EVERYDAY, de Michael Winterbottom. En los últimos tiempos, Winterbottom ha jugado tanto al despiste y a la hiperactividad que resulta imposible no dejarse llevar por la sensación de que no es un director con cosas a decir, sino que más bien es un realizador que se fuerza a decirlas para mantener el ritmo de su producción estajovinista. Sus films adolecen de falta de pasión, y eso es precisamente lo que ocurre con «Everyday«: Shirley Henderson brilla en el papel de una mujer que se come el marrón de criar a sus hijos mientras el padre está en prisión… Pero aquí no hay madres corajes ni dramas forzados: Winterbottom opta por una realización plana en la que la normalidad cotidiana aplasta cualquier atisbo de tragedia. Una intención loable, la de quitar hierro a un asunto demasiado trillado en el cine social británico. Pero quitar lastre no debería significar restar emoción. [Raül De Tena]
FRANCES HA, de Noah Baumbach. Nuestra cita más esperada del festival no ha defraudado. Greta Gerwig se come la pantalla en esta maravillosa cinta sobre las vicisitudes del entrar sin querer o sin saber en la vida adulta: celuloide que rezuma brío e inteligencia. Menos Dunham de lo que pueda parecer (aún está por ver que Lena sepa crear personajes con los que no sentir antipatía en grado variable, mientras que la Frances recreada por Gerwig es un tratado en si misma de candor adorable) y sí más cerca de un eventual trinomio Allen–Jarmusch–Stillman. Merecidamente ovacionada. [DMDLH]
LA CINQUIÈME SAISON, de Peter Brosens y Jessica Woodworth. La joya escondida del festival recogía, sorprendentemente, los ecos apocalípticos del año pasado. La forma más sencilla de definir «La Cinquième Saison» es reducirla a una suma en la que la forma de «Melancolía» confluye con el fondo de «The Turin Horse«: de la primera toma una estética desbordante, inquietante y fascinante, mientras que la segunda sería la fuente existencialista de la que beber hasta hartarse. Por si fuera poco, el film de Brosens y Woodworth consigue introducir las constantes apocalípticas en otra tendencia de último cuño: ese neo-ruralismo que aparece en las celebraciones tradicionales que aquí, una vez llega ese fin del mundo silencioso en el que las estaciones simplemente se detienen, transmutan en nuevos festejos preñados de una crueldad sorda muy acorde a los nuevos tiempos. [RDT]
LA PLAGA, de Neus Ballús. Más que una clausura, lo de «La Plaga» fue el broche de oro ideal para un festival como el D’A. En el turno de preguntas y respuestas que siguió a su exhibición, la directora afirmaba que esta no es una película sobre la crisis actual, sino más bien sobre esas zonas periféricas en las que la crisis siempre ha existido como una constante. Sea como sea, es innegable el poderío de Ballús a la hora de tomarle el pulso a la crisis (a cualquier crisis) como ese verano eterno y desasosegante que ahoga a todo un grupo de personajes que no realiza sobre-esfuerzos por sobrevivir porque, básicamente, viven habituados al esfuerzo y al desamparo. Finalmente, el espectador podría interpretar la lluvia como una redención, un escape, una posibilidad de mejoría… Pero un epílogo entre pesimista y esperanzado matiza las conclusiones apresuradas. Como la vida misma. [RDT]
LE REPENTI, de Merzak Allouache. La jugada es sencilla: «Le Repenti» apuesta por ocultar al espectador lo básico para conseguir aumentar su desasosiego. Lo consigue: la tensión palpable entre los protagonistas, un «arrepentido» terrorista yihadista y un farmacéutico que se ve extorsionado por el primero, llega a extremos realmente incómodos. Nunca sabes qué está ocurriendo, cuál es la naturaleza de la extorsión ni su finalidad. Por eso mismo, cuando todo se desvela y el final se apresura de forma bastante patillera, los esfuerzos de Allouache acaban quedando en una agua de borrajas poco satisfactoria. [RDT]
MANHÃ DE SANTO ANTONIO, de João Pedro Rodrigues. Desconcertante fábula sobre una tropa de jóvenes silenciosos y mortecinos que invade una Lisboa desierta en la festividad de San Antonio. Cargada de simbolismo y con algunas imágenes realmente apabullantes (una muchacha sumergiéndose inmutable mientras sostiene su móvil a salvo del agua, el plano final de un clavel a la deriva y una reflexión oculta de Pessoa), João Pedro Rodrigues se apuntala como otro nombre clave en la nueva cinematografía lusa. [DMDLH]