Les preguntamos a ocho críticos cinematográficos de diferentes medios cuál va a ser la peli que no se perderán en el Festival de San Sebastián 2016.
Como cantaba Vanessa Williams, a nosotros también nos gusta dejar lo mejor para el final. Por ello, tras revisar de forma pormenorizada Perlas, Sección Oficial y otras propuestas de interés en el resto de secciones del Festival de San Sebastián 2016, que se va a celebrar del 16 al 24 de septiembre, cerramos nuestra cobertura previa dando voz a algunas de nuestras firmas favoritas en lo que respecta a hablar y escribir sobre cine, para que nos recomienden una película de entre todas las que estarán presentes en el certamen.
Os dejamos sin más con su criterio, con su buen hacer y con su forma preclara y precisa de expresarse sobre cine. Os dejamos con sus textos. Y es que, si ellos no pueden convenceros para que os acerquéis a San Sebastián a ver estas u otras películas que se van a ver allí en los próximos días, nadie lo hará. [Más información en la web del Festival de San Sebastian 2016]
Sergi Fabregat (CINEUÁ) recomienda EL HOMBRE DE LAS MIL CARAS de Alberto Rodríguez. Si hubo algo que me gustó de “La Isla Mínima”, por encima de su atmósfera viciada, su sequedad tonal o su visión tan arraigada como alternativa de Andalucía, tantas veces retratada como reino del jolgorio, fue la forma en que Alberto Rodríguez filmaba un concepto tan extraño como la impunidad. Para mí, filmar la impunidad es filmar España.
Rodríguez lo hacía con coherencia, mezclando las imágenes presentes, como esa conversación vislumbrada por uno de los detectives entre un terrateniente y gente del pueblo, con las elididas, todas aquellas que realmente nos permitirían ver el tenebroso retrato sociopolítico (al estilo del caso Alcàsser) que se percibe bajo la fachada de un thriller policial. Pero eso es la impunidad: la capacidad de impedir que hechos que apestan a kilómetros lleguen a lo documentado.
Alberto Rodríguez presenta en San Sebastián “El Hombre de las Mil Caras”, una cinta que tiene como primer atractivo al gran Eduard Fernández como protagonista, encarnando a Francisco Paesa, agente del servicio secreto español de tranquila mirada y pantanoso historial: los GAL, Luis Roldán, Obiang, la mafia rusa… Actualmente Paesa, tras haber cometido presuntamente múltiples delitos y haberse enriquecido gracias a ello, se encuentra en paradero desconocido desde hace años, lo que no deja de ser una irónica prolongación de lo que se desprendía en “La Isla Mínima”: la impunidad siempre es una forma de invisibilidad, de imágenes que no existen. Veremos hasta qué punto.
Déborah García Sánchez-Marín (VISUAL 404) recomeienda EL PORVENIR de Mia Hansen-Løve. Supongo que Mia Hansen-Løve decepcionó a muchos cinéfilos con “Edén”. No es mi caso. El cine de Mia Hansen-Løve me ha entusiasmado desde que me topé con ella, cuando vi “El Padre de mis Hijos”. Mil veces se le ha hecho (in)justicia emparentándola con directores y obras que seminalmente están en su cine pero del que precisamente logró zafarse en “Edén”. Creo que su anterior película marca una brecha en su filmografía, pues en “Edén”, la herencia recibida fue desgranándose en las imágenes, capa a capa. Por eso me pareció tan grandiosa, porque eran las imágenes de Mia y, en cierta forma, las de mi generación. Por eso, dolió tanto.
Confió en “El Porvenir” como un nuevo paso en su carrera. Confío en que haga de las palabras de Agnès Varda su ideario para el futuro, y parafraseo: “No me interesan las imágenes realizadas por mujeres a no ser que sean nuevas imágenes”. El cine necesita de ese mirar que ha permanecido velado, necesita completarse con la voz femenina, una voz de futuro que deje de ser eco de padres, de abuelos, de mentores. Ese futuro empieza “El Porvenir” y yo estoy deseando alcanzarlo.
