Nuestra cuarta crónica del Festival de San Sebastián 2014 se deja seducir tanto por lo fácil («The Disappearance of Eleanor Rigby») como por lo difícil («In The Basement»).
Cuarta crónica de este Festival de San Sebastián 2014 que llega a sus últimas jornadas, con un balance definitivamente positivo en lo que respecta a la calidad de las propuestas cinematográficas, por más que no haya habido más remedio que lidiar ocasionalmente con alguna cinta muy por debajo de la media. Pero seamos positivos, quedémonos con lo bueno: Dolan con “Mommy”, Garaño y Goenaga con su sorpresa “Loreak”, Kawase con “Still The Water”, la tremenda “The Tribe” de Slaboshpytskiy, Dumont y su “P’tit Quinquin”, Ovashvili con la maravillosa “Corn Island” o el maestro Nuri Bilge Ceylan con “Winter Sleep”, de la que hablaremos en la siguiente crónica. Y, por encima de todos ellos, resplandece el nombre de Mia Hansen-Løve. Tiempo habrá de extenderse con más calma, más distancia y más dedicación a esa “Eden” suya que nos ha dejado temblando y que, a estas alturas, aún no sé si será la mejor película vista en esta 62ª edición del Festival de Cine de San Sebastián, pero sí sé que será la más importante. De “Eden” me gustaría hablaros en otra ocasión, como os digo. Pero ahora es turno de repasar otras de las películas vistas recientemente.
“The Disappearance of Eleanor Rigby” tiene todos los ingredientes para encandilar a ese sector del público que gusta del cine aseadamente moderno, de ramalazo burgués y con cierto buen gusto, más que nada porque sus ingredientes se ensamblan para servir como espejo a ese tipo de audiencia. El “podríamos ser nosotros” es la baza que juega “The Disappearance of Eleanor Rigby” en pos de la complicidad con su target comercial. Sumen piezas: la pizpireta Jessica Chastain ensombreciendo a un James McAvoy algo perdido, una historia de amor-desamor arrebatado, referencias culturales para todos los públicos y un buen elenco de secundarios donde destacan un Bill Hader bastante irreconocible como chef hipster, una Isabelle Huppert como la madre francesa bohemia (¡oh, clichés!) y una destacable Viola Davis como la profesora afroamericana enrollada (¡oh, más clichés!). Este acúmulo de elementos conforma el core emocional del montaje actual de “The Disappearance of Eleanor Rigby”. Posiblemente, el visionado de las dos versiones primigenias (“Him” y “Her”, estrenadas el año pasado) carezca de las ciertas taras que muestra este montaje ¿definitivo? (“Them”) de la película de Ned Benson, quizás en relación a una cierta superficialidad en el estudio de las relaciones sentimentales que aquí se plantea. En todo caso, yo, que soy un tipo fácil, de la vieja escuela, y que, al menos en cuestiones de cine, casi siempre -si se me permite la grosería- me la meten doblá, me dejo seducir discretamente por esta “(…) Eleanor Rigby” y le doy mi voto favorable, aunque con reservas.
Ulrich Seidl nos ha dejado de nuevo con la mueca de perplejidad en el rostro con su “In The Basement”. Este documental (pero, ¿de verdad es un documental?) muestra la cara más oculta (los sótanos) de una galería de personajes que generosamente podríamos definir como excéntricos: desde un entrañable trombonista nazi hasta una dominatrix pasadísima de vueltas o desde un tipejo que se jacta de eyacular con una presión sobrenatural hasta una señora que cuida con mimo y amor a una especie de bebé-muñeco momificado. En lo que respecta al apartado técnico, Seidl se muestra insobornable a la hora de componer el plano: estático y con el encuadre siempre pendiente del punto de fuga, lo que le da a la obra un carácter prácticamente ilusorio, casi onírico. Nos fascina esta especie de irrealidad (o pseudorrealidad) iconográfica en contraste con la aparente búsqueda de las verdades más privadas de las personas a estudio. El realizador austriaco airea así los rincones ocultos de las entrañas de la sociedad (en este caso de su país, aunque posiblemente extrapolable a todo el considerado primer mundo) en una cinta tan delirante como hilarante, con un cierto aroma pornográfico en base a la exhibición de los secretos más íntimos de la relación persona-objeto. Este ejercicio voyeurístico y descacharrante sufre de un cierto colapso iterativo en sus momentos finales, pero la propuesta nos resulta globalmente aplaudible.
También desde el género documental llegaba la propuesta más unánimemente destacada dentro de la sección Nuev@s Director@s. Sin embargo, Marcell Gerö con su cinta “Káin Gyermekei (Cain’s Children)” se sitúa en las antípodas de Seidl en cuento a tono y registro. De una gravedad impactante, esta “Cain’s Children” nos apabulla sin descanso ante la crudeza de lo que se cuenta y cómo se cuentan esas vidas actuales de tres hombres que en su más temprana adolescencia asesinaron respectivamente a un padre, un profesor y un amigo. Gerö se vale de la cercanía de su mirada (una cercanía ocasionalmente difícil de soportar) a estos tres hombres devastados social y moralmente, y se centra en su relación actual con el entorno más cercano, pasando un poco de puntillas por los eventos criminales del pasado, aunque sin esconderlos totalmente gracias a los recuerdos de los tres protagonistas y a los vídeos de archivo de la época. En esencia, “Cain’s Children” nos interesa a la vez que nos afecta por su capacidad de helarnos la sangre con esos cerradísimos primeros planos de las periferias de la moral, en un ejercicio más que notable.
Por último, me hubiera gustado también hablar de “Murieron Por Encima De Sus Posibilidades”, de Isaki Lacuesta. Lo que pasa es que no hay mucho que decir de ella, y todo cuanto se puede decir no es muy bueno. Es, de hecho, bastante malo. Planteada como una comedia alocada sobre la crisis, la cosa se queda en un sonrojante dislate, que apenas divierte, apenas provoca y que en determinados pasajes exprime los límites de la vergüenza ajena. Ojo, que se estrenará y quizás tenga su público, bendito sea ese espectador español medio que dejó a “8 Apellidos Vascos” como la cinta más exitosa del siglo. Le deseamos lo mejor a Lacuesta, por más que nos queda la impresión que el viejo Cravan debe estar revolviéndose en su tumba.