Fillas de Cassandra no se duermen tras el éxito de su disco «ACRÓPOLE» y encaran nueva era con su espectáculo «Últimas Dionisíacas»… Es el momento perfecto para entrevistarlas.
“ACRÓPOLE” (Tremendo Audiovisual, 2023), el primer disco de Fillas de Cassandra, está a punto de cumplir un año. Desde entonces, la travesía personal y artística vivida por María Pérez y Sara Faro ha sido vertiginosa y tan sorprendente que ni ellas mismas se creen que hubieran llegado al momento en el que se encuentran en la actualidad, centradas en el estreno del espectáculo “Últimas Dionisíacas”, que se celebrará el 16 de febrero en el hall del Auditorio Mar de Vigo -su ciudad natal- y para el cual ya se han agotado las entradas disponibles. Todo un éxito que refleja el imparable ascenso de Fillas de Cassandra, convertidas en un auténtico fenómeno musical y sociológico en Galicia.
Concierto a concierto, dentro de una extensa gira que les ocupó todo el 2023 y que les llevó a toda clase de lugares y eventos ante un público cada vez más amplio y diverso, Sara y María confirmaron que la corriente de la nova música galega -en la que se cruzan tradición y modernidad- germinada hace unos años e impulsada por Tanxugueiras no es una moda pasajera, sino una ola asentada sobre un sólido sustrato que parte de sus artistas protagonistas y se prolonga a su audiencia de una manera simbiótica. El mejor ejemplo de esa relación es Fillas de Cassandra, que lograron transformar las leyendas en torno a heroínas de la mitología griega clásica que dan sentido a “ACRÓPOLE” en mensajes sobre la opresión machista sufrida por la mujer a lo largo de los siglos capaces de atravesar todo tipo de oídos, incluidos los masculinos.
Sin embargo, el alcance de “ACRÓPOLE” y el impacto de sus directos, caracterizados por su pasión, emoción y conexión con la audiencia, no provocaron que Fillas de Cassandra se durmieran en los laureles, ya que continuaron expandiendo su discurso y explorando otras vías de expresión con más canciones, como hicieron con “Tola” (una oda reguetonera a la autoafirmación y la autoestima femeninas) , “Tataravoa” (un homenaje a las raíces familiares) o “Canta Miña Sombra (Negra Sombra)” (revisión del poema de Rosalía de Castro y de la versión popularizada por Luz Casal). Y, al mismo tiempo, colaboraron con Mondra, ZETAK o Chungo Pastel, señal de que su estilo era flexible y permeable a distintas sonoridades. Ahí reside la gran virtud de Fillas de Cassandra, siempre dispuestas a evolucionar en estudio y en vivo, como demuestra “Últimas Dionisíacas”, según ellas mismas, “una invitación al festejo colectivo y catártico”.
En este show escénico y musical, María y Sara harán una relectura de las piezas más simbólicas de “ACRÓPOLE”, revisarán los sencillos posteriores y, como guinda, ofrecerán algunos temas inéditos que quizá se graben… o no. Porque la idea de partida de “Últimas Dionisíacas” se basa en el ‘aquí y ahora’, en el instante que solo se puede disfrutar en persona y guardar en la memoria (y en el corazón). Para materializar esa propuesta sobre las tablas, Fillas de Cassandra estarán acompañadas por Tania Caamaño y Marina Vidal, que les ayudarán a multiplicar los ecos del piano, el bombo legüero, las panderetas, el pandero, el violín y las armonías vocales frente a las bases electrónicas que definen el sonido del dúo vigués.
Inmersas de lleno en los ensayos de “Últimas Dionisíacas”, conversamos con Sara y María antes de que afronten con este espectáculo el cierre de una apoteósica etapa y el inicio de un nuevo capítulo en la fulgurante historia de Fillas de Cassandra.
Se va a cumplir un año del lanzamiento de «ACRÓPOLE»… Recuerdo el concierto de presentación en Vigo en la sala Mondo, donde dijisteis emocionadas que estabais cumpliendo un sueño que nunca habíais imaginado que pudiera hacerse realidad. (María) Sí, es surrealista… Para nosotras fue sorprendente ese momento, después de tocar en Vigo en la Kominsky, en la que cabía poca gente, a hacerlo al año siguiente en una sala del tamaño de la Mondo.
Y hay que sumar todo lo que os ha ido pasando durante los últimos meses. (María) Por supuesto, visto en perspectiva este año ha sido una auténtica locura.
