¿Cuáles han sido las mejores películas de este año 2015? Nosotros te lo resumimos en quince imprescindibles que tienen una cosa en común: son pura cremita.
Las aclaraciones siempre son necesarias a la hora de presentar nuestra lista de las mejores películas del año… ¿Qué criterio hemos seguido? Porque está claro que, como animales de festivales de cine que somos, muchas veces «catamos» todo un conjunto de films que quedan fuera del alcance de la cartelera generalista durante cierto tiempo. Así que, al final, tenemos que imponernos un límite, y ese límite son las pelis estrenadas comercialmente en nuestro país durante estos doce meses.
¿Eso significa que se quedan fuera algunas películas que ya nos han dejado locos en festivales? Pues sí. La vida es jodida. Pero nos lo apuntamos en la agenda para incluirlas en la lista del año que viene (si suena la flauta y acaban estrenándose en nuestro país, claro, porque últimamente está la cosa muy malita)… Y seguimos para bingo.
Sin más dilación, os dejamos con las que, al entender de los colaboradores de cine de Fantastic Plastic Mag, han sido las treinta películas más importantes de este año 2015 al que estamos a puntito de dar carpetazo. Si no está en la lista, no es que nos la hayamos olvidado: es que nos importa un pijo y medio y hemos preferido dejarla fuera, en el banquillo de los castigados.
30. LOST RIVER (Ryan Gosling). Ryan Gosling es un actor y, como tal, es buen director de actores. El mayor logro del film es sin duda hacer relucir a Eva Mendes, que no sólo cumple, sino que destaca por una buena interpretación. Y es que el terror que causa oír que Mendes aparecerá en una película no-comercial (como pasó cuando se dijo que saldría en “Holy Motors” bajo dirección de Carax) es parecida al que causa cuando Sandra Bullock aparece en cualquier otro film. A parte de ello, Christina Hendricks está soberbia (como es habitual en ella), y más de lo mismo sobre Ben Mendelsohn en el papel de malo (como es habitual en él). Una apuesta arriesgada colocar a Matt Smith en el puesto de villano loco, quien nos tenía acostumbrados a otra categoría de papeles (que justamente ha ganado popularidad por hacer del Undécimo Doctor en la exitosa serie británica “Doctor Who“), pero el resultado es tan acertado como arriesgado. Saoirse Ronan y Iain de Caestecker, a pesar de gozar de más protagonismo durante el film, pasan mucho más desapercibidos a la sombra de los mencionados. [leer más]
29. TRUMAN (Cesc Gay). Seguramente, una de las grandes virtudes de la nueva película de Cesc Gay sea el hábil tratamiento que ofrece sobre la muerte y, sobre todo, de la amistad entre dos amigos. Sin caer en sentimentalismos baratos ni en banalidades, «Truman» es una película que sabe dar con la tecla adecuada para hablar de temas complejos y profundos con inteligencia y buena mano. Parte de ese mérito también se lo lleva su reparto: Darín y Cámara, de sobra conocidos para todo el mundo, ofrecen aquí una interpretación comedida y tal y como tiene que ser para construir dos personajes absolutamente naturales, dos amigos que durante toda la película dan la sensación al espectador de ser conocidos de siempre y se acaba generando esa hermosa conexión en la que a uno le importa realmente qué es de esas vidas ficticias antes, durante y después de ver la película. Cesc Gay posee esa naturalidad, sabe hablar de lo cotidiano de una forma honda y mágica, sabe emocionar sin caer en excesos y sabe sacar risas y sonrisas desde lo más trivial. «Truman» es esa pequeña gran película que está casi obligada a aparecer de vez en cuando y que se agradece mucho. El cine también va de eso. [Isart Armengol]
