Con el estreno de «The Walking Dead» en televisión, el mundo de los zombis vivió otra época dorada. Merchandising, cómics y novelas de todo tipo se vendían y publicaban -algunas muy buenas, otras auténticas bazofias-. El tiempo pasó y. como era de esperar, pocos sobrevivieron a la caída en picado del mercado centrado en los muertos vivientes. Las que aguantaron y, siguen imparables fueron, «The Walking Dead» tanto en su versión cómic -una auténtica obra maestra- como en su versión TV -una desgracia para el ser humano- y las series centradas en el universo «Crossed» -la metadona para los fans de «TWD» que se quedan con ganas de más a la espera de que el bueno de Kirkman escriba nuevos capítulos de la gallina de los huevos de oro-. Además de esto, muy poquita cosa o más bien nada… Hasta el pasado mes de marzo, cuando la BBC estrenó la serie «In The Flesh«, centrada en la vida de un zombi adolescente, Kieren, que vuelve a su casa y a su pueblo natal, curado de esa dichosa enfermedad zombie que tiene como efecto secundario el de comerte todo cerebro que se te pasa por delante.
El formato elegido para «In The Flesh» es el mismo que han impuesto varias series inglesas en los últimos años: miniserie, en este caso de tres capítulos, más o menos cerrada pero siempre con la puerta entreabierta para una posible continuación. Es evidente que no nos encontramos con un producto made in Channel 4, ya que la estética dista de la que nos tiene acostumbrados la cadena de «Black Mirror«, «Dead Set» o «Utopia«. Sin embargo, «In The Flesh» se presenta como un producto de alta calidad y con muchísimos puntos a explotar que podrían terminar de elevar este TV show al nivel de serie de culto.
El primer episodio es sencillamente soberbio. En él nos encontramos en un futuro no muy lejano donde, después del levantamiento de los muertos, estos han sido o bien exterminados o bien encerrados en un centro médico. Tras curarlos a base de drogas para volver a poner en funcionamiento la actividad cerebral, se les entregan unas lentillas y maquillaje para que no llamen excesivamente la atención y son reinsertados en la sociedad. Este episodio lo tiene todo: personajes con carisma y muy bien escritos, un principio cojonudo que te hace pasar de «joder, otra serie de muertos vivientes destripa cuerpos y come cerebros» a «¿por qué nunca se me había ocurrido esto? ¡Es genial!» en aproximadamente diez segundos. Lo dicho, una auténtica maravilla que se cierra con un buen cliffhanger que te deja con ganas de más.
«In The Flesh» nos permite alejarnos del típico escenario post-apocalíptico de horrores y de infecciones por mordeduras de zombis para llevarnos a la otra cara de la moneda. La vida a través de los ojos -mejor dicho, a través de las lentillas- de Kieren, un no-muerto. Es cierto que la serie probablemente no mantenga el nivel de principio a fin, pero aun así estamos ante una de los productos de la temporada por mucho que no exprima del todo las buenas ideas que presenta y que podrían haber dado para unos cuantos capítulos más o incluso una segunda temporada -crucemos los dedos-.
No quiero meterme a analizar los tres capítulos porque es carne de fin de semana de mal tiempo y/o resacoso, y no quiero arruinar la sorpresa a nadie. Eso sí, aquí hay sitio para todo: lo que significa volver a tu lugar de origen sabiendo que eres persona non grata por culpa de tu enfermedad, las difíciles relaciones paterno-filiales y fraternales, el miedo, la manipulación, la homosexualidad, el suicidio, la ignorancia que te lleva a cometer actos aberrantes y, por qué no, la inocencia y el amor. Incluso hay tiempo para la crítica a la religión y la adhesión irracional a esta. «In The Flesh» se mete de lleno en todos esos problemas de la vida de pueblo que tan bien conocemos y con los que estamos más que familiarizados pero, esta vez, pasados por un filtro zombi. Dramas personales yuxtapuestos a un corte fantástico. Lo curioso de «In The Flesh» es que, a pesar de tratarse de una serie de muertos, se sustenta en potentes momentos de tragedia y de dolores de corazón que tienen como resultado mares de lágrimas y un aumento de las ventas de Kleneex. El frío que emanan los cuerpos de los zombis se contraponen al calor humano y a las situaciones vitales que experimentan los personajes.
Ahora bien: no todo puede ser bueno. Y si hay algo que le falla a esta serie es la voluntad de querer abarcarlo todo en tan sólo tres episodios. Sin embargo, y a pesar de esta ansia por meter todo tipo de sentimientos en la trama, las semillas de ideas que los guionistas esparcen a lo largo de los capítulos y que podrían acabar siendo tramas geniales por desarrollar, no terminan de germinar y se pierden por el camino. Tal vez el problema sea que el primer capítulo sirve de introducción y esto obliga a que los dos episodios restantes sean una espídica y vertiginosa reacción en cadena de hechos a cada cual más duro, crudo y trágico cual soap opera sudamericana, pero bien hecha y con infinidad de matices, todo sea dicho.
En definitiva, «In The Flesh» es una serie sobre la vida y no sobre la muerte, por muy extraño que pueda parecer. Nos recuerda que, al despertar los muertos, también vuelven a la vida viejos fantasmas que estaban enterrados con ellos. Tal vez esta sea la lección más dura.