David Tejero (VISUAL 404) recomienda ELLE de Paul Verhoeven. La mayoría de las imágenes del cine de Paul Verhoeven se construyen a partir del deseo. Cancela toda pauta comunicativa para indagar en los origines de aquellos animales primitivos acostumbrados a surgir de las cavernas. La soledad opresiva marca el presente de cada una de sus batallas personales dedicadas a enaltecer sujetos (hombres y mujeres), que de una forma u otra coronen las islas de su filmografía.
En Verhoeven, las tendencias psicologistas son simples escaramuzas para acotar un territorio privado de personajes activos con una urgente capacidad de supervivencia. La misma idea de un deseo narrativo vinculado al estigma que su propio cine ha tenido que soportar dentro de un mainstream (en especial el norteamericano) que creyó domesticarlo amodorrado por el éxito de algunas de sus primeras obras comerciales. La coyuntura estética del holandés no parece temer asomarse al vacío, al lado salvaje de lo cotidiano. Rompiendo con lo establecido, sus imágenes migran de lado a lado hasta encontrar su propia revolución anti-sistémica.
El interés de una película como “Elle”, regreso a la primera línea, ahora con soporte francés, diez años después de su último largometraje, radica en primer lugar en cómo afrontar nuevamente el deseo: la idea de la venganza presente en una mujer (Isabelle Huppert), que asume defenderse fuera del entorno social; en segundo lugar, en cómo pondrá en pie su habitual discurso hilándolo con el tiempo presente, siendo el holandés un estupendo articulista político que nunca deja de lado la critica ni en sus filmes más lúdicos y aparatosos.
Al igual que la canción “Ich bin die fesche Lola” inmortalizada por la Dietrich y cantada por Carice Van Houten en “El Libro Negro”, el realizador de “Showgirls” atiende a un raro mimetismo de deconstrucción, se infiltra en la ficción para fracturarla, sin escrúpulos, desde las entrañas mismas del sistema.
Antonio M. Arenas (MAGNOLIA) recomienda LA TORTUGA ROJA de Michaël Dudok de Wit. Uno de los secretos mejor guardados del cine de animación continúa siendo la obra del holandés Michaël Dudok de Wit, de tamaño tan escueto como todavía capaz de provocar infinitas lecturas al que la contempla. Dibujados a mano con tinta y acuarela, así como exquisitamente musicados, sus cortometrajes se presentan como alegorías poéticas de trazo minimalista, en ocasiones de líneas geométricas, en su mayoría más impresionistas, pero siempre en contacto con la naturaleza y los misterios insondables que mueven al ser humano, ya sean el amor imperdurable frente al paso del tiempo de “Padre e Hija” o la búsqueda del sentido de la vida en “Le Moine et le Poisson”. Cortometrajes con los que, sin necesidad alguna de diálogos y partiendo de premisas muy básicas, alcanza conceptos filosóficos con una inusitada emoción y profundidad de pensamiento.
Para fortuna de muchos, hace casi una década la productora japonesa Ghibli decidió producirle un proyecto de largometraje cuyo argumento vuelve a ser en apariencia tan básico como los de sus trabajos precedentes. Un hombre se encuentra abandonado a su suerte en una isla tropical de la que no puede escapar. Hay algo en el océano que se lo impide, una tortuga roja. De su sensibilidad puesta al servicio de los mejores animadores del mundo sólo cabe esperar algo único. Y, aunque tras su estreno en Cannes afortunadamente ya tenga distribución confirmada en España, estamos convencidos de que será una película que nos iluminará y acompañará más allá del festival.
[/nextpage][nextpage title=»PARTE 2″ ]Endika Rey (TRANSIT) recomienda LOS AMANTES DE MONTPARNASSE de Jacques Becker. Jeanne Hébuterne y Amedeo Modigliani coinciden pintando en una academia de arte repleta de estudiantes. Dos modelos posan para ellos y, mientras el resto de la clase los dibuja siguiendo distintas técnicas artísticas, Jeanne retrata el rostro de su futuro amor sentado a lo lejos y Amedeo hace lo mismo con el de su futura amada.
