SÁBADO. 18 de mayo
ESCENARIO ESPÍRITU RÍAS BAIXAS. El segundo día del Festival do Norte 2013 había amanecido luminoso, con el sol abriéndose paso entre las nubes, y con un tono rojiblanco que se reflejaba en las caras de alegría de algunos futboleros que enseñaban signos de triunfo en el recinto de Fexdega: tenían la Copa en sus manos. Un trofeo similar se merecían recibir Aurora, por su entrega ante un foso todavía convertido en páramo. A los granadinos les correspondía el complicado honor de arrancar la jornada a una hora demasiado temprana para que su pop de tintes psicodélicos, trazas noise y melodías diáfanas tomara cuerpo.
Los vigueses Mvnich tampoco lucen todo lo que deberían bajo la luz diurna. Vilagarcía no iba a ser la plaza en que rompieran esa especie de maldición festivalera que les obliga a salir a la palestra siempre antes de que llegue la noche, franja en la que, seguro, su combinación de post-punk, new wave y shoe(sky)gaze multiplica sus efectos. Aun así, atacaron con ímpetu varias de las piezas que componen su disco de debut, “INA” (autoeditado, 2012), desde la rocosa “Magnicide” hasta la más relajada “A Bigger Soul Than My Heart”, pasando por odiseas rock regadas con sintes galácticos: muestras de los variados registros que los vigueses supieron dominar sobre las tablas.
Con Novedades Carminha iba a comenzar una auténtica fiesta punk-pop a la gallega que se prolongaría hasta el cambio al escenario principal. Su fórmula fue sencilla: incitar a divertirse despendoladamente a base de riffs espídicos, golpes rítmicos bulliciosos y brevísimas e irónicas soflamas. El pogo y los cánticos al unísono estaban asegurados, ya sonase “Échame Gel”, “Te Vas con Cualquiera”, “Santiago Apóstol”, “Amor Rural”, “Ensalada de Hostias” o, claro, “Jódete y Baila”. Los Ramones santiagueses le daban todo el sentido a la moda juvenil de conjuntar camisa hawaiana con gorra de capitán de barco al tiempo que hacían que la carpa se viniera abajo. Hasta los ye-yés tenían que joderse y bailar.
En los 80 no había ye-yés, o eso se comenta… A mediados de aquella década, Aerolíneas Federales consiguieron triunfar más allá de las fronteras galaicas apelando al lado más encantador e ingenuo del punk de filiación anglosajona, gracias al cual aglutinaron una gran legión de fans que celebraron su retorno en 2011, después de casi veinte años de ausencia. De ahí que su aparición en el Festival do Norte 2013 se observase como una alborozada reunión de seguidores de los vigueses de todas las edades, en la que no faltaron las pelucas de colores, las camisetas con algunos de los lemas del grupo y todos sus greatest hits. Con las energías intactas (aunque la mella del paso del tiempo se apreciaba a veces, inevitablemente…) y su atrevimiento todavía vivo, Aerolíneas desplegaron un cancionero que ya pertenece al imaginario colectivo (sobre todo el gallego, por culpa de temas como “Non Todo é o que Parece”, que cayó al principio y al final, para los rezagados) y que contentó a todos los presentes. El karaoke comunal alcanzó su cúspide cuando la banda desempolvó “Soy una Punk”, “No me Beses en los Labios”, una ska “Ahora Soy Feliz” o “Rollo Porno” y rememoró sus personales versiones en castellano de “Video Killed The Radio Star” (The Buggles), “I Love Rock ‘n’ Roll” (Joan Jett & The Hartbreakers) y el “Summer Nights” de la BSO de “Grease”. En menos de una hora se contempló en todo su esplendor un pedazo de la historia del rock gallego.
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ESCENARIO ESTRELLA GALICIA. Con la cabeza de vuelta al siglo XXI, pero no en la presente década, sino en la anterior, llegaba el momento de fijarse en Estereotypo, cuyo estilo procede justamente de aquel ciclo en el que reinó el revival new-wave destinado a la pista de baile. La receta ya está más que machacada, aunque resultaba ideal para reabrir la carpa principal. Entre ecos a Franz Ferdinand, los antiguos Delorean y los primeros Justice, la banda de Santander sacó todas sus armas dance-synth-rock para quebrar las caderas del personal mediante “Everybody Is Singing”, “The Show Is Over” o su vitaminada cover del “Love Me Do” de The Beatles, que algún que otro beatleliano acérrimo se tomó como un sacrilegio. El objetivo era que los presentes danzaran sin escrúpulos, y Estereotypo lo lograron con creces.
Algunos de los temas de Delorentos también son válidos para tal cometido. Sin embargo, los irlandeses, aunque arrancaron con ganas, fueron sosegándose hasta entrar en una fase melódica (“Care For”) que sólo satisfizo a los fans que tarareaban por lo bajo sus letras. Cuando remontaron el vuelo con piezas briosas como “Eustace Street” o “Did We Ever Really Try”, la temperatura ambiental aumentó pero no desaparecía la sensación de que, como Delorentos, existen decenas de grupos en Irlanda y Reino Unido. Con muchos de ellos comparten esa profesionalidad sobre las tablas tan británica que les ayudó a que el público vilagarciano recibiese con agrado su ración de pop guitarrero.