Además, no debemos olvidar cómo nació vuestro proyecto, de una manera espontánea y muy particular. Como se dice del amor, ¿la vuestra fue una amistad a primera vista? (María) Sí, realmente lo fue, porque no nos conocíamos de antes. Llegó el día en que nos conocimos y no paramos de hablar, cantar y componer y nos dijimos «pues la cosa va bien».
Sin embargo, no es nada fácil que haya tanta química entre dos personas de inmediato y que la relación, sea cual sea, siga adelante. (María) Totalmente, fue como un amor ciego. Obviamente ahora hay más broncas que al principio, ahora ya no cedemos [risas], pero construir la amistad en paralelo al proyecto ha sido algo súper guay.
Repasando cómo empezó y avanzó vuestra trayectoria compartida, creo que no somos del todo conscientes de hasta qué punto las casualidades marcan nuestras vidas… (María) Esto tenía que pasar, tarde o temprano iba a pasar.
En resumen: no os conocíais, os juntasteis y las dos os pusisteis a trabajar rápidamente. Fue un proceso, por definirlo de alguna manera, inesperado. (Sara) María y yo no sabíamos quiénes éramos, nunca habíamos coincidido personalmente, aunque nos habían hablado la una de la otra. Se podría decir que era algo predestinado, pero cuando nos conocimos no sabíamos que éramos nosotras. O sea, más que una casualidad, nuestra unión fue una causalidad. Luego le pusimos ilusión, esfuerzo y voluntad al vernos una vez por semana y dos horas por la noche. En ese período fue cuando prácticamente compusimos todo el disco y luego salimos a la carretera.
Precisamente, tras la publicación de «ACRÓPOLE» empezasteis a dar conciertos sin parar a lo largo de 2023. Ese ritmo frenético fue la demostración de vuestra progresión hasta convertiros en un fenómeno en Galicia. (Sara) Hablar en esos términos nos parece una locura [risas]. Antes de publicar el disco habíamos estado un verano viajando con la furgoneta de María para actuar por los pueblos. (María) Íbamos a cada lugar, actuábamos, cenábamos y dormíamos allí. La gente hablaba a otras personas para que nos vieran y fue súper emocionante. El hecho de que luego nos profesionalizáramos y de contar con una persona que nos organizara los conciertos y que nos llevara nos hizo pensar «madre mía, qué lujo, qué pijas, ¿no?» [risas]. No tener que colocar un cable ni hacer nada de eso era surrealista para mí, cuando me había pasado toda la vida poniendo sillas para que el público se sentara… Ahora, llegamos y tocamos. Es lo único que tenemos que hacer y nos parece maravilloso.
Esa es la parte que la gente no ve y a la que también tuvisteis que acostumbraros. (María) Sí, pero para bien, claro. Con el trabajo artístico que requiere el proyecto, si ahora tuviera que llevar un piano en tren durante una hora para ensayar, no me daría la vida… Es una suerte tener la posibilidad de seguir profesionalizándonos en ese ámbito. (Sara) Fillas de Cassandra supone mucho más trabajo que hace dos años.
El efecto de vuestras canciones se ha apreciado perfectamente en los directos que habéis dado. Se notaba que el público, al escucharlas, se sentía muy identificado. (Sara) Fue algo asombroso porque lanzamos un álbum basado en la mitología griega actualizada, a pesar de que nació hace miles de años. Pero, así como nosotras conectamos con las experiencias de aquellas mujeres que se convirtieron en heroínas clásicas, mucha gente también lo hizo. A eso hay que sumarle nuestra forma de ser en vivo: nos perciben como cercanas porque, en realidad, somos así. A la mínima que podemos nos bajamos del escenario para bailar con la gente. Luego añadimos nuestra energía y la forma que tenemos de comunicarnos entre nosotras mismas y con el público, que se siente dentro de nuestros conciertos, como parte de lo que hacemos.
Un público, además, que es transversal e intergeneracional, que va más allá del género, de la condición, del origen… (María) Está guay. Por ejemplo, a nuestros conciertos han venido adolescentes con sus padres. No era el típico caso de decir “no quiero estar aquí con mi padre, qué vergüenza” [risas], porque a los padres también les gustaba nuestra música. Había personas de diferentes edades que se hicieron amigas y luego se juntaban ,y niños pequeños en primera fila súper atentos. O veíamos a nuestras abuelas o a personas mayores bailando con las manos en alto mientras sonaba un ritmo tecno de fondo. (Sara) Desde el escenario se ve un panorama interesante, una muestra diversa y heterogénea de la sociedad [risas].
