Hacemos una pregunta sencilla a nueve de las firmas cinematográficas que más admiramos: ¿qué peli no hay que perderse en el Festival de San Sebastián 2015?
El año pasado tuvimos el placer de juntar en las páginas de Fantastic Plastic Magazine un buen puñado de nuevas firmas ilustres dentro de la crítica cinematográfica recomendando la que para ellos constituía la película más esperada en aquella edición del Festival de Cine de San Sebastián, en un artículo que además (no tenemos abuela) nos quedó precioso. Uno siempre sale fortalecido cuando se reúne de los mejores, así que este año hemos decidido repetir.
Tras desmenuzar la Sección Oficial y dos de nuestras secciones paralelas favoritas del Festival de San Sebastián 2015, como son Perlas y Zabaltegi, toca cerrar nuestras previas del festival con este imperdible Fantastic Selectors. Para ello, hemos dado cabida a estos nutritivos textos elaborados por nueve críticos cinematográficos y/o analistas audiovisuales que no sólo aúnan criterio, conocimiento cuasi enciclopédico y buen gusto por lo que respecta al cine, sino que además escriben como los ángeles. Léanlos hoy aquí y mañana en sus respectivos medios, publicaciones online que sirven de guía para saber no tanto qué hay que ver (que también), sino de qué diferentes formas se puede ver aquello que hay que ver. Vayan apuntando, que los abajo firmantes no se suelen equivocar.
AARÓN RODRÍGUEZ de MIRADAS DE CINE presenta “MIA MADRE” (Nanni Moretti). Hay en el centro del cine de Moretti una preocupación por la mostración de la fenomenología de los acontecimientos vinculados con la muerte que ha ido creciendo prácticamente desde el tercer fragmento de “Querido Diario”. Su trazo es lo suficientemente sobrio como para no perder los mimbres específicamente materialistas de su reflexión y, a la contra, lo suficientemente inteligente como para abrir la puerta a una espiritualidad específicamente humana. Se encuentra en ese punto discursivo tan delicado en el que los ateos y los religiosos pueden guardar un silencio compartido ante la evidencia inevitable de su desaparición.
Creo que pocos directores de cine han logrado al mismo tiempo ser sobrios, lúcidos, dulces y extrañamente divertidos a la hora de enfrentarse a los grandes problemas de lo humano. Moretti ha conseguido en sus últimas películas medirse cara a cara con los más terribles abismos que rodean la esfera de lo trascendental (la paternidad, Dios, el duelo, la esperanza) aceptando los límites de su propio decir cinematográfico y sin permitir que su cine se convirtiera en una lección barata de tics melodramáticos. Moldea la materia de lo real hasta que en sus hendiduras emerge lo más precioso y delicado que late en las intenciones de su cine: la capacidad del ser humano para dar forma a lo que, contra todo pronóstico, le arranca al tiempo y al miedo. Su ser, en la expresión ser humano.
De ahí que “Mia madre” pueda suponer, en muchos sentidos, un nuevo paso en ese pulso valiente contra lo real. No dudo que tendrá carencias y que su construcción se moverá en esas incómodas arenas movedizas entre el absurdo y lo íntimo que incomodarán a gran parte de los espectadores. Pero ese es, después de todo, el territorio mismo de su cine y el que ha conseguido que, película tras película, su nombre dejara de ser el de un simple auteur de moda italiano y se convirtiera en un auténtico pensador cinematográfico, con toda la profundidad del término.
ANTONIO M. ARENAS de REVISTA MAGNOLIA presenta “SUNSET SONG” (Terence Davies). La más de una década de espera que se produjo entre la realización de “La Casa de la Alegría” y “The Deep Blue Sea” -dejando al margen “Of Time and The City”, el documental que dedica con material de archivo a su Liverpool natal-, convertían la idea misma de volver a ver una nueva película del cineasta británico Terence Davies en un tesoro de lo más preciado. El director de “Voces Distantes” o “El Largo Día Acaba” había practicado un cine muy anclado en la idea de la memoria, tanto íntima como musical en el crudo recuerdo de una infancia que temíamos se agotara como material creativo. Por fortuna, su desencanto hacia las bondades de la civilización moderna le han llevado a introducirse de forma más ambiciosa si cabe en los restos del cine clásico. Tanto que, sin más dilación, encadenará otros dos nuevos proyectos.
