Britney Spears no superará jamás todos los años que pasó en el motor de un autobús (y con un pie en el frenopático) por culpa de su divorcio con Kevin Federline: sus años de gorda y calva. Por eso, desde que ha vuelto a recuperar el tipín, sale medio en pelotas SIEMPRE que puede y le dejan. Para que veamos que vuelve a estar buena. Para que incluso nos lleguemos a plantear si no fue siempre así y sus paraguazos y «aquello que pasó en los premios MTV» fueron solo un error en Matrix. Además, ha abrazado el chonismo musical con todo su cuerpo… Y bien, oye. Que desde «Blackout» la chica va en línea ascendente en eso de rebozarse en los sonidos más tolais del momento. Y, claro, con una canción tolai también viene un vídeo tolai.
«Work Bitch» es la canción más tolai de Britney so far y su vídeo, por suerte, también lo es. Britney vuelve a salir medio desnuda, que es lo que se espera de ella, se pone arneses y pega latigazos porque los arneses son de chica dura y ella lo es (y sus abdominales también lo están, no lo olvidéis). Se rodea de un montón de guarronas que bailan con ella en medio del desierto (qué manía le ha entrado con el desierto a esta chica, ¿será alguna metáfora Iluminati que tenga relación con su residencia en Las Vegas?)… Aunque, bueno, eso de que baila está por ver. Porque Brit está delgaíca pero moverse, lo que se dice moverse, se mueve menos que el palo del niño del anuncio: que si toco la pared, que si subo y bajo y hago como que hago una sentadilla cósmica pero las nalgas no me llegan a los tobillos y que si hago con el torso de izquierda a derecha balanceándose así, así me gusta a mí. Pero poca cosa más. Porque cuando hay que hacer movimientos de bailarina las guarras los hacen solas y Britney no sale ni en plano (palabrita: minuto 1:23, ¿dónde está Britney? ¿¿Conduciendo el Maserati??). Y como la cosa va de que si quieres tener una vida de lujos y buen gusto pues te lo tienes que currar, bitch, y trabajar como una ídem (o de ello, no nos queda claro), pues todo tiene una estética como de puticlub caro, como si Skrillex hubiera abierto una filial del Bada Bing en Hong Kong pagada con sobres regalados por Bárcenas… O algo así. Hay mucho brilli brilli de imitación y también sale un travesti con un maniquí atravesando el desierto (otra vez) que igual es una metáfora de ese «desierto vital» que ha tenido que atravesar nuestra Brit y resulta que la Spears también tiene inquietudes audiovisuales más profundas y nosotros sin saberlo.