«Los Amantes de Montparnasse» se proyectará en el Zinemaldi dentro de la retrospectiva dedicada a Jacques Becker, pero cuando uno la ve no puede sino plantearse cómo serían esos amantes bajo el pincel de su director original (y aquel al que está dedicada la película) Max Ophüls. Uno se imagina esa misma escena rodada de una manera completamente distinta, como los dibujos que los estudiantes trazan de los modelos… Becker traza unas líneas que probablemente no tengan nada que ver con las imaginadas por Ophüls, aun conteniendo la misma idea en el lienzo: seguramente, en ambas versiones los amantes se pintaban entre ellos.
Jean-Luc Godard decía que «Los Amantes de Montparnasse» es una película sobre el miedo que podría haber llevado de subtítulo «El Misterio del Cineasta«. Es cierto que Becker se sumerge en lo insondable de la creación artística y los peligros de la cesión de una visión propia, pero con ese miedo Godard se refería sobre todo al miedo a la página en blanco, al lienzo vacío, a la piedra no cincelada y, en ese sentido, “al derecho que tiene el cine moderno a tener miedo de la cámara, de los actores, de los diálogos, del montaje”.
La puesta en escena de Becker no es impoluta. No sabría decir si es un cineasta del primer plano arrebatado o del encuadre general milimetrado. Hay incluso ocasiones en que parece sumergirse en el propio drama de su protagonista y abstraerse del arte, borracho de sí mismo. En cualquier caso, la retrospectiva del Zinemaldi es una buena ocasión para perderse también en su filmografía ya que, al final, un festival de cine es eso: una oportunidad de acudir a distintos esbozos de lo que cineastas variados entienden que es la pintura.
Aarón Rodríguez (MIRADAS DE CINE) recomienda ON THE MILKY ROAD de Emir Kusturica. De Emir Kusturica, aunque casi nadie lo confiese, debemos esperar un regreso. Y debemos hacerlo porque sus imágenes, las de los 90, de alguna manera, nos enseñaron cosas hermosísimas. Eran imágenes de pobreza y libertad, homenajes a la canalla, gitanescas y vertiginosas odiseas mágicas que hablaban un lenguaje que el resto del cine europeo apenas balbuceaba. Eran cintas que danzaban, llenas de cuerpos pobrísimos y de hombres traidores, cintas de las que uno no sabía si salir llorando o moviendo el esqueleto.
Habló como nadie del desgarro de su país, aunque muchos no le perdonaron su postura durante la guerra de Bosnia y se negaran a admitir que, pese a todo, las dos grandes películas de la catástrofe –“Underground” y “La Vida es un Milagro”– siguen siendo suyas. ¿Y cómo podrían perdonarle, si el suyo era un luto tan desquiciado, honesto y brutal como el de los funerales gitanos, con la diferencia de que era -ahora lo empezamos a ver más claro- la propia Europa la que iba, borracha o muerta, dentro del ataúd?
Ebrio de sí mismo, Kusturica no ha despegado en los últimos años. Muchos salimos incrédulos y algo defraudados de “Prométeme”, pero no nos vamos a rendir fácilmente. Necesitamos, tantos años después, que alguien vuelva a tocar con sus músicos lo suficientemente fuerte como para levantar a nuestros cadáveres, como para hacer temblar sus palabras y sus gestos. Necesitamos, definitivamente, que regrese Emir, al precio que sea.
