2. CRISIS. Por mucho que la juventud perdida se llevara la mejor (o la peor) parte en la programación del D’A 2013, era inevitable que la omnipresente crisis también hiciera mella en el festival. El film que mejor sintetizaría el momento presente sería, sin lugar a dudas, la excelente «La Plaga» (en la foto). La misma directora, Neus Ballús, explicó durante la presentación de su cinta que esta no pretendía capturar la crisis presente, sino más bien el hecho de que hay zonas (habitualmente, las periferias de las grandes ciudades) donde la crisis es una realidad constante. Esta múltiple lectura no hace más que enriquecer el fondo de una película envuelta en una climatología sofocante: el calor del verano atosiga a los personajes como uno de los múltiples frenos contra los que deben luchar para avanzar, encontrando un único consuelo en las inesperadas relaciones humanas que surgen en esta red de dolor sordo, nunca expresado en voz alta.
Pero tampoco se quedaron atrás en la representación de la crisis otros films que acertaron a la hora de coger a personajes jovencísimos para amplificar la sensación de desamparo a la que nos somete la economía actual: el protagonista de «Sister» se ve obligado a robar en una pista de esquí para poder costearse artículos de primera necesidad (tal y como él mismo explica), mientras que el de «Boy Eating The Birds Food» es probablemente una de las metáforas andantes más poderosas que han habitado el cine de los últimos años… La de la hambre extrema.
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3. APOCALIPSIS. Si las dos temáticas predominantes en el D’A, la juventud perdida y la crisis, estaban interrelacionadas entre ellas, lo mismo puede decirse de la tercera línea programática más impactante: el Apocalipsis. También hay que reconocer que ni esta temática ni esta relación entre crisis y apocalipsis son algo nuevo en el cine: 2012 fue el año de su sublimación… Y, aun así, el D’Autor 2013 ha proporcionado vibrantes pruebas de que, por mucho que creyéramos haber superado el Apocalipsis maya, no todo estaba dicho a este respecto. Para empezar, la que muy probablemente haya sido una de las películas más destacadas del festival, «La Cinquième Saison» (de Peter Brosens y Jessica Woodworth) -en la foto-, no sólo fascinó por ser algo así como la conjunción de la forma desbordantemente estilizada de «Melancolía» y el fondo existencialista de «The Turin Horse«, sino que destacó sobre todo por poner sobre la mesa que el ser humano no sólo sobrevivirá al Apocalipsis, sino que incluso transformará sus tradiciones ancestrales para adaptarlas a lo cruel de la nueva era.
La principal aportación del D’A a esta temática, sin embargo, no reside en seguir explorando la ficción del porvenir, sino en dejar al descubierto que los signos del Apocalipsis pueden leerse perfectamente en la realidad actual. En «The Land of Hope«, por ejemplo, Sion Sono retrata el desastre nuclear de una ficticia Nagashima (tan similar a Fukushima) que demuestra el desamparo del hombre de la calle para enfrentarse a catástrofes provocadas por el hombre pero que acaban en manos de altas instancias. Y, por su parte, «A Última Vez Que Vi Macau» (de João Pedro Rodrigues y João Rui Guerra da Mata) va un paso más allá al establecer un desternillante juego con el espectador en el que no sólo disasocía las imágenes del argumento narrado en voz en off, sino que incluso se arriesga a poner delante de tus ojos una urbe gigantesca en el que el Apocalipsis ya está ocurriendo: todo depende de cómo lo mires.