismo sitio, y martiriza con la misma intensidad, de manera que no pasa una hora sin que uno lo siente. En cambio, las demás dolencias siempre permiten, tarde o temprano, algún momento de descanso«.
Y, sobre todo, es (o debería ser) un libro preñado de feminismo y empoderamiento, porque eso es lo que decía Rosalía al respecto, ¿no? En este punto, sin embargo, hay que recordar lo dicho más arriba: que «Flamenca» se escribió en el siglo XIII y que, por lo tanto, no le podemos pedir un discurso feminista de la tercera ola. Cierto es que hay un momento en el que Flamenca finalmente se empodera y decide agarrar el toro por los cuernos, sobre todo espoleada por el hecho de que la sociedad ve del todo normal que un marido maltrate de esta forma a su esposa: «No debo tener ninguna estima por los caballeros de mi país: durante dos años enteros he sufrido una cruel aflicción y nadie ha dado a entender que lo lamentaba. Y la gente de esta tierra, que veía cómo me enterraban viva, y me hacían languidecer dolorosamente, no se ha atrevido, ni ha querido ni se ha dignado a socorrerme. Si pretenden pasar por corteses, han actuado injustamente dejando morir a una pobre mujer extrajera como yo«.
El «problemilla» es que el empoderamiento de Flamenca pasa par darle las claves a Guillermo para que la salve. Algo que a día de hoy sería totalmente inadmisible pero que, pensado en el marco histórico del siglo XIII, no está nada mal. Sobre todo si, por el camino, y aquí viene lo más importante de todo, «Flamenca» nos entrega una buena ración de intrigas palaciegas, estrategias imposibles, amores cándidos y sexo a escondidas. Porque puede que «El Mal Querer» no fuera de esto, pero es que esto es tan divertido y elocuente que, en serio, ¿quién se acuerda de Rosalía? [Más información en la web de la editorial Roca]