Entre los oropeles salidos de la imaginación de Ricardo Tisci y sus jugueteos con Jay-Z, su interminable agenda de conciertos (que parece que nunca lo volverá a traer a nuestro país), declaraciones de esas que hacen que suba el pan; sus inacabables apariciones sociales; sus viajes a Hawaii; y todas esas cosas molonas que hace Kanye West en su vida que son muchas, el de las fantasías retorcidas también ha tenido tiempo, por fin, de presentar su esperadisísisima colección de ropa. Nada menos que en la pasarela de Paris. ¿Sería la desquiciante canción que da título a este post un aviso premonitorio? ¿Una advertencia velada? Con el hombre que se hizo un collar con las bragas de Taylor Swift nunca se sabe.
La cuestión es que, después de habitar en los front rows de todo el mundo -al menos hasta que lo banearon-, Yé por fin se ha puesto sobre de la pasarela como creador y no se ha conformado con ser un simple espectador como hasta ahora. Antes de irnos de vacaciones, ya os pusimos sobre la pista de esta colección (¡qué inocentes éramos!) El hombre llevaba años detrás de ella, se ha rodeado de Dior (o mejor dicho, Balmain, viendo el resultado) y su madre y la imaginería estética que hasta ahora pululaba en su cabeza se ha hecho real. Y por su culpa vamos a tener pesadillas lo que queda de año.
¿Saben aquello tan manido que no hacían más que repetirle a Paris Hilton? No lo de “si bebes, no conduzcas” sino lo de “zapatero a tus zapatos” -que en el caso de Paris aún está por ver qué podría ser-. Pues, en esta ocasión, la cosa sería “rapero a tus lo que sea”. Yo que sé. A seguir representando la post-modernidad musical, o a ser el Moisés que conduzca el hip hop hasta la Tierra Prometida de los hipsters, a hacer videoclips de una hora o a hacer canciones que salgan en el libro Guiness por ser las que más colaboraciones incluyan en el mínimo espacio de tiempo. Y si eso es too much, pues a hacer lo que mejor se le da y menos esfuerzo le cuesta: fotografiarse el rabo o pasarse el día fornicando para luego cantarlo y dar envidia. Lo que sea, pero que le mantenga la mente entretenida y el cuerpo cansado. Lo que sea con tal de que no vuelva a ponerse delante de una Singer.
La cosa se perpetró el pasado sábado en el Liceo Henry IV de la capital francesa durante la Paris Fashion Week, bajo el nombre de DW by Kanye West. Apuntadlo en vuestras Moleskines, y al lado especificad: “el horror”. Porque los diseños de West son una montaña rusa entre las peores reglas de Comme des Garçons, las cenas pesadas de Balmain y el peor chonitronismo nineties a la Ciberdog style. Un infierno de cremalleras, estampados de cocodrilo, pieles y cueros….¡¡para una colección de verano!! La cosa no se arregla con tejidos presuntamente holgados -que únicamente dejaban entrever el entreteto esquelético de las modelos, y que las malas lenguas dicen que ni tuvo tiempo de ajustar al cuerpo de más de una-, ni en combinar flúors imposibles (naranja y azul Bic, con un par) con blancos satinados. La cosa es un sinsentido de principio a fin, una mareada de influencias mal digeridas en las que sí se perciben ciertas ganas pero donde falta el talento y el buen gusto.
Kanye no es un tipo sencillo. Nunca lo ha querido ser. Muy al contrario, siempre ha hecho gala de un gusto muy personal por el rococó elevado a la enésima potencia, plasmado sobre sí mismo en la forma de cadenacas, oro, bling, jacquards, mezcla imposible de estilos y poca vergüenza. Era inevitable que ello (y cuando digo “ello” I mean it) se viera reflejado en su colección. Y ahí está el resultado: toda una serie de prendas de dudoso gusto con mucha querencia por los escotes en uve hasta el chichi, las faldas por debajo de la rodilla con tejidos imposibles y los complementos más impensables (borlas, cremalleras doradas, estampados étnicos, estampados raveros, prints de animales, tornasolados….) Desde el minimalismo expresionista de Helmut Lang hasta el espíritu rocker de pijo forrado de pasta de Balmain, todo tiene cabida en esta colección. Kanye ha conseguido hacer suyo el concepto “más es (lo) menos”; algo que, paradójicamente, sí eleva a la perfección cuando se mete en el estudio.
La crítica no sabe hacia dónde mirar. Algunos le aplauden y otros vomitan. Desde FPM, recomendamos a Kanye West que se lo tome con un poco más de calma, se compre un billete y se plante en nuestras tierras a dar algún conciertillo. Visto el plan, se lo agradeceremos mucho más.
[Estela Cebrián]