Si el interés hacia una nueva obra que incluir en su exigua filmografía no fuera suficiente, con «Sunset Song» parece encaminarse por tercera vez consecutiva a retratar la fragilidad y valentía de un personaje femenino que se rebela contra la sociedad, en esta ocasión en un entorno rural marcado por el patriarcado, adaptando la célebre novela del escocés Lewis Grassic Gibbon, situada en la antesala de la Primera Guerra Mundial. Aunque de su paso por Toronto no nos lleguen las mejores noticias, su exquisita sensibilidad puesta al servicio de un emocionante relato épico se antoja como uno de los mayores placeres de la presente edición del Festival de San Sebastián.
CARLOTA MOSEGUÍ de OTROS CINES EUROPA presenta “SON OF SAUL” (László Nemes). En la sección Perlas del Festival de San Sebastián se presentará la película que está a punto de convertirse en la mejor ópera prima de 2015 (si se nos permite un ex aequo con “The Chilhood of a Leader” de Brady Corbet). “Son of Saul” –FIPRESCI y Gran Premio del Jurado en Cannes- es una recreación de la pesadillesca cotidianidad de los prisioneros judíos del Sonderkommando de Auschwitz, quienes colaboraron con los nazis llevando a cabo las tareas más deshumanizadoras del exterminio de su pueblo.
Saul Ausländer -interpretado por el poeta especializado en la Shoah, Géza Röhrig– es el maestro de ceremonias de esta aberración apoteósica, que no ha sido orquestada por el mismo diablo, sino por el célebre asistente de dirección de Béla Tarr, László Nemes. Durante dos horas de metraje, la cámara de este cineasta debutante, nacido en Budapest, no se despegará de su protagonista; detallando, a través de espeluznantes planos secuencia, el dantesco viaje de Saul en busca de un rabino que de entierro a un niño. Haciéndose camino entre ríos de sangre, fuego y pilas de cadáveres en descomposición, Saul se entregará al peor de los castigos por sus pecados cometidos: la locura.
DAVID TEJERO de VISUAL 404 presenta “LES CHEVALIERS BLANCS” (Joachim Lafosse). Como observador, Joachim Lafosse registra mediante la cámara un espacio inhibido en el que confieren elementos de naturaleza monstruosa. Se muestra precavido, sin embargo, a la hora de filmar los rasgos más terribles del bestiario humano y nunca intercede directamente en la escena. Es un registrador que adopta una distancia confortable, prudente, entre lo filmado y lo nacido de entre los ángulos muertos del encuadre. Buscando articular una mirada analítica se querella contra el movimiento porque quizás, al cederles terreno, se vulnerarían los verdaderos significados de su prosa: la senectud de unos valores familiares continuamente expuestos a la visión de cada tiempo.
La manera en la que piensa el cine de Lafosse es una forma lejana de prioridad dramática que revela una postura exenta de tragedia clásica pero muy conchabada con las ideas del conflicto, del estallido natural del soporte cotidiano, de la mirada desnuda o manifiesta. Preocupado por la reflexión que surge a posteriori, con pausas o puntos de ruptura que limitan al máximo con lo dispuesto por el apoyo de una cámara fija, Lafosse rehúye con honestidad del movimiento. Sólo observa bajo sospecha la manera de involucrar desde lo externo, anteponiendo los planos mecánicos a los planos artísticos, arrastrados para oficiar un pulso constante de suspense pasivo.
Lafosse presentará “Les Chevaliers Blancs” dentro de la Sección Oficial del Festival. Mi curiosidad radica en comprobar si el director cursará con su ultima obra las mismas disfunciones e intercambios de roles percibidos en sus anteriores trabajos o, por el contrario, sorprenderá abriéndose hacia nuevas dilataciones del lenguaje, hacia otros mundos expuestos a las fuerzas violentas de las que, en suma, se alimentan sus personajes.
