El video de «Lindisfarne» (donde se juntan las dos partes de una canción que, en el debut del artista, aparecen separadas) da mal rollito. Y sí, da yuyu por la atmósfera de rito de iniciación y por las babas y por las tijeras y por los bailes desfasados en medio del bosque y porque los adolescentes dan mal rollo siempre que se ponen así de místico-chamánicos. Pero, sobre todo, el video de «Lindisfarne» inquieta porque, en medio de sus rituales malrolleros, los chicos no se dan cuenta de que James Blake está en una esquinita de la habitación cantando con su voz adicta al vocoder. Cada vez más: sólo se puede ser fan de este niño.