Estamos en noviembre, el mes de dar gracias, del año 1964 y EE.UU se recupera de la resaca -de las que no se van con ibuprofeno- causada por el asesinato de John F. Kennedy. En este contexto histórico comenzó la cuarta temporada de «Mad Men«, abriendo las puertas a una nueva era llena de cambios sociales que afectarán a las vidas de los personajes de la serie ‘de etiqueta’ de la AMC. La primera entrega -emitida el pasado 25 de julio- comienza con una pregunta: ¿quién es Don Draper? La respuesta es el leitmotiv de todo el episodio y punto de partida para el desarrollo de la nueva agencia Sterling Cooper Draper Pryce, que tendrá que hacerse un hueco en el convulso sector publicitario de la década de los 60.
Don Draper (Jon Hamm) es entrevistado para la revista Adverstising Age (publicación real americana especializada en noticias relacionadas con marketing y medios de comunicación). El periodista le pide al bon vivant de identidad falsa que se defina; él se limita a contestar de forma austera, escurridiza y plana. Lo que acabará en un texto tan gris que incluso resultará lesivo para alguna de las cuentas de la nueva agencia. Fallo: ningunear el poder de la prensa en 1964. Solución: conceder una nueva entrevista a otro medio (The Wall Street Journal), llena de polémica y que cause revuelo. Y de un paso a otro, el protagonista de la ficción neoyorquina intentando salir de los claroscuros tenebristas provocados por su crisis de identidad, la ruptura de su matrimonio y la responsabilidad de liderar la nueva empresa con toda la gente que lo ha seguido. De esta forma simple y efectiva, la serie nos conecta con la revolución de los medios de comunicación que tuvo lugar en los 60. La muerte de JFK (22 de noviembre de 1963), revestida de teatralidad y repetida hasta la saciedad en televisión, dejó claro el poder de los mismos para crear mitos y cambió a la sociedad americana -espectadores y consumidores- para siempre. Si en las temporadas pasadas de la serie un affaire amoroso mal elegido podía arruinar una cuenta, ahora una entrevista mal hecha puede dar el mismo resultado.
En las oficinas de la nueva agencia, llenas de paneles transparentes que ya no guardan los despachos estilo film noir de los directivos, muchas cosas parecen estar cambiando. Las chicas están dejando de ser secretarias intercambiables -delante de una Olivetti y en la habitación de un hotel- para asumir un rol más duradero e irreemplazable. Peggy Olson (Elisabeth Moss), que comenzó siendo la naíf secretaria de Don Draper, es quien mejor representa los logros de la segunda ola del movimiento feminista que se desarrolló durante la década de los 60; llega a la nueva agencia como creativa consolidada. Tras soliviantar a muchos de sus compañeros con sus logros, comienza la temporada sentada en la mesa de su despacho, bebiendo algo con alta graduación y discutiendo una campaña con el nuevo director de arte. La sombra de Helen Gurley Brown, editora jefe de la revista Cosmopolitan a partir de 1965, planea sobre Peggy y lo hará poco a poco sobre toda la plantilla femenina de la agencia. Ms. Brown escribió en 1962 el best seller «Sex and the Single Girl«, en el que animaba a las mujeres a buscar la independencia económica y sexual. El impacto del libro en el sector pink collar worker (el de trabajos tradicionalmente vinculados a la mujer y con una retribución baja) fue enorme y el propio Matthew Weiner, creador de «Mad Men«, lo ha nombrado como fuente inspiradora a la hora de escribir la evolución de las chicas de la oficina.
Joan Harris (Christina Hendricks) es el otro personaje femenino destacado en Sterling Cooper Draper Pryce. Jefa de secretarias que ha vuelto del sombrío mundo de ‘prometida de’ para tener despacho propio y manejar imponderables. Si las mujeres de la época se dividían entre las pro Jackie Kennedy y las pro Marylin Monroe, no hay duda de cual es su bando natural. Tenemos chica de vuelta en la oficina, se llama Joan y es divina. El resto de la plantilla, los mad men, tendrán que esforzarse esta temporada para no quedar eclipsados por la evolución de los personajes femeninos; a excepción de Roger Sterling (John Slattery), que siempre está a la altura con sus comentarios sarcásticos y su dieta a base de vodka martinis con antiácidos.
Fuera de la avenida Madison -y de la isla de Manhattan- está el personaje de Betty Francis (January Jones). Su matrimonio con Don fue una exquisita trama con aire de relato de John Cheever durante las tres primeras temporadas de la serie. Las tensiones de su vida doméstica en un barrio residencial nos mostraban a una mujer hitchcockiana de apariencia luminosa, que diluía su tedio en alcohol y somníferos para hacer más llevadero su rol de madre de tres hijos con marido infiel. En la tercera temporada despierta de ese letargo y se revela para convertirse en la heroína del suburbio. El problema es que Betty, en el fondo, necesita pertenecer a alguien y en los nuevos capítulos parece jackiekenneizarse al lado de un político maduro; tanto, que corre el riesgo de quedarse atrapada de forma permanente en un cuadro de Hopper. Para disfrute de estetas.
Por otro lado, la vuelta de «Mad Men» ha abierto de nuevo el debate sobre algunos de sus anacronismos. El creador de la serie presumió tiempo atrás sobre el estricto trabajo documental que se realizaba para que todo fuera tal y como era. El alarde generó cientos de foros dedicados a mirar con lupa cada capítulo y fueron sonados algunos de los gazapos encontrados: citar ‘el medio es el mensaje‘ de Marshall McLuhan tres años antes de que sus teorías sobre la comunicación se hicieran populares, usar modelos de pantys que no se comercializaban en la época, escuchar música diegética («Temptation Is So Hard To Fight» de McGregor & The Bronzettes) que no había sido realizada todavía… «Mad Men» no es una cápsula del tiempo y tampoco es el Canal Historia. Es una serie de ficción que teje de forma delicada y no precisa el contexto histórico que rodea a los personajes, pero que trata, esencialmente, de los cambios sociales en cuanto a las relaciones de género, y que seguiría siendo una gran serie aunque una secretaria saliera tomando notas con un MacBook. Disfruten de la cuarta temporada.
[Beatriz Montalvo]