[/nextpage][nextpage title=»PARTE 2″ ]ESTHER MIGUEL TRULA de FLAMENCA STONE presenta “ANOMALISA” (Charlie Kaufman y Duke Johnson). Si hay algo que parece atraerle a Charlie Kaufman, además de señalar sistemáticamente las paredes narrativas dentro de sus obras, es la posibilidad de que seamos juguetes del destino. De que, bien ocupando un puesto como muñecos, personajes de ficción o simples títeres, habrá siempre un demiurgo ulterior, no necesariamente el propio Kaufman creador, que controlará nuestras acciones y del que se desprende, siempre al final, que nuestra vida ha sido una huida, una lucha contra algo que era inevitable: no firmar ni una sola línea de nuestra propia historia que no estuviese ya recogida previamente en el guión.
Sólo se me ocurren dos mundos a los que el neoyorkino podía arribarse a contemplar nuevas facetas de su universo. Una de ellas, la temática, serían las paradojas temporales. La otra, la estilística y técnica, esa es el stop-motion, ese mundo de mecánicos y escalonados gestos, ese sumamente repetitivo trabajo de colocar-ajustar-encuadrar-disparar cada fotograma de cada átomo que conforma la vida de alguien. Y ahí estará Kaufman, junto con Duke Johnson (sí, el mismo que firmó aquel capítulo de “Community”) demostrándonos en San Sebastián, justo después de su paso por Venecia y Toronto, si estaba a la altura de nuestras expectativas.
JESÚS CHOYA de LA LLAVE AZUL presenta “THE BOY AND THE BEAST” (Mamoru Hosoda). Probablemente Mamoru Hosoda sea uno de los nombres de la competición oficial más atrayentes para la cinefilia que durante la próxima semana abarrotará la preciosa San Sebastián. Lo es, que no quepa duda alguna, por méritos propios. Su reciente “Los Niños Lobo”, premiada en Sitges, era un cuento a la altura de los mejores filmes del maestro Miyazaki. Precisamente algunos ya erigen a Hosoda como su sucesor en el trono de la animación oriental, que ya como marca suele suponer cierto seguro de calidad.
Deberían los motivos anteriores respaldar lo suficiente su hueco en esta lista de imprescindibles del festival, pero hay otra razón que para mí es todavía más sólida e importante: su “The Boy and The Beast”, que viene de romper la taquilla japonesa durante el pasado verano, es el primer largometraje de animación que compite por la Concha de Oro. Un paso adelante a favor de un género creativo y libre como pocos que, sin embargo, aún tiende a infravalorarse en muchos ámbitos. Disfrutaremos pues dejándonos llevar por los mundos de fantasía de una película que, seguro, tendrá mucho que decir dentro de esta ecléctica sección oficial.
MANU ARGÜELLES de CINE DIVERGENTE presenta “TROIS SOUVENIRS DE MA JEUNESSE” (Arnaud Deplechin). Lo reconozco. Tengo auténtica debilidad por los reencuentros. Y aunque me provoca un poco de inquietud porque eso denota algo de sustancia inamovible, en lo que se refiere a citas cinéfilas siempre tengo en primera línea de tiro aquellos directores que ya forman parte de mi mirada. Este año, en Donostia no va a ser posible que vuelva a encontrarme con Todd Haynes, pero tampoco es motivo para lamentarse. Tengo a Arnaud Desplechin, uno de los directores que para mí encarna aquello que más me interesa del cine francés contemporáneo. A él le debo haber conocido a actores como Mathieu Amalric y Emmanuelle Devos, y eso ya es motivo suficiente para guardarle gratitud.
Con “Trois Souvenirs de ma Jeunesse” vuelve a su cine por tercera vez Paul Dédalus, tras haber hecho acto de presencia una vez en cada década: primero en 1996 con “Comment Je Me Suis Disputé… (Ma Vie Sexuelle)” y, después, en 2008 con “Un Cuento de Navidad”. No me queda del todo claro si es el mismo personaje e incluso si cumple un poco el rol que ejercía Antoine Doinel en el cine de Truffaut. Pero lo que sí parece garantizar es que “Trois Souvenirs de ma Jeunesse” se inscribe en sus constantes más características.
