[dropcap]S[/dropcap]ÁBADO, 5 DE JULIO. (Invernal) Otoño. Se invocaron a los dioses, se gritaron plegarias, se pusieron huevos a Santa Clara y hasta se pensó en practicar algún tipo de sacrificio, pero nada de eso funcionó: la versión abreviada de la bíblica sentencia que abre esta crónica se hizo realidad. Desde bien temprano, además, lo que obligó a desmantelar la Zona Brugal y a reubicar las actividades y conciertos matinales al aire libre del sábado y el domingo en la Plaza do Regueiro (La Bien Querida y Templeton, entre otros) al Auditorio (donde también se vieron los pases especiales de Satellite Stories, The Wave Pictures o Igloo).
Cambios que no se anunciaron con diligencia y que añadieron más confusión a los ya de por sí desorientados asistentes que sólo tenían una palabra en sus cabezas: carpa, tanto en su acepción de toldo como en la de pez. Porque, si finalmente la organización no cubría en la medida de lo posible el recinto principal, sería fácil transformarse en un animal de río. Un temor que se consumó y que generó momentos surrealistas y delirantes, empezando por la amenaza de invadir el protegido sector VIP en caso de necesidad. A Pablo Iglesias le hubiera encantado que se emprendiese tal festivalera lucha de clases, pero la sangre no llegó al mar…
Wild Balbina tuvieron el dudoso honor de arrancar el día de la indignación y la protesta contra las imprevisiones organizativas. Menos mal que su fulgurante rock con alma garagera y brillantina pop tranquilizó los ánimos de inmediato y obligó a menearse al escaso pero atento público que soportaba estoicamente el intenso aguacero. Una pena que no resplandeciera el sol para que la positividad de su mini-álbum “Sisters Before Misters” (Elefant, 2014) adquiriera todo su sentido. Aun así, los vigueses no escatimaron en ímpetu y prestancia para despachar su efusivo repertorio, lleno de nervio y melodía guitarrera.
Un planteamiento diametralmente opuesto presentaron Oso Leone, que sumergieron al respetable en una magnética marea de ritmos ralentizados, progresivos, delicados y afianzados por absorbentes líneas de bajo y una doble batería que tanto viraban hacia el post-rock, el folk vanguardista o el minimalismo eléctrico como recordaban a Elbow o alt-J. Pero, a pesar de las comparaciones, los mallorquines supieron aplicar a ese libro de estilo su acervo mediterráneo propulsados por un sonido intachable. Sobraron los motivos que reafirmaron por qué Oso Leone llevan en boca de los paladares más exigentes desde la publicación de su segundo LP, “Mokragora” (Foehn, 2013).
A medida que caía la noche, la fuerza de las precipitaciones y el viento comenzó a crecer. Lo que no frenó a David Tattersall a ser tan elocuente y divertido como suele al frente de sus The Wave Pictures, incluso cuando le habían avisado de que el grupo tuviera cuidado de no electrocutarse por la humedad en el escenario. Su graciosa respuesta: que quizá sería su última aparición como banda. Por si acaso, y para compensar el sufrimiento del público bajo el agua, los británicos -reforzados por David Beauchamp en las percusiones- completaron un concierto animado y fiestero, como si se estuviese celebrando en un pub de su ciudad. Tattersall no paraba de intercalar historias y anécdotas -como la de las dos personas que les rompieron el sueño en el hotel tras el largo viaje en furgoneta de Barcelona a Arousa y a las que dedicó “Better To Have Loved”– entre sus costumbristas canciones interpretadas por él mismo (“Spaghetti”, “Long Island”) o su baterista Jonny Helm (“Second Chance”, “Atlanta”). También cumplieron con otra de sus tradiciones: hacer florituras a las seis cuerdas, al bajo y a las baquetas para ampliar su muestrario pop. Siendo tan british como son, casi ni notaron la lluvia cuando, después de cumplir con su cometido, se bajaron de las tablas para acompañar un rato a sus fans en el foso.