Vuestro mensaje es explícitamente feminista y lo transmitís con un espíritu activista, pero también poético. Al mismo tiempo, invitáis a pensar y a bailar. Da la sensación de que vuestro trabajo es más necesario que nunca tal y como está la situación hoy en día. (Sara) Siempre pienso que, independientemente de la época en la que estemos, cada momento es el más importante para comunicar estas cosas. Espero que algún día ya no sea ese momento… Pero, viendo cómo está el panorama político en general y el retroceso que se ha producido a nivel social y en muchos aspectos, para nosotras uno de los grandes triunfos de Fillas de Cassandra es la transversalidad de nuestro discurso, que se puede escuchar en una manifestación feminista, en el campo de Balaídos o en un colegio religioso. De alguna manera, va quedando ese poso. Cantas un tema como «Tataravoa» pensando que no habla de nada pero realmente trata de todo el trabajo de nuestras antepasadas y de cómo hemos llegado hasta aquí gracias a ellas. (María) En ningún momento quisimos poner consignas sobre la mesa, simplemente contar nuestras historias desde nuestra perspectiva. Creo que la audiencia no lo siente como una imposición, sino como algo que puede cantar y que, a lo mejor, resuena en su cabeza.
De hecho, con vuestra música animáis a mujeres y hombres, a chicas y chicos, a profundizar en el feminismo, ahondar en su historia y comprenderlo en su totalidad. (María) Ahora no tanto, pero al principio nos llamó la atención que también hubiera hombres, adolescentes y de otras edades, que nos dijeran que se sentían identificados con nuestro proyecto. Dentro de un discurso feminista está muy chulo que ellos nos digan esto porque quiere decir que nuestras palabras no son consideradas un ataque, sino una manera de contar una historia en la que pueden sentirse como uno de sus personajes sin ser la parte mala.
Es decir, que el hombre no siempre es directamente un elemento negativo dentro de esas historias. Esa condición puede revertirse y verse de manera positiva. (María) Claro, eso es.
Resulta impactante comprobar cómo las leyendas de la mitología griega que inspiraron “ACRÓPOLE” sobre las mujeres del mundo antiguo permanecen intactas, aunque adaptadas, en el presente. (Sara) Son clásicos universales, independientemente del momento histórico en el que nos encontremos y, de alguna manera, siguen vigentes, pero deseamos que algún día dejen de estarlo. El proceso que hicimos cuando conocimos las historias de Cassandra, Dafne, Syrinx y de todas las mujeres que nombramos en el disco fue conectarlas con nuestras experiencias, obviamente, actualizadas. (María) Eso sí, no leemos el futuro como Cassandra. (Sara) Casi, pero no [risas].
En vuestro discurso también hay mucha carga política, lo que conlleva que haya una parte negativa en forma de ataques contra los pensamientos y las opiniones que expresáis en redes sociales. (Sara) Quizás seamos el grupo con menos hate que conocemos… Sí, ha habido anécdotas puntuales, como al final de un concierto, en el que un señor se nos acercó y nos dijo «ya sabéis que la guerra de Troya la inició una mujer». A lo sumo, podríamos ver como un fracaso propio no lograr que una persona así reflexione sobre esa cuestión y se quede solo en lo superficial de lo que estamos contando. Pero no recibimos tantas críticas contra el discurso en sí. La sensación es más bien positiva gracias a la gran cantidad de hombres y de mujeres que nos escuchan. Incluso nos contratan en lugares donde quizás no están de acuerdo ideológicamente con nosotras.
Leyendo algunas de las abruptas respuestas a vuestros mensajes, me vino a la cabeza el paralelismo con el caso de Tanxugueiras por su defensa de la mujer, la lengua y la identidad gallegas. (María) Creo que les tocó comérselo todo… En ese sentido, lo que recibimos no lo consideramos crítica en ningún momento, por eso decimos que no es hate. Ahí se puede meter esa comparación, tanto para bien como para mal, que a veces se hace entre nosotras y Tanxugueiras. Pero no lo tomamos como una crítica porque para nosotras ellas son referentes. Si a alguien le gusta más nuestro proyecto, genial. Si resulta que es menos, también lo entiendo porque me encantan Tanxugueiras.
Por otro lado, hubo un momento en el que reconocisteis que sois neohablantes de gallego. ¿Esa confesión os condicionó de alguna manera o fue tomada de forma natural? (María) Mucha gente agradeció que lo hubiésemos dicho. A mí, por ejemplo, me da mucha vergüenza -y se lo decía a Sara estos días- el trauma que tengo con el uso de los pronombres. Todavía hay errores que cometemos, pero los contamos precisamente para que la gente que está empezando a hablar gallego siga haciéndolo y sepa que así se puede componer música y que es posible integrar el gallego en su vida. (Sara) Tampoco hace falta ser una erudita de la lengua.
