David Lynch apasiona, Park Chan-wook divide y la Bruja de Blair ya no asusta… Todo esto y más en las últimas jornadas del Festival de Sitges 2016.
Para la segunda crónica del Festival de Sitges 2016 hemos dejado atrás a muchos coreanos… Aunque no a todos. Conforman las joyitas destacables de estos días títulos dispares entre los que encontramos monstruos de leyendas, found-footage, documentales y un thriller un tanto erótico-festivo de nacionalidad (de nuevo) coreana que nos ha dado dos de las horas más maravillosas de lo que va del festival.
Empezaremos por una de las sorpresas de esta edición del «Festival de Sitges«: «Under The Shadow«. Esta coproducción anglo-iraní y opera prima en largometraje del director Babak Anvari nos introduce directamente en la casa de una mujer y su hija en el Teherán de finales de los 80, con la guerra de Irán-Irak como telón de fondo. Los asedios, las huidas constantes y el miedo de la población confrontan con el inicio de una serie de sucesos extraños en la casa protagonista de la cinta. «Under The Shadow» transmite con feroz inteligencia una durísima metáfora sobre la guerra y el denigrante papel de la mujer en la sociedad iraní.
Complicado como es su contexto social y político, Babak Anvari se juega todas sus cartas a la introducción de un monstruo poco visto en el cine (el Djinn), y consigue aterrorizar realmente. La atmósfera opresiva y el peso de dos personajes maravillosamente construidos hacen el todo para atribuir a esta película el calificativo de “mejor terror visto en Sitges” hasta la fecha en esta edición.
Del otro lado del mundo y con un gran hype, nos llega un coreano más -y ya son unos cuantos los que se están apoderando del Festival de Sitges-: Park Chan-wook, que tras su paso por Hollywood («Stoker«) ha decidido volver a casa. Con «The Handmaiden«, el autor de «Oldboy» nos acerca a la historia de una doncella (y de su dama) que comienza a trabajar en la casa de un rico japonés afincado en Corea. Desde Cannes sonaban ecos de la crítica acusando a la cinta de exhibición gratuita, pero personalmente creo que, más que “exhibición gratuita”, lo que le falla es que algunos de esos elementos (y me refiero concretamente a la última escena de la película) no lucen con demasiada fluidez y parecen introducidos con calzador a placer del realizador sin demasiada trascendencia para la historia. Una decisión de dirección más o menos acertada que hace cambiar en poco o en nada mi opinión sobre una película que brilla por sí sola y en la que resulta indiscutible el valor de todos y cada uno de los planos.
En lo técnico, creo fervientemente que la forma de rodar de Park Chan-wook sigue intacta: siguen presentes su cámara en movimiento combinada con largos planos estáticos, su milimetrada fotografía y su búsqueda del personaje en planos cortísimos. También siguen intactos su habitual sadismo, su violencia. Sus excesos, en definitiva. Park Chan-wook continúa teniendo esa mirada única plagada de absoluta perfección en este caso más pictórica que nunca. Y, si se me permite, a estas alturas de festival, no nos viene nada mal un auténtico ejercicio de estilo tan potente como este.
También mucho hype es el que existía con la secuela de «El Proyecto de la Bruja de Blair«: «Blair Witch«. Tanto que, tras ver la cinta, se ha quedado en poco más que eso. Con Adam Wingard («The Guest«) en la dirección de esta nueva cinta, las expectativas no eran pocas; y me duele decir que la película se queda en agua de borrajas. El found-footage está tan explotado a estas alturas que parece que a Wingard le ha resultado imposible hacer una película nueva.
«Blair Witch» juega tan exactamente las mismas cartas que jugaba su innovadora antecesora que acaba siendo una copia casi calcada, con el desinterés que supone eso para el público entregado que esperaba algo de novedad. Quizá los derroteros por los que discurre la narración en «Blair Witch» hubieran resultado mucho más atractivos si hubiesen sido expuestos desde otro punto de vista… Pero a lo hecho pecho, Adam. Nos quedaremos con ese diseño de sonido bastante espectacular que tiene la película. Al menos a oídos de la que escribe bajo esa potencia extrema que tiene el Auditori de Sitges.
Pero, para potente, el documental dedicado a David Lynch: «The Art Life«. Muchos son los fans que mueve el conocido cineasta, pero quizás no tantos conocen todas las facetas artísticas de Lynch y cómo fue su vida antes de entrar en el mundo del cine. «The Art Life» es una pieza imperdible del Festival de Sitges 2016 e imprescindible en la vida cinéfila de todo amante de Lynch y del cine en general, pues este director es un hombre introvertido y, en parte, incapaz de comunicar sus pensamientos e ideas de otra manera que no sea el arte en su más pura esencia.
Quizá algunos detractores de Lynch entiendan el porqué de su cine viendo estas dos horas de metraje narradas por el propio artista. Dos horas plagadas de momentos auténticos, íntimos y personales que, al final, forman parte del proceso creativo de uno de los autores más genuinos que nos ha dado el cine. Lynch pintaba desde muy pequeño, “pintaba sabiendo que lo que hacía era una mierda, pero que tenía que seguir haciéndolo para encontrar lo que fuera que hiciese bien algún día”. A tus pies, David. Ojalá hordas de gente aplicándose a tu cuento.