La fiebre por los cupcakes ya ha llegado a tal punto que, la verdad, es difícil que nada nos sorprenda. Es un punto de no retorno, un punto triste… Pero es un punto por el que pasan todas las tendencias: superado el hype, es hora de la confirmación. Y, la verdad, parece que es más difícil hacerte un hueco una vez la fiebre está asentada que en su génesis, cuando se beneficia del hecho de que todo el mundo hable de ello como algo nuevo que le conduce a querer probarlo todo. TO-DO. Así las cosas, a muchos podrá sorprenderle la apertura de The Cat Factory en Barcelona (en el número 9 de la calle Lleó), ahora que todo el mundo tiene su lugar preferido de cupcakes o su pastelería imprescindible. Pero, ¿por qué no arriesgarse cuando sabes que tu propuesta es interesante, está gestada con mimo y, sobre todo, puede aportar algo a la escena existente?
Y es que The Cat Factory no es (para nada) un espacio que se aproveche de la fiebre cupcake, ni mucho menos. Es una propuesta que nace del dulce choque entre dos reposteras que han pasado por espacios tan bien considerados como Lolita Bakery o las cocinas del Hotel Me: una de ellas está especializada en cupcakes y pasteles decorados, mientras que la otra le da caña a una concepción de la pastelería que intenta ir un poco más allá de la habitual en nuestra ciudad, poniendo especial consideración en la calidad de los ingredientes y en una elaboración que cuide y potencie los sabores. Juntas, han tomado un pequeño-gran local justo en la frontera entre dos barrios tan diferentes como el Raval y Sant Antoni: justo al lado de la imprescindible calle Joaquín Costa, The Cat Factory se encuentra a un tiro de piedra del MACBA, de las universidades que lo circundan y de ese nuevo paraíso hipster que es Sant Antoni (de hecho, no se me ocurre ninguna idea mejor para ir a los cercanos cines Floridablanca que comprar algo en The Cat Factory y asegurarte que tu película va a ser una experiencia de lo más dulce).
El local, además, es todo lo que puedes desear cuando vas a algún sitio a comprar dulces: abundan los mármoles y las maderas en todo un conjunto de muebles viejos que no otorgan apariencia de antigüedad, sino más bien de gallardía romántica. Y también proliferan las repisas y escaparates donde exhibir las muchas locuras que preparan cada día en The Cat Factory (en una cocina que tienen al fondo del local, asegurando así que el olor que de allá sale te hipnotice olfativamente desde lejos). Hay pasteles decorados que se realizan por encargo (no puedes llevarte un trozo, porque eso rompería su belleza) pero que atraen ya desde el escaparate con sus complejas construcciones en fondant. También hay abundantes cupcakes (que, además, van siguiendo las diferentes temáticas del año: ahora mismo, por ejemplo, abundan los cupcakes de Halloween muy a juego con la decoración especial con que se ha decorado la tienda) y, evidentemente, pasteles que sí que puedes comprar por porciones. Ojo, por ejemplo, con el bizcocho de plátano y chocolate o con un clásico como el pastel de zanahoria que aquí bordan con pericia y delicia.
Y, por si fuera poco, The Cat Factory no sólo es un espacio donde darle goce a tu paladar… sino también a muchos otros sentidos. Para empezar, las paredes del local se van a ver decoradas cada mes con una exposición diferente: ahora mismo tienen cuadros muy afines a la noche de los muertos que está a punto de venírsenos encima, pero en cartera tienen, por ejemplo, una expo de fotografía erótica. También aprovecharán otro espacio del local para realizar cursos de cupcakes, pasteles decorados y muchas otras técnicas reposteras en diferentes grados de dificultad. Pero para saber en qué locuras están metidas las chicas de The Cat Factory (o en qué locuras van a meterse en breve), lo mejor que puedes hacer es acercarte a su local, darte un festín dulce y, de paso, charlar un rato con ellas. Entonces entenderás por qué su propuesta no es una más en la fiebre repostera: es más bien un proyecto que puede marcar una diferencia.