La idiosincrasia de Delafé y Las Flores Azules es lo suficientemente peculiar como para que se encuentren referentes similares en nuestro país. Eso sí, su propia distinción hace que, trasladada al directo una y otra vez, pierda el factor sorpresa. Con todo, su nivel técnico e interpretativo se mantiene en todo lo alto: la manera en que llega a la audiencia su efusivo pop coreografiado y rapeado a dúo (sólo roto por la muy girl-group sesentera “Mientras Beso a mi Chico” o la groovy y veraniega “Mar, el Poder del Mar”) se saborea como un caramelo relleno de un positivismo (“Volvemos a Empezar de Cero”, “De Ti sin Mí” o “Espíritu Santo”) que, a veces, se tarda en digerir. Sobró alegría, pero faltó la chispa de anteriores ocasiones. Esta vez no hubo lanzamiento descontrolado de confeti.
Tampoco con Dover, que aparecían metidos en el programa del Festival do Norte 2013 con calzador y debían, al menos, dar algunas buenas razones para justificar su presencia repasando su disco “Devil Came To Me” (Subterfuge, 1997) más otras piezas conocidas de su carrera. Algo fallaba en el inicio cuando la sección del público que, en apariencia, debía desgañitarse ante los madrileños, se quedaba quieta y prácticamente en silencio. Una frase de un indignado resumía parte de la opinión que se escuchaba en el foso: “No han molado nunca y no van a molar ahora”. Ahí residía el problema: quizá Dover no estaban en el lugar ni ante los testigos adecuados. De poco servía que Cristina Llanos se empeñase en hacer ciertos gestos provocadores que en los 90 podrían hacer gracia, pero no hoy en día: la juventud se las sabe todas; y los que en la adolescencia se dejaron seducir por su música, han madurado. Ya en la segunda parte del show, la tríada “Loli Jackson”, “Serenade” y “Devil Came To Me” revolucionó el gallinero, aunque no compensó la frialdad y el escepticismo que lo presidió desde el principio.
Por suerte, la helada atmósfera de la carpa se descongeló en un segundo en cuanto TOY, con sus largas melenas, salieron a preparar a toda prisa su backline. Se avecinaban una gran tormenta (no precisamente caída del cielo) y el otro punto álgido del certamen, junto al vivido de la mano de Triángulo de Amor Bizarro la noche anterior. El ruido, más domado, iba a tomar de nuevo las riendas. En su álbum, “TOY” (Heavenly, 2012), los británicos condensan toda una colección de krautrock, shoegaze, post-punk y psicodelia de perfecto acabado y efectos hipnóticos pero que sufre de una relativa carencia de músculo. Ese déficit lo resolvieron en directo de una forma aplastante, estirando y contorsionando las canciones e introduciéndolas en torbellinos sónicos imparables. Con “Colours Running Out” destaparon el tarro de sus esencias eléctricas engañando en cierto modo, ya que la reprodujeron fielmente a su versión en el álbum. Ese sólo fue el espejismo inicial de su posterior marasmo noise. A partir de ahí, el grupo liderado por Tom Dougall no se anduvo con bromas para sacudirse la sombra del hype que lo persigue desde sus primeros pasos. Juegos malabares con el tempo, feedback, distorsión… Su arsenal de recursos parecía ilimitado y tenía el único fin de elevar el contenido de su LP hasta la estratosfera empujado por las notas galácticas del sintetizador de Alejandra Díez. El conjunto instrumental atravesaba los cuerpos con sus vibraciones a medida que alcanzaba las cumbres de “Dead And Gone”, “Motoring” o “Kopter”, cuya rítmica de cemento armado dejaba en calzones a Neu! o Can. Al final, nadie se acordó de que se habían olvidado de su hit “Lose My Way”… Tampoco mencionó nadie a The Horrors, con los que TOY son comparados constante e injustamente: cada uno de ellos sigue su propio camino, aunque los segundos a una alta velocidad de crucero.
La de We Are Standard, más que alta, es ácida. Tanto como el mejunje que se degusta en su último disco, “Day” (Mushroom Pillow, 2013), reflejo definitivo de una variación en su rumbo que les ha sentado bien. Los vascos, guiados por un Deu Txakartegi juerguista, sarcástico pero menos bailongo de lo habitual, se sirvieron de él para ejecutar una primera parte de show centrada en su aura screamadelica. No tardaron demasiado, sin embargo, en apretar el acelerador para aumentar las revoluciones de su electro-rock a través de “The Last Time” y “On The Floor”, sus dos clásicos rompe-pistas que se enlazaron con naturalidad con la lisergia dance de “07.45 (Bring Me Back Home)” o una rotunda “Can I Count On You”. Posiblemente, no haya otra banda nacional que sea capaz de clausurar un festival con el vigor que los getxotarras imprimen a sus conciertos. No son sorprendentes (al igual que el cierre con su versión del “I’m Waiting For The Man” de The Velvet Underground), pero sí siempre festivos.
Este es, precisamente, uno de los cientos de adjetivos positivos (didáctico, necesario, obligatorio, significativo, prestigioso…) que se pueden aplicar al Festival do Norte, desde su nacimiento hasta su capítulo de 2013. ¿Aún deben preguntarse muchos cuáles son sus beneficiosas consecuencias? Esperemos que tal cuestión no salga a relucir otra vez cuando llegue el momento de hacer realidad su edición de 2014.
[Jose A. Martínez] [FOTOS: Pilar Peleteiro]