28. THE GUEST (Adam Wingard). Diríase que la mejor manera de definir a “The Guest” es con el término “molona“. Y, sí, su homenaje a esos low fi ochenteros (lo de el homenaje a Carpenter ya se ha dicho, pero hay que insistir en ello), su banda sonora, sus colores flúor, incluso la estética tanto de personajes como de créditos y poster… Todo remite a ello. Las influencias, sí, las influencias pesan, y de qué manera, en la mirada del espectador cinéfilo. No, no es que esta especie de cinta de acción de autor sea terreno vedado para visionados blockbusterianos. Al contrario: ofrece suficientes escenas dignas del mejor Van Damme quiebra-barras-de-bar o tiroteos a la altura de Ruta Suicida. En “The Guest“, sin embargo, hay una profundidad, una sapiencia cinematográfica que se respira en cada poro de cada fotograma, una idea que se traslada de la mente del director, Adam Wingard, se filtra por la cámara para impactar en el imaginario del espectador más perspicaz en las lides referenciales. Porque “The Guest” trata fundalmente de eso, de la apariencia como disfraz, de la verdad ocultada, de ser una película cerebral bajo la apariencia de mero espectáculo retinal. [leer más]
27. EL NUEVO NUEVO TESTAMENTO (Jaco Van Dormael). “Dios existe. Es mi padre. Se aburría, así que decidió crear Bruselas. Mucho se ha hablado de su hijo, pero poco de su hija. Su hija soy yo. Me llamo Ea y tengo 10 años.” Peculiar frase con la que comienza la propuesta de Jaco Van Dormael, «El Nuevo Nuevo Testamento«, una irónica película que especula de manera delirante con el concepto de la figura de un Dios que, a los ojos de Van Dormael, es un hombre desdichado, cascarrabias y maltratador, que maneja el mundo cómodamente desde su despacho como si moviera un conjunto de marionetas a placer, arruinando sus vidas día tras día con sus conocidas Leyes de Murphy. Su hija menor, Ea (que vive en el anonimato gracias a la fama de su hermano JC), decidirá cambiar el rumbo de las cosas comunicando a todos los habitantes de la Tierra el día en el que van a morir y viajando a través del tambor de la lavadora al mundo real para encontrar a los seis apóstoles que le faltan para llegar al redondo número de 18, el número favorito de su madre. La cuidadísima estética (bastante cercana a la de «Amelié» de Jean Pierre Jeunet, pero esta vez con diez años) y su fluidez narrativa hacen de «El Nuevo Nuevo Testamento» una absoluta delicia, sobre todo en su primera parte de metraje, una fábula ágil y plagada de detalles en la que la pequeña Pili Groyne (Ea) brilla por encima de todo y de todos. No faltan las referencias literarias y musicales en la cinta de Van Dormael y, como colofón, la fotografía de Christophe Beaucarne termina de redondear esta “revisión bíblica” en clave de aventuras ante cuya originalidad nos rendimos inevitablemente. La ironía que inunda toda la película se entremezcla con las inevitables desgracias de la vida, convirtiendo a la cinta en una adorable comedia que, a su vez, actúa como crítica social. [Beatriz Muyo]
26. BABADOOK (Jennifer Kent). A una buena película de terror hay que pedirle, básicamente dos cosas: que dé miedo y que se esfuerce un mínimo en crear una amenaza icónica. Lo primero es, evidentemente, pura subjetividad… Así que aquí me voy a meter un poco en lo personal. Creo que la primera película de terror que vi fue “Pesadilla en Elm Street” cuando tenía aproximadamente unos siete años: la vi a escondidas de mis padres, evidentemente, y más que miedo, me produjo una profunda fascinación. Era finales de los 80 y en mi entorno había una verdadera fiebre por el cine de terror: crecí viendo películas de este tipo y, supongo, aquello me dejó algo lisiado, inmune al terror de alguna forma u otra. Desde entonces, pocos son los films que consiguen que me inquiete… Y he de reconocer que “Babadook” me hizo sentir algo que no sentía desde la ola de nuevo terror oriental capitaneada por Hideo Nakata y su “Ringu“. Palabras mayores. [leer más]