Lo que comentáis se relaciona con lo que está pasando en Galicia. Hay un deseo y una necesidad crecientes de escuchar nuevos sonidos y nueva música planteada desde las raíces propias y cantada en nuestro idioma. (María) La gente siente que es algo suyo y que existe la opción de ir a conciertos de música en gallego con artistas que cantan en gallego. Tiene la sensación de que le es familiar, de que pertenece a algo que le es cercano. Galicia no es tan grande y así se crea una comunidad. (Sara) En este momento, esa dinámica nos ayuda a sentirnos más cerca de nuestra identidad como pueblo, a sentir que pertenecemos a algo que viene del pasado y que tiene que ver con la música tradicional y nos hace arraigarnos a lo que sentimos que es nuestro en un mundo cada vez más globalizado.
Muchos artistas autóctonos, especialmente los más recientes, no temen ni rechazan el uso del gallego como lengua compositiva. (María) Esto es cíclico, ya pasó en otra época, y ahora vuelve a pasar. Puedes hablar en gallego de todo, del amor o de lo que has comido hoy. No necesariamente tienes que reivindicarlo, sino que es algo absolutamente normal.
Formáis parte de una corriente que está renovando las tradiciones musicales en toda España y, especialmente con mucha fuerza, en Galicia. ¿Cómo os veis dentro de esta nueva ola musical? (María) Acabamos de sacar un tema hace unas semanas con ZETAK [titulado «ANGULEELE«], a medio camino entre Navarra y el País Vasco, que cantan en euskera y además mezclan elementos de su tradición. Si pudiéramos hacer lo mismo con otras personas como Marala u otros grupos similares, sería genial para ver cómo nos conectaríamos todas. (Sara) Recibimos peticiones de medios de comunicación a nivel nacional porque hay un interés, se están dando cuenta de que hay un fenómeno en ebullición en las naciones históricas, como Euskadi, Catalunya o Galicia. Y en Andalucía también, estoy pensando en La Plazuela. (María) Pero esta corriente no tiene que ver solo con la lengua, sino con las raíces de cada sitio. (Sara) Y los elementos tradicionales de cada lugar se pueden conectar entre sí.
¿Cómo conjugáis y enfocáis esa combinación de tradición y modernidad? En teoría parece fácil porque el resultado queda muy natural, pero en la práctica ese proceso es más complicado… (María) En «ACRÓPOLE» hay tres o cuatro canciones que no tienen nada de tradicional, excepto la pandereta inicial. Hay canciones que parten de una copla, de una idea o de una letra tradicionales, tiran un poco más por ahí y lo mezclamos con lo que nos gusta. Pero esa no es la intención al principio; si sale así, está bien. (Sara) No nos preocupa ahora mismo si una canción no tiene una copla tradicional -en nuestro caso no cogemos coplas tradicionales prácticamente-, no pasa nada, nos dejamos llevar por lo que suena bien y nos apetece hacer. Por otro lado, muchas veces no componemos basándonos en algo que ya exista, sino que puede ser que imitemos la forma en que se estructura la música tradicional, pero tanto las coplas como las melodías son nuevas.
¿Creéis que estáis ayudando a que la juventud pruebe a cantar y tocar música tradicional gallega? (Sara) Una cosa y la otra se retroalimentan. Si haces música que mezcla lo moderno con lo tradicional, te interesan detalles -como saber de dónde viene un determinado retrouso [conjunto de versos o un verso que, en algunas composiciones, se repite después de cada una de las estrofas en un tono diferente]- que te llevan a conocer la raíz propiamente. Es cierto que se nos ha acercado gente al final de los conciertos -hablando con Tanxugueiras, les ha pasado lo mismo- que nos dicen que se han apuntado a clases de pandereta porque querían tocar nuestras canciones y aprender a tocar el instrumento.
Una vez publicado «ACRÓPOLE», sacasteis posteriormente temas como «Tola«, «Tataravoa» o «Canta Miña Sombra (Negra Sombra)» formulándolos de una manera diferente para expandir vuestro particular universo. (María) Creo que esas dos canciones concretamente, «Tataravoa» y «Tola» -la versión de «Negra Sombra» no tanto-, sí conservan la línea explícita de ese feminismo del que hablábamos antes relacionado con «ACRÓPOLE», aunque no tienen nada que ver con la temática de los mitos. Estéticamente, por ejemplo, «Tola» es un reguetón. Así que las próximas cosas que publiquemos siempre tendrán ese aire feminista, pero irán en otras direcciones.
