Sinceramente, no recuerdo cuándo empezó en la Ciudad Condal la carrera por encontrar la mejor hamburguesa, pero sí recuerdo cuando fue la primera vez que pensé “Esta es la mejor hamburguesa de Barcelona“. Fue cuando vivía al lado del Mercat de Santa Caterina y descubrí un minúsculo local en el número 2 de la calle Colomines: la del Bacoa fue, sin lugar a dudas, la primera hamburguesa que me hizo pensar en el concepto gourmet mientras la tenía en la boca. Y hablo de un concepto gourmet que, sin embargo, no fuerza a la hamburguesa a perder su propia esencia (como ocurre, por ejemplo, en El Filete Ruso): en las hamburguesas del chef Brad Ainsworths hay cantidad (pero nunca “exceso por exceso”) y al final acabas como tienes que acabar siempre que te comes uno de estos platos, pringado hasta las trancas y feliz como una perdiz. Después llegaría el Kiosko (también con carta de Ainsworths pero ya en un local más espacioso justo a la lado de la Estació de França) y, cuando todos pensábamos que la cosa se quedaría aquí, sorprendieron a propios y a extraños con el anuncio de que iban a abrir otro Bacoa justo al lado de Plaza Universidad, en pleno centro de Barcelona.
La sorpresa venía acompañada de cierto temor: uno de los rasgos más entrañables del Bacoa original era su escasa capacidad, que muchos ligábamos indudablemente a la calidad extrema de los ingredientes de sus platos. Este nivel de calidad (e incluso el sentimiento acogedor del local) se supieron mantener en el Kiosko. Pero… ¿un Bacoa gigantesco al lado de Plaza Catalunya? ¿Iba a ser esto el primer paso hacia una franquicia que bajara los estándares de calidad y que, sobre todo, matara lentamente la estrecha relación que los dos espacios existentes habían conseguido alimentar con sus clientes (fans y fieles)? Ya podemos respirar tranquilos: el nuevo Bacoa situado en el número 31 de Ronda Universitat ha optado por algo tan inteligente como ocupar un gran espacio con un número razonable de mesas, lo que seguro que impedirá que el local se masifique y que la cocina se vea obligada a funcionar a una velocidad que fulminaría la calidad final de las hamburguesas.
Es, además, un local confortable y con personalidad: las paredes de ladrillo visto, los colores suaves y el mobilario de madera aporta calidez a un espacio en el que el visitante puede optar por diferentes tipos de asiento (algunas barras con taburetes elevados pensados para los que van solos a comer y mesas de diferentes tamaños ideales para ajustarse tanto a parejas como a grupos más grandes). Las lámparas realizadas con tarros de vidrio le dan un toque muy original al ambiente, igual que los diferentes escritos y pósters en las paredes. Pero lo que más ayuda a potenciar la experiencia Bacoa es, sin lugar a dudas, algo que ya conocimos en el local original y que aprendimos a adorar en el Kiosko: esa dinámica que implica entrar, dirigirte a la barra, hacerte con tu papelito y un lápiz, anotar tu pedido y entregarlo a unas camareras simpáticas (nada de trabajadores agobiados por el ritmo de trabajo fast food). Si te quedas en el local, la camarera te entregará un pivote con tu número para localizarte en cuanto tu pedido salga de la cocina, y si lo quieres “para llevar”, un localizador te avisará en el momento justo. Por cierto, la experiencia “para llevar” del nuevo Bacoa se aleja por completo del rollo fast food y está cuidado hasta la saciedad, con unos packagins elegantes que ayudarán a que el festín carnívoro que va dentro parezca menos bestial.
Pero, ojo, porque las apariencias engañan. Y la experiencia gastronómica del nuevo Bacoa sigue siendo tan bestial como la de sus otros restaurantes. Aun así, y siguiendo la tradición impuesta por el Bacoa de Santa Caterina y por el Kiosko, el nuevo local tiene algunas hamburguesas en exclusiva que no se pueden encontrar en el resto de espacios: la San Jacabo, por ejemplo, es una absoluta locura que pone en entredicho el término primigenio de “hamburguesa” con un empanado pluscuamperfecto. También tiene algunas salsas que sólo pueden encontrarse aquí y aplican algunas variaciones a hamburguesas ya existentes (la Bacoa, en esta ocasión, no incluye dos hamburguesas, sino una). Las patatas de acompañamiento, sin embargo, siguen siendo las mismas que en el resto de los espacios del chef Ainsworths… Y si abría hablando de la mejor hamburguesa de Barcelona, es de recibo ahora hablar de estas como una de las mejores patatas fritas de la ciudad: con un punto ideal de fritura, un tamaño perfecto y una textura única. No hay lugar a dudas: el nuevo Bacoa es más grande y puede que acabe siendo más turístico, pero mantiene el elevadísimo nivel al que nos habíamos acostumbrado.