Queridos amigos, vive Dior que estos días os he echado de menos. Como podéis comprobar, el Nuevo Año y los Reyes me han traído un complejo de Carry Bradshaw que no soporto y que espero que se me vaya pronto. No sin antes dejarme algún Marc Jacobs de su armario en el mío. Los Manolos os los podéis quedar. Siempre me han parecido de lo más hortera… Las Navidades han sido bastante agitadas en el mundo fashionista. No os creáis que porque en nuestro insignificante mundo imperan las prisas, las compras, las resacas y los ardores de estómago, el de verdad, el que está allá fuera, deja en algún momento de girar. Non.
LA noticia de estas últimas semanas fue la renuncia de Carine Rotfield de su puesto como Editora General de Vogue France, revista en la que trabajó durante más de diez años y gracias a la cual ha conseguido hacerse un imponente nombre dentro del mundo de la moda internacional. Muchos de sus compañeros (incluidos los más cercanos) se enteraron de esto como Felipe González de lo del GAL, por la prensa, pues la dimisión de Rotfield fue tan inmediata como inesperada. La renuncia se haría efectiva a finales de enero y anunciaba la interfecta que lo hacía para “llevar a cabo proyectos personales”. Un clásico, vaya. Los cimientos fashionísticos temblaron tanto como lo hacen cuando a Anna Wintour le ponen las acelgas sin quitarles el hilillo. Y a las dudas iniciales (¿Quién la sustituirá en tan ambiciado puesto? ¿Qué proyectos pueden ser tan importantes como para renunciar al status y beneficios que otorgan ser la directora de una de las revistas de moda más importantes del mundo? ¿Saldrá una oferta en Infojobs?) las sustituyeron otras mucho más capciosas… y aquí es donde viene el tema.
Según Racked.com sus más allegados laborales no tenían ni idea de que Rotfield renunciaría porque ella ¡¡no tenía intención de dimitir!! (Bam bam, música dramática, platillos sonando, máquina de humo a toda pastilla y contraluces a cascoporro.) Haciendo gala de las teorías conspiratorias más divertidas pero no por ello nada descabelladas, por los derroteros se decía que a Rotfield la echaron del puesto. Bye bye, Bayou. Por lo visto, motivos no faltaban. La relación de la editora con los jerifaltes de Condé Nast International había ido de mal en peor en los últimos meses, y los innumerables escándalos en los que se había visto envuelta no ayudaban a su imagen en la corporación. Fue incluida en las listas negras de Balenciaga y no puede acudir a ningún evento de la casa francesa, acusada de pasar modelos de las colecciones de esta marca a Max Mara. Ni hablar de publicidad en la revista. Algunos anunciantes no estaban en absoluto contentos con el trabajo que se hacía con sus productos y el arriesgado punto de vista de la estilista y editora no siempre era tan celebrado dentro como fuera de la revista, algo que choca con los excelentes resultados en ventas que se obtenían desde que Carine estaba al mando.
El legado de Rotfield, la rúbrica a una década entregada al Vogue francés, es un calendario que, como no podía ser de otra manera, recoge esa esencia con voluntad de escandalizar que ha marcado el trabajo de la editora, y que tiene que haber provocado las iras del mismísmo Karl Lagerfeld, que se las daba de hacer el calendario Pirelli más sonrojante y atrevido.
El viernes se hacía público que la sustituta sería Emmanuelle Alt, mano derecha de Rotfield y redactora jefe de la revista hasta este momento. Alt había entrado en Vogue en el año 2000 y había trabajado con anterioridad en Elle y Mixed, y supone el cambio menos dramático o difícil. Algunos la acusan de tener poca identidad y hay quien dice que se limitará a continuar con la línea abierta por su antecesora pero de forma menos contundente y arriesgada (porque las carga el Diablo… que viste de Prada). En FPM estamos deseando que Emmanuelle saque las uñas y el carácter. No sabemos si tendrá una personalidad tan arrolladora (para bien y para mal) como su antecesora, pero teniendo en cuenta que debe competir con dos mostros de la comunicación como Anna Wintour y Anna Dello Russo, más le vale reforzar esas chupas de cuero que tanto le gustan, ponerse las pilas y contratar a un guardaespaldas.
[Estela Cebrián]