Manu Argüelles (CINE DIVERGENTE) recomienda NOCTURAMA de Bertrand Bonello. Cuando supe que en este especial también participaban Aarón y Déborah me dio la sensación de estar asaltando un lugar que no me pertenece. Ellos les pueden hablar mucho mejor que yo de Bertrand Bonello, estoy seguro. Pero asimismo creo que esta intrusión ya se adapta perfectamente a lo que parece ser la premisa de su última película, “Nocturama”. No he querido investigar mucho y he preferido quedarme muy en la superficie -todo lo contrario de lo que es su cine, por otra parte, propuestas plenamente intensas e inmersivas en los laberintos convulsos de la erótica y de la creación artística- porque deseo que las imágenes se me presenten totalmente nuevas.
Porque, si hablamos de Bonello, varias consideraciones tengo muy claras:
Una. Si “Casa De Tolerancia” no es una de las cinco mejores películas de este siglo, prefiero apearme del cine contemporáneo.
Dos. Algo que a mí me sirve como brújula para detectar los directores de más talento del circuito actual. Les cambio un “Saint Laurent” o una “Tiresia” por diez “Spotlight”. O lo que es lo mismo, prefiero películas irregulares, excesivas y absorbentes, incluso desajustadas si lo prefieren, pero llenas de nervio, de esa garra que trata de capturar los vestigios de la desintegración sabiendo que es una tarea imposible, antes que películas con una escritura pulcra y perfecta que para mí me acaban resultando insípidas y ortopédicas.
El cine de Bonello está repleto de esas llamaradas de genio. Y ante una Sección Oficial a competición tan poco atractiva, tengo la confianza que “Nocturama” sea la chispa que nos inflame la abultada programación.
En esta ocasión, todo apunta a que recoge el testigo de los jóvenes de “El Pornógrafo”. En aquella película, los hijos de la generación del 68 se preguntaban cómo responder ante un gobierno que los entiende como una idea abstracta. Para ellos su última protesta consistía en quedarse mudos. La no respuesta radical. Con Bret Easton Ellis como base, la insurgencia seguramente tendrá otro carácter, más agitada y nihilista, apuesto por ello. Una nueva generación, una nueva forma de proceder. Y seguramente seguiremos adentrándonos en aquello que forma parte consustancial de su cine: el aislamiento y la violencia. Un cine lleno de fisuras (físicas y mentales) que aparta siempre a los personajes del entorno cotidiano.
Y como yo ya tengo una edad, esta invasión (pacífica) se parece más a la reacción de los chicos de “El Pornógrafo”. No he dicho nada porque las imágenes tendrán todo el atractivo y todo el poder visceral que yo apenas puedo expresar. Y ante eso, sí, lo sé, mejor quedarse mudo.
Martín Cuesta (V.O.S) recomienda YOURSELF & YOURS de Hong Sang-soo. Siempre tuvimos la sensación de que Hong Sang-soo nos engañaba. El tipo negaba una y otra vez que las historias de sus películas, siempre llenas de engaños, borracheras y sexo circunstancial, fueran fruto de experiencias personales. Ya saben, aquello de “no soy yo, me lo ha contado un amigo… Bueno, varios, quizás”. Él era un padre honesto, un marido ejemplar, con un hijo y un perro jugando, con despreocupación burguesa, en un cuidado jardín de Jamsil.
El círculo de mentiras se rompió esta primavera: una joven actriz, una esposa despechada y el jardín de Jamsil sin hijos ni perros. Aquello parecía más apropiado, más de noches de soju y love hotels, más de “¿cómo se lo cuento a mi mujer?”. “Uno no puede escapar de sí mismo, Hong” debimos pensar todos, o al menos todos a los que nos cuesta diferenciar el cine de la vida. Al final uno es lo que es y lo que es se refleja en su forma de escribir, de actuar; se refleja en su forma de rodar y en los temas que le interesan.
Ahora Hong llega a Donostia con una historia, precisamente, sobre doppelgängers, sobre gemelos malvados que roban nuestra identidad, y yo debo preguntarles: ¿no les resulta fascinante la necesidad este conflicto permanente con uno mismo? ¿No les llama la atención esta autoexigencia de explicarse? Ay, Hong, ¿cómo no vamos a amarte?
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