Seguimos a tope en el Festival de San Sebastián 2015… En nuestra tercera crónica brillan «Le Nouveau», «The Boy and The Beast» y «Heart of a Dog».
Nada más empezar el festival, la película francesa «Le Nouveau (The New Kid)» se alzó como la clara favorita para hacerse con el premio del jurado joven, con una votación muy similar a la que obtuvo «Güeros» (2014), ganadora del año pasado. No es de extrañar, puesto que comedia francesa que se estrena, comedia francesa que arrasa en esta sección… Y más tratando sobre un tema tan familiar como el rechazo escolar. Pero la verdad es que si, como está previsto, llega a ganar, pocos se mostrarían indignados.
En «Le Nouveau«, Benoit, un chaval de catorce años, acaba de mudarse desde La Havre a París y, debido a su timidez, le cuesta integrarse en su nueva clase. Tratando un drama de los pies a la cabeza con tono de humor y cambiando la aceptación externa por la auto-aceptación, la revisión de este tópico por parte de Rudi Rosenberg capta adeptos con un humor fresco y casi negro por momentos.
A destacar, más que nada, las brillantes interpretaciones de los más jóvenes: acostumbrados a tragarnos a niños repelentes, estos chiquillos son como agua de mayo. No sólo desprenden naturalidad (y, con ello, credibilidad), sino que consiguen dar matices personales a cada uno de ellos creando unos personajes con trasfondo y carisma, a un nivel que sobrepasa a los propios adultos.
La película evoca recuerdos y vivencias personales que habías olvidado bajo todas esas películas de clichés escolares que nada te decían, donde los niños eran vistos a través de un cristal difuminado y no cara a cara. Porque en «Le Nouveau«, como en la vida, a los catorce años las chicas son más altas que los chicos.
“Una peregrinación. ¿Hacia dónde?”… Como un rat terrier ciego corriendo en la playa hacia una oscuridad fija, uno necesita perder el miedo y dejarse llevar para disfrutar de «Heart of a Dog«.
La de Laurie Anderson era una parada obligatoria en el festival para todos los amantes del cine experimental. Apoyada siempre en su propia música, pero (como artista multidisciplinar que es) transcendiéndola notablemente, Laurie dedica este film a su difunto marido Lou Reed (1942-2013), con cuya canción “Turning Time Around” termina. Es este un ensayo visual sobre la muerte y el amor, usando a su perro Lolabelle como canalizador. ¿O era al revés?
Como si de este can se tratase, el film husmea una diversidad de temas, desde la distorsión que hace el tiempo a la memoria hasta la interpretación del «Libro Tibetano de los Muertos«, sin llegar a centrarse en ellas, con reflexiones dispersas pero nunca aleatorias. La banalidad se mezcla con lo perenne, y Anderson es capaz de saltar de un cartel de seguridad estadounidense a Wittgenstein y a la (re)visión de la vida cuando la muerte acecha.
En los agradecimientos finales: Chris Marker. No es de extrañar que «Heart of a Dog«» recuerde así a «Chats Perchés» (2004), con una sociedad post-11S siempre presente, pero cambiando la obsesión de Marker por los gatos a una carta de amor críptica -como Godard en «Adiós al Lenguaje» (2014)- a un perro.
«Heart of a Dog«, con su estructura cónica, acaba por revelarse como una declaración de aceptación y consentimiento a la muerte, un viaje de 49 días condensado en hora y poco, con más preguntas que respuestas y plena conciencia sobre ellas.
Con paso lento pero firme, Mamoru Hosoda se está convirtiendo en uno de los grandes nombres del anime contemporáneo.»The Boy and The Beast» bate records no sólo por ser esta su primera película en el Festival de San Sebastián, sino por ser la primera película de animación japonesa que consigue entrar en la Sección Oficial en sus 63 ediciones de historia. En ella se cuanta la historia de Kyuta, un niño que se ha escapado de casa y que sigue a Kumatetsu, un monstruo sobrenatural con una fuerte personalidad, hasta el mundo de las bestias, donde se convertirá en su discípulo.
La trama, que al principio parece tener un corte clásico, una revisión de la historia que hemos visto mil veces, acaba por agarrarse con fuerza al drama familiar. Tal y como lo hacía en su anterior película, «Los Niños Lobo«, Hosoda señala a la ausencia y la distorsión de la figura paterna como causa de crisis de identidad infantiles. Eso sí, mientras en «Los Niños Lobo» la capa que escondía este mensaje era fina pero homogénea, aquí es tosca pero con distinguidos agujeros.
Es inevitable que salten comparaciones con el consagrado rey del anime, Hayao Miyazaki, y más cuando a Hosoda se le ha casi impuesto el título de heredero debido a su tendencia a chocar mundos fantásticos y reales y el amor hacia una animación poética… Pero las similitudes quedan muy confinadas si uno rasca un poco. Poco tiene que ver la imaginación caótica de Miyazaki con un Hosoda que se mantiene en tierra su fantasía con pies de plomo, mientras que las líneas en la historia denotan la influencia de occidente por todos lados. Esto afecta con doble filo en San Sebastián: por una parte disminuye la fascinación y la imprevisibilidad, pero por la otra hace que esta dulce fábula resulte al espectador mucho más familiar y cálida.