Por el camino, estuvisteis entre las finalistas de los Premios Martín Códax de la Música 2023 en la categoría de Artista Emergente y ganasteis el premio aRi[t]mar 2023 a Mejor Música del Año por «LISÍSTRATA (Varre Vasoira)». (María) El premio aRi[t]mar fue una gran sorpresa porque las canciones que compitieron allí son algunas de nuestras favoritas. (Sara) Votamos por otras que no eran la nuestra [risas]. (María) Fue una alegría recibir ese reconocimiento.
Y habéis sido favoritas del público para representar a España en Eurovision 2024, aunque no participaréis en la próxima edición del Benidorm Fest. ¿Os gustaría dar algún día ese salto eurovisivo? (María) Estuvimos cerca de participar, tuvimos la posibilidad de estar este año casi directamente. (Sara) La posibilidad tangible. (María) Pero dijimos que no porque no queríamos. Algo así no sucederá por ahora porque estamos apostando por otras vías. Es un paso importante, aunque preferimos continuar el trabajo que estábamos haciendo, que era orgánico para llegar a Europa de otra manera. Me parece increíble lo que hicieron Tanxugueiras con respecto a Eurovision en su momento y es genial que haya participación gallega. Pero, concretamente nosotras, como nos encanta el trabajo duro -parece masoquista decirlo [risas]- queremos que sea progresivo.
Hablando de vuestro próximo espectáculo, «Últimas Dionisíacas», ¿cuál es su origen y en qué consiste su planteamiento? (Sara) Una vez cerrado «ACRÓPOLE» nos dijimos que había canciones que no queríamos seguir cantando, creíamos que había que seguir adelante y ofrecer cosas nuevas. Llevábamos casi dos años de gira con algunos temas, así que nos propusimos diseñar un espectáculo diferente. Como no teníamos nuevo disco, optamos por recuperar canciones de «ACRÓPOLE» a las que aplicamos la experiencia acumulada de todos los directos anteriores y cosas que queríamos probar en el escenario. También queríamos adelantar algo de un posible nuevo trabajo… (María) Y cosas inéditas que son efímeras, que sólo pasarán en ese concierto y nunca más.
La intención, por tanto, es no editar esos temas exclusivos para el show. (Sara) No lo sé… (María) Se pueden grabar más tarde si nos apetece. Hemos hecho, por ejemplo, algún canto pensado únicamente para que la gente lo escuche en el concierto y, si quiere, lo grabe con el móvil y luego lo aprenda. El concepto es similar al de una obra de teatro, en el sentido de llegar allí y prestar atención sin necesidad de conocer las canciones y sus letras de antemano.
En «Últimas Dionisiacas» contaréis con colaboraciones… ¿Podéis desvelar alguna? (María) Principalmente nos acompañarán -esto es importante- dos músicas, Tania Caamaño y Marina Vidal, porque apostamos por una parte más electrónica y, a la vez, una parte más acústica para que resuenen todas las voces. (Sara) Sobre las colaboraciones, ha habido un momento en el que nos planteamos anunciarlas públicamente, pero decidimos que fuera una sorpresa. (María) No hay más que repasar nuestros últimos temas y los últimos acontecimientos para hacerse una idea…
En este mismo instante creo que está confirmado que tenéis vendido todo el aforo del hall del Auditorio Mar de Vigo para el espectáculo. (María y Sara) Sí, se ha publicado ahora mismo.
¿Y qué os parece esa noticia? (María y Sara) Otra locura. (María) Ya iba a ser un fiestón y ahora, sabiendo que toda esa gente vendrá a vernos con ganas y las ganas que tenemos nosotras, pues imagínate…
¿“Últimas Dionisíacas” puede suponer el final de una etapa y la apertura de otra en Fillas de Cassandra? (María) El espectáculo es como una despedida. (Sara) En realidad, siempre decimos que tenemos nuevos comienzos… Las cosas terminan o no, pero luego vendrá un nuevo comienzo. (María) Sí, será el final de las fiestas de «ACRÓPOLE», ya está bien de Grecia [risas].
Antes habéis insinuado que algunas de las canciones inéditas podrían incluirse o servir para pensar en un futuro disco… (María) No tenemos claro si será un disco o cualquier otra cosa… Hay canciones que ahora pensamos que pueden estar en el próximo álbum, pero igual más adelante tomamos una decisión diferente. Estamos tanteando, pero seguro que algo habrá. (Sara) Como mínimo, probablemente, desencadenarán otras ideas. Esos temas pueden ser semillas para iniciar otro trabajo. [FOTO «Últimas Dionisíacas»: Sabela Andrés] [FOTOS «ACRÓPOLE»: Santi Iglesias] [Más información el Instagram de Fillas de Cassandra]