Kip Berman, cara visible de The Pains Of Being At Heart y devoto del kalimotxo y el licor café, hizo lo propio al finalizar un directo que, además de enseñar la remozada alineación de su banda, mostró a un hombre más seguro de sí mismo, con una voz más firme sin las continuas desafinaciones de antaño y más cómodo en su rol de líder total tras la marcha de sus antiguos compañeros. A estos, por cierto, no se les echó de menos en ningún momento gracias a la habilidad de sus sustitutos para capturar y transmitir el característico sonido de los Pains. Mención de honor para Jessica Weiss (también en Fear Of Men), perfecta al teclado y los coros y deliciosa cantando la smithsoniana “Kelly” y “Life After Life”, temas de “Days Of Abandon” (Yebo Music, 2014) que, junto a unas espléndidas “Until The Sun Explodes” y “Simple And Sure”, no desentonaron con los clásicos de los norteamericanos: unas efervescentes “Come Saturday” y “This Love Is Fucking Right” -podrían haberlas tocado mil veces y nadie las hubiera aborrecido-, una ultramelancólica y coreada “Young Adult Friction”, una algodonada “Heart In Your Heartbreak” y la rescatada del olvido de las caras B “Ramona”. Como el chaparrón ya estaba cayendo sin compasión, Kip tuvo a bien dedicar las finales “Everything With You” y “Belong” a todos los que lo soportaban -con gusto- durante su show. Grandes canciones twee-shoegaze-pop y mucho amor: no hubo mejor manera de ganarse al público, querido Kip.
Lori Meyers ya lo tenían metido en el bolsillo desde horas antes de su aparición. Un hecho tan previsible como el concierto que realizaron, durante el cual era inevitable recurrir al manido “visto uno, vistos todos”, al menos a lo largo de los últimos años. Sin restar mérito a su esfuerzo por mantener al gentío frente a ellos mientras caía un intenso torrente de agua, los granadinos no se salieron un milímetro del guion previsto: temas que repiten sistemáticamente en sus directos (“Corazón Elocuente”, “Luces de Neón”, “Emborracharme”, “¿A-Ha Han Vuelto?” o “Mi Realidad”), karaokes colectivos y sorpresas que ya no lo son tanto (Anni B Sweet acompañó a la banda unos minutos, aunque el equipo de esta casa no lo vio porque se había cobijado -ante la ausencia de un área de prensa- en la única carpa disponible, la del apartado creativo-artesanal Ultramarinos, evitando así el aguacero exterior). Sinceramente, el pensamiento de muchos era que pasara enseguida el siguiente grupo para que se acabara de una vez por todas la infernal noche.
Incluso Kakkmaddafakka, curtidos en las lides pluviales -por algo viven en Bergen, una de las ciudades más mojadas de Noruega-, se asombraban ante la resistencia del público que no había salido por peteneras. Encargados de clausurar la nómina de grupos en el escenario SON Estrella Galicia, acercaron la desacomplejada, festiva y divertida percepción que ciertas bandas nórdicas poseen del pop mediante coros, danzas, coreografías varias, arengas y discursos facilones sobre el poder de la música, el amor y la bondad de la humanidad. En el plano sonoro, entregaron un repertorio aderezado con hierbas reggae, dub y tropicalista culminado por el single “Forever Alone”.
En teoría, nuestro particular desenlace de la aventura en A Illa de Arousa tenía que haber llegado en medio de la sesión de Dj Amable y después de que servidor cantase bajo el paraguas y a pleno pulmón el “Bittersweet Symphony” de The Verve. Pero la enorme sinfonía agridulce del Festival do Norte 2014 aún nos acompañaría en busca del transporte ‘oficial’ del festival que nos llevaría a nuestros aposentos casi playeros y que se había evaporado entre la lluvia y el frío costero. Ese y otros fallos comentados a lo largo de esta crónica son los que debe corregir la organización de un evento histórico y apreciado que tiene todo a su alcance para crecer exponencialmente en su provechoso nuevo enclave y convertirse en una experiencia veraniega integral y realmente paradisíaca.
[FOTOS: Iria Muíños]