[dropcap]2.[/dropcap] JUVENTUD VS. SENECTUD. El año pasado, una de las temáticas más preponderantes del D’A fue la «juventud perdida»: esa generación que navega a la deriva sin ningún destino en concreto, sin anclas ni amarres, sin brújulas ni faros guías. Y aunque esta es una temática que todavía ha podido rastrearse en algunas de las cintas de esta edición («La Jalousie» de Philippe Garrel, por ejemplo), en esta ocasión lo que realmente se ha podido sentir sobrevolando por encima de muchos de los estrenos era una tensión entre juventud y senectud. Y lo mejor de todo es que esta ha sido una tensión que ha latido no sólo a nivel literal, como por ejemplo en la relación entre un post-adolescente y un anciano de la fallida «Gerontophilia«, donde Bruce LaBruce demuestra que su otrora rompedora concepción del libro no está envejeciendo nada bien (mucho menos cuando intentar envararla en una camisa de corte tan clásico como esta).
Lo verdaderamente interesante durante el Festival D’Autor ha sido observar cómo esta relación entre jóvenes y adultos (incluso viejos) ha hecho vibrar también la misma forma cinematográfica: mientras que «Jeunesse» es un sublime retrato de juventud realizado de la forma más clásica (y viejuna) posible, «Puppylove» aparece como su contraplano perfecto, como un retrato de juventud encapsulado en una forma fresca y revitalizante. Al fin y al cabo, toda generación cinematográfica se define en referencia y en contraposición a las generaciones anteriores. Pero puede que, habitualmente, este efecto no se perciba de forma tan clarividente como en la cosecha fílmica de este año: la nueva generación no quiere declararle la guerra a sus padres, tampoco quiere promover ninguna revolución estéril contra sus abuelos (puede que obras sublimes como el «Après Mai» de Assayas les estén quitando las ganas), pero eso no impide que el cine actual burbujee a partir de la tensión entre formas antiguas y formas futuras, entre prácticas clásicas y riesgos modernos… Entre jóvenes y viejos, al fin y al cabo. [RDT]
JEUNESSE. De casta le viene al galgo… Y alguien con la casta de Justine Malle sólo podía dirigir una película (autobiográfica) como «Jeunesse«. Es este un film que nace del choque frontal entre dos historias paralelas: por un lado, el personaje de Juliette / Justine se abre al amor, al sexo y a la vida que florece en esa época maravillosa en el que la adolescencia le empieza a ver las orejas al lobo de la madurez; por el otro, Juliette / Justine tiene que afrontar la enfermedad neuro-degenerativa que está acabando a marchas forzadas con su padre (es decir, el gran Louis Malle). La vida como pulsión a un lado, la muerte como sombra persistente al otro.
Malle dirige su propia historia con mano de hierro y con las coordenadas cinematográficas bien marcadas en el mapa de la mejor tradición del cine francés. Puede leerse en «Jeunesse» ese clasicismo que Assayas sigue practicando y que Mia Hansen-Løve ha heredado tan alegremente. De hecho, no es difícil encontrar en «Jeunesse» una especie de mix&match entre el romanticismo juvenil de «Un Amour de Jeunesse» y la presencia devastadora de la muerte de «Le Père de Mes Enfants«. Comparativamente, «Jeunesse» le saca varias cabezas a Hansen-Løve al alejarse de la ramplonería de discurso que provoca abordar ambas vertientes cada una por separado y, por el contrario, explorar la eterna dinámica entre Eros y Tánatos no como una disyuntiva, como una necesidad de elegir entre uno y otro, sino más bien como una realidad correlativa ante la que no hay posibilidad de elección. [RDT]
OUR SUNHI. “Nuestra pequeña Sunhi”, parecen decir los tres hombres de este relato. Esa chica introvertida e inteligente por la que todos velan nos recuerda a Geni, la protagonista de “Tots Volem El Millor Per A Ella”: una mujer percibida como una muñeca de trapo cuyo único problema es la desorientación y el vacío existencial. Pero, muy alejado de las formas del film catalán, Hong Sang-soo retrata los entresijos de las relaciones entre sus protagonistas de una manera sencilla, como las conversaciones que estos mantienen constantemente sentados en la mesa de cualquier bar. La cotidianeidad de sus vidas llevada en muchas ocasiones al ridículo a través de la repetición: de planos, de situaciones, de conversaciones… De esta manera, el director consigue convertir lo que podría ser un drama en una comedia de fácil digestión, pero sin caer en la edulcoración de la puesta en escena. Una pieza muy positiva y sencilla que arrancó más de una carcajada entre el público gracias, sobre todo, a la actuación de Jeong Yu-mi, cuya comicidad es incontestable. [Elena Eiras]
PUPPYLOVE. «Puppylove» se abre con una versión del más que reconocible «It’s A Sin» de Pet Shop Boys a cargo del grupo SOLDOUT. No nos tomemos esta elección a la ligera: ya desde sus créditos de apertura, Delphine Lehericey nos está advirtiendo que vamos a presenciar una historia mil veces contada (una canción mil veces cantada) en una revisión desde la modernidad eternamente enganchada a la nostalgia. Y de eso trata al final «Puppylove«: como una «La Vida de Adéle» a la que «Les Beaux Gosses» le ha bajado los humos y las ínfulas arties, el film de Lehericey retrata a una niña totalmente desorientada durante su despertar sexual. Su nueva vecina / amiga / mala influencia / ese oscuro objeto del deseo / icono sexual en potencia (ojito con la actriz Audrey Bastien) será la espoleta que hará que el polvorín con patas interpretado por Solène Rigot muestre peligrosos indicios de explosión inminente… Y, así, a base de gags cómicos, de humor desprejuiciado y de una visión frontal del sexo adolescente, sin alardes ni riesgos formales pero con un ritmo impecable, «Puppylove» acaba por destacar como una de esas películas que, gracias a su falta de pretensiones, más lejos consigue llegar. [RDT]
METALHEAD. El film de Ragnar Bragason sitúa una historia en un contexto que no se relacionan habitualmente. El nacimiento del heavy metal, la muerte de un ser querido, la vida en una pequeña comunidad agrícola, la superación de la culpa… La historia de Hera tratando de sobrevivir a la pérdida y de su relación de amor-odio con la sociedad. «Metalhead» perfila de manera precisa las ganas de su protagonista de encajar en su comunidad sobrepasadas por una rabia interior que le empujan a actuar de manera rebelde, volcando su ira en esa música heavy que nos acompaña a lo largo del filme de la mano de grupazos como Judas Priest o Motörhead. Hera quiere irse, pero quiere quedarse. Y entre ese sí y ese no la protagonista se debate, al igual que la obra se debate entre su oscuridad y esos toques de humor con sabor agridulce (una no sabe hasta qué punto deberían hacerle gracia cierto tipo de comentarios). Un choque frontal entre historia y situación, individuo y colectividad, rabia y amor y, en definitiva, entre el “bien” y el “mal”. Aun con una pequeña falta de desarrollo de los personajes, y pese a ciertas situaciones demasiado manidas, el conjunto resulta convincente y en el D’A se llevó una gran ovación por parte de los espectadores. [EE]