LA RUTA «RULETA RUSA» (según Raül De Tena). No es algo sobre lo que el In-Edit tenga ningún tipo de exclusiva: todos (y cuando digo todos, quiero decir TODOS) los festivales cinematográficos se ven en la tesitura de incorporar en sus líneas programáticas todo un conjunto de esas películas que, a priori, pintan como una orgía tipo «Eyes Wide Shut«… pero que acaban siendo más bien como cuando el cámara de «Callejeros» se mete en un bar de intercambio de pareja de cualquier carretera de la España rural. Para que nos entendamos: cintas de esas que pueden salirte rana o príncipe, porque Sandro Rey sólo hay uno y nosotros somos incapaces de determinar si un film nos cautivará o nos aburrirá soberanamente. Mi particular ruta de riesgo extremo estará formada por tres films tan ambiguos como «Peaches Does Herself«, «Harry Dean Stanton: Partly Fiction» y «Duran Duran: Unstaged«.
Empecemos por lo evidente: desde el propio título, «Peaches Does Herself» advierte de que esto tiene toda la pinta de ser hora y media de Peaches tocándose a dos manos el coñamen. Es decir, onanismo puro y duro, adoración del propio ego. Pero después resulta que por ahí empiezan a venderte la cinta como una electro-rock-ópera (que alguien me lo explique) donde la diva consigue que su autobiografía acabe pareciendo la segunda parte del remake de «Tron«. Y donde, evidentemente, hay muchos penes y vaginas. Está clarísimo que los buenos tiempos de Peaches hace tiempo que quedaron atrás… Pero, ¿y qué ocurre si resulta que esta mostrenca va a renacer como un ave fénix que, en vez de surgir de sus cenizas, surge más bien de una montaña de purpurina y lefa? ¿Vas a perdértelo?
Con «Harry Dean Stanton: Partly Fiction» no hay peligro de pillar ninguna enfermedad venérea, eso es seguro. El peligro principal es que la cinta dirigida por Sophie Huber acabe resultando soporífera hasta decir «Stop! In the name of love«. De nuevo, sin embargo, su punto de partida es bastante atractivo: el icónico actor de «Paris, Texas» y «Big Love» no sólo habla a cámara repasando su propia historia, sino que también se arranca a interpretar alguno de sus temas musicales preferidos. ¿Dónde está el salvavidas en este barco con toda la pinta de convertirse en un Titanic documental? En que, básicamente, dura menos de una hora y veinte minutos, lo que nos asegura que por lo menos no será un aburrimiento sostenido como la misa de una boda o una sesión del Parlamento.
Y, por último, esa película que todos decimos que queremos ver pero que, en el fondo, sabemos que nos da algo de miedo. Porque, de entrada, eso de que David Lynch haya rodado un concierto de Duran Duran pinta tremendamente fetén… Hasta que lo piensas profundamente: ¿siguen vivos Duran Duran? ¿Qué relevancia tiene un concierto de esta banda a día de hoy? ¿Dos horas de Lynch poniendo filtros sobre las imágenes de una actuación musical puede ser la antesala de la tortura de «La Naranja Mecánica»? ¿Las colaboraciones estelares en directo subirán el nivel o serán más bien tipo «La Voz«? Claro está que, acto seguido, también pasas a pensar todo lo contrario: ¿habrá revolucionado David Lynch el mundo del cine documental musical? Porque Lynch es mucho Lynch. Y si algo ha de tener este hombre siempre, es nuestra confianza ciega.