Abel, el patriarca de “Un Cuento de Navidad”, le leía un pasaje de una novela a su hija. Empezaba así: “Nosotros, buscadores del conocimiento, somos desconocidos para nosotros mismos, por la buena razón de que nunca nos hemos buscado. ¿Qué oportunidad teníamos de encontrarnos algún día?”. Y, sin embargo, su cine radiografía una incesante búsqueda a través de unos personajes continuamente a la deriva. Entre la cordura y la locura, entre el odio íntimo y el amor desangrado, Desplechin filma con soltura y sin afectación un cine de la palabra entre imágenes furtivas, que se fraguan a través de un tempus fugit, eje de la ausencia y de lo espectral, del tiempo que se quemó y del que arde, del duelo sin muerto y del difunto sin lágrimas. Un cine en el que se expresan los sentimientos con increíble locuacidad pero donde se callan los más profundos. Un universo fílmico, en suma, de la rabia, del dolor y del malestar, pero que nunca se olvida de una máxima: nuestra vida es pura tragicomedia.
MARTÍN CUESTA de CINEMA AD HOC presenta “HIGH-RISE” (Ben Wheatley). Existe cierta deliciosa anticipación (masturbatoria, autoerótica, pequeñoburguesa quizás, definitivamente complaciente con uno mismo) cuando se completa el boceto planteado por la programación de un festival de cine con los colores de lo que uno espera que va a ver. También existen films ordenados en prietas filas, esperando el destino predefinido por su etiqueta, cemento de los eventos cinematográficos, argamasa del edificio, consistencia indistinguible e intercambiable por cualquier otra.
No negaremos su importancia, existen porque deben existir pero… Qué sería de nosotros sin la filigrana, sin el delirio rococó, sin poder viajar al museo del lápiz con la pareja más encantadoramente patética del Reino Unido o sin buscar tesoros en los campos de Naseby mutados en caleidoscopio por mor de un misterioso sortilegio. Dicen que ahora Ben Wheatley ha rodado una distopía, una adaptación de una novela de J. G. Ballard, que la podremos ver en San Sebastián en unos días y aquí apenas podemos esperar a descubrir dónde nos lleva en esta ocasión el viaje. Answer for Timothy Learie, dearie.
RUBÉN COLLAZOS de CINE MALDITO presenta “SPARROWS” (Rúnar Runarsson). En los últimos años el cine islandés ha ido tomando, de forma inesperada, una corporeidad inesperada en el panorama internacional. Buena muestra de ello está ya no en el surgimiento de nombres como los de Ragnar Bragason, Dagur Kári, Hafsteinn Gunnar Sigurðsson (de cuya “Either Way” realizó David Gordon Green un remake en “Prince Avalanche”) o Benedikt Erlingson (que incluso llegó a nuestro país con su “De Caballos y Hombres”), sino también en el hecho que ha supuesto saber sobreponerse al legado de un cineasta mítico como Fridrik Thor Fridriksson sin por ello romper con las constantes e inquietudes de una cultura que ya reflejaba el autor de “La Isla del Diablo”, entre tantas otras.
Ese contexto nos lleva precisamente a uno de los nombres destacados del próximo Zinemaldia, y es que Rúnar Runarsson se ganó por derecho propio la atención internacional haciéndose con la Cámara de Oro por su primer largometraje, “Volcano”. No es necesario dirigirse a ese largometraje, no obstante, para constatar que estamos ante un talento que dará que hablar: su querencia por dotar de una significancia y contenido a la imagen, y hacerlo desde una perspectiva que le ha llevado a abordar la conducta humana desde un prisma tan personal como del que dotan tanto los parajes como la personalidad del pueblo islandés, se antoja una de esas poderosas armas capaces de encontrar una reacción en el espectador, y hacerlo no tanto por la atracción que genera su propuesta, sino por la humanidad que destila un cine llamado a continuar dirigiendo miradas hacia esas heladas tierras olvidadas en el norte de Europa. Algo que esperamos y no dudamos se rubrique con una “Sparrows” que, por lo menos, para servidor, entra desde ya entre las citas imprescindibles de un curso que parece, otro año más, cargado de cine de muchos quilates. [/nextpage]