THE IMPOSTER, de Bart Layton. Este documental, que a ratos mola y a ratos parece un reportaje de «Cuarto Milenio» porque se construye a base de recreaciones, venía con las credenciales de haber sido la sensación en la última edición del Festival de Sundance y de compartir productor con «Searching for Sugar Man«. La historia se centra en la figura de un suplantador compulsivo de identidades que se cuela en la vida de una familia americana que lo acoge con los brazos abiertos pensando que es su hijo desaparecido cuatro años atrás. El documental está narrado en primera persona por su propio protagonista, y es un ejemplo (a ratos demasiado efectista) de lo más curioso de un caso de «cazador cazado». [EC]
THE LAND OF HOPE, de Sion Sono. En «The Land of Hope«, Sono fabula con la posibilidad de un desastre nuclear en la central inventada de Nagashima para hablarnos no sólo de que el Apocalipsis hace tiempo que vive entre nosotros, sino también para poner sobre la mesa la inquietante normalidad con la que todos nos enfrentamos al fin del mundo en nuestro día a día. Ante unos sucesos muy parecidos a los de Fukushima (mencionados en el film como las orejas del lobo que nadie quiso ver en su momento), resulta aterrador que las autoridades hagan pasar por normal lo anormal, pero resulta más escalofriante todavía comprobar cómo es el hombre de la calle el que coge las riendas de la tiranía de la normalidad por mucho que eso signifique dar la espalda a su propia seguridad y a los tuertos que intentan abrir los ojos de los ciegos por voluntad propia. [RDT]
TINY FURNITURE, de Lena Dunham. Era el must del festival: pasar por «Tiny Furniture» para decir que no es para tanto, para demostrar que todos somos muy guays y que, aunque nos flipamos con Lena Dunham hace menos de un año, también podemos rajar de ella. Ni hablar: «Tiny Furniture» no sólo es una estimable precuela de «Girls«, sino que su principal valía está en el hecho de ser un tremendo ejemplo de comedia low-cost capaz de evolucionar desde la celebración del perdedor a la coronación del ombliguista antipático. Sigo sin saber si Dunham es la voz de su generación, pero me da igual ser menos guay por afirmar que a mi me parece que está bien cerca. [RDT]
TOWER, de Kazik Radwanski. El protagonista de «Tower«, un tipo calvo y desagradable que vive con sus padres y que es capaz de cortar una relación con una mujer de mediana edad para focalizarse en una «amiga» de Facebook con la que no tiene contacto alguno, tiene todas las papeletas para convertirse en un icono a ser recordado por cualquier que se tope con el film de Kazik Radwanski. Más interesante resulta, por otra parte, leer la película en una clave menos complaciente que pone el dedo en la yaga de todos esos seres humanos que, cada vez con mayor frecuencia, son incapaces de distinguir entre los códigos sociales virtuales y los reales. Con una camisa de fuerza que contuviera la tendencia hacia la dispersión de Radwanski, sin embargo, «Tower» ganaría varios enteros. [RDT]
WASTELAND, de Rowan Athale. Lo hemos visto mil veces: film británico que aprovecha el tirón de algunas estrellas televisivas para endilgarnos una mezcla entre Guy Ritchie y el primer Danny Boyle (el de «Tumba Abierta» y «A Life Less Ordinary«). El problema es que a Athale le falta el brío y la intensidad de los dos directores mencionados… Aun así, y por mucho que el «Wasteland» sea predecible hasta decir basta, su historia de «golpe perfecto» ambientada en los arrabales de Gran Bretaña debería ser capaz de alegrar el domingo lluvioso de cualquiera. [RDT]