Nuestra segunda crónica del Festival de Cine Europeo de Sevilla 2015 no es una crónica… sino una carta de amor a Louis Garrel y «Les Deux Amies».
“Me parece que una gabardina es de lo más elegante y atractivo que puede llevar una mujer. Una gabardina beige…” El alcohol y la noche salmantina nos había llevado a confesarnos, abiertamente, sobre nuestros fetiches y fantasías. De aquella noche, en la que las lagunas se convirtieron en mares insalvables, recuerdo a la perfección a Manu y Luis diciendo esa frase.
Se presentó con una gabardina. Con una gabardina beige. Como esas que llevaban Gable o Bogart. Como esas que se visten con la propia persona. Como las que, incluso cuando llueve, permanecen impecables. Se presentó con una gabardina beige, y toda la elegancia y presencia que habría personificado al propio Gatsby. Allí estaba. No tardé en verle y, cuando mis ojos se cruzaron en su camino, el cálido azul congeló el instante. Supe reconocerle: Estaba frente a Louis Garrel.
Cuando volví a salir a la terraza del Casino, él ya había desaparecido.
Louis. Garrel. Je dois vouz remecier pour…
Estamos creciendo. Estamos creciendo, pero las historias siguen siendo las mismas. Louis era el culpable de que, años atrás, yo me hubiese enamorado perdidamente de un mayo del 68 envejecido y de un chico que vestía rizos azabache y ojos verdes. Habían pasado lustros y yo seguía fantaseando historias en aquella Francia. Ahora más nueva, con más recuerdos, más demacrada, con una nueva revolución. Ahora, sobre las aceras volvía el mar.
¿Hasta dónde llega la mentira? En mi caso, hasta comprar entradas para todas las películas que se proyectasen a la misma hora y colarme en la sala al saber que no quedaban plazas para verle. ¿Hasta dónde llega la mentira? Hasta dos amigos de treinta años, inmaduros como unos de quince y demacrados como otros de cincuenta. «Les Deux Amies» tiene tres partes, «Les Deux Amies» tiene tres colores, «Les Deux Amies» en Garrel, rojo, en Farahani, azul, en Macaigne, blanco. «Les Deux Amies» podría enarbolarse como una bandera.
Louis, que compite esta edición con su padre, nos presenta de nuevo un trío amoroso en la jerga de Prévert. “Las Reglas del Juego» (1939) es la fuente de donde brotan todos los (t)ríos que van a desembocar en las mejillas demacradas de Mona, o a los ojos desolados de Clement. “Jules et Jim” “Banda a Parte”, títulos de la Nouvelle Vague que mantiene una cita en el film. Incluso hay un hueco para “Dreamers”, para una revolución del 68 que representa el propio caos figurado que atraviesan los protagonistas.
Clement, figurante de cine, se enamora perdidamente de Mona, una camarera de la estación de tren. Hay algo de ella que la hace inaccesible durante más de dos horas y, pasadas unas semanas, ella le implora distancia. Abel, atractivo y conquistador amigo de Clement, hará perder el tren de vuelta a casa a la joven, obligándola a pasar toda la noche junto a ellos.
Mona está presa, como su pájaro, en una cárcel. Sus horas de libertad obligada junto a un encantador Vicent Macaigne (Clement) y un irresistible Abel (Louis Garrel) son el sustento para la obra. ¿Cómo se pueden temer la mirada de Louis? Puedo dar fe de que resulta cuasi imposible; pero que, inexplicablemente, en el celuloide lo torna real. Un dañino hombro sobre el que llora Clement y una mano oculta que le apuñalase. Un trío amoroso que, sin duda, se separa de los que habíamos visto hasta el momento y que hará soñar a los cinéfilos más afrancesados, con un tiempo donde Truffaut o Resnais recorrían las calles.
¿Hasta dónde puede llegar la mentira? Hasta la escena final del metraje. Pero ¿Quién no se dejaría engañar por la dulzura de las vírgulas entonadas por Garrel?
Tras la proyección, pude encontrarle. No fue difícil reconocerle entre la gente: ataviaba la gabardina beige. Por primera vez crucé sin mirar para buscar a alguien, y pude decirle mirándole: Louis. Garrel. Je dois vouz remecier pour (…)
No sé si alguna vez habéis podido agradecer a alguien por haberos presentados a un amor de infancia pero yo, este sábado, pude hacerlo. La historia es larga, no viene al caso y, quizás, algún día la veáis en una pantalla. Me confesó que sería encantador que lo hiciera.
Se despidió con un beso en la mano y, por un momento, Sevilla volvió a Mayo y fue el 68.
Se despidió con un beso en la mano
Louis. Garrel. Je dois vouz remecier pour (…)