[/nextpage][nextpage title=»Del 25 al 21″ ]25. AGUAS TRANQUILAS (Naomi Kawase). Como ocurre con otros directores y directoras, el cine de la japonesa Naomi Kawase se fundamenta en una serie de temas consolidados. La familia, el amor y sobre todo, la muerte, forman parte de los leitmotivs que componen su filmografía. En “El Bosque del Luto” (2007), donde Kawase trató la muerte desde el mogari (periodo dedicado al luto recordando a los seres queridos), uno de los ancianos aseguraba que cuando uno muere existe otro mundo más feliz y grande que la Tierra, mientras que otra mujer pensaba que al fallecer se va al cielo a bailar, unas percepciones agradables del fin de la vida dentro del dolor que supone para los familiares y amigos, un tormento captado de forma más clara en “Shara” (2003). En “Aguas Tranquilas” (2014), la muerte se presenta en una isla con un cadáver de un hombre flotando en el mar, un hecho extraordinario para sus habitantes que sirve para abrir una película en la que la directora japonesa vuelve a tratar la defunción desde un punto de vista simbólico a la par que espiritual. [leer más]
24. MANDARINAS (Zaza Urushadze). “Mandarinas” es, sin lugar a dudas, un película paradigma del menos es más. Sobre todo cuando nunca pretende ser lo que no es ni disfrazarse con los ropajes de la grandilocuencia pornomiserable a lo Angelina Jolie en “Tierra de Sangre y Miel“. No, “Mandarinas” es, bajo el pulso de su director, Zaza Urushadze, algo más que una película de guerra o sobre guerra: es una película sobre el significado de lo que es o debería ser ejercer como ser humano. La concreción es la baza fundamental en la que se asienta la narración: se describe el conflicto con muy poco, de forma clara y entendedora porque, en el fondo, aunque estemos en medio de una guerra civil de ex-repúblicas soviéticas, lo que aquí quiere trascender es el mensaje universal, no los colores de una bandera u otra. Sí, se puede acusar a la película de una cierta incapacidad de generar sorpresa o incluso tensión; pero este es un reproche que, sin embargo, se antoja injusto puesto que Urushadze en ningún momento pretende nada de ello. Lo que sí quiere mostrar “Mandarinas” es un punto de vista de un conflicto asumiendo el rol de isla de civilización, de nobleza, de pacifismo dialogante que no tienen nada que ver con el buenismo trasnochado unicornial. No, la casa donde transcurre la acción podría ser una especia de templo, de remanso de cordura y civilización, lo que no es óbice para limitar la visión a los cuatro muros sobre la que se erige. [leer más]
23. LANGOSTA (Yorgos Lanthimos). ¿Qué pretende mostrar el film de Lanthimos? En realidad, no es este un film denuncia, ya que su puesta en escena es meramente anacrónica. No se trata de poner de manifiesto las deficiencias del mundo actual, no. En realidad, más que denuncia, esta es una advertencia satírica de hacia dónde se puede encaminar nuestra existencia. De ahí que, como toda señal de peligro, aunque aparentemente sea algo temporalmente presente, se comporta proyectándose en el futuro. Podríamos hablar de un cierto escepticismo del director griego respecto a las relaciones sentimentales, tanto la vida en pareja como la soltería, pero no es tanto eso como la sensación de que, si en algo se caga el realizador, es en la banalización de los mismos. Aquí hay una muestra de la voluntad de intromisión del poder incluso hasta en las áreas más privadas del corazón humano, de la voluntad de masificación y, por ende, la eliminación de la voluntad individual desde las altas esferas de poder. No se trata por ello de una suerte de criminalización ideológica del socialismo a lo orwelliano, ya que por un lado la rebelión individual acaba también derivando en autoritarismo y, por otro, hay una idea flotando en el ambiente, un subtexto, que nos habla (y no precisamente bien) de la estupidez hiperconsumista / capitalista. [leer más]
22. THE ASSASSIN (Hou Hsiao-Hsien). La flamante ganadora del premio a la mejor dirección en Cannes retuerce el género del wuxia por la vía del éxtasis estético, en esta historia de dualidad entre los lazos a la familia por lo genético o por la adoptivo. Creo que hace mucho que no gozaba tanto con el sentido de la composición del gran plano como el que hace Hsiao-Hsien en “The Assassin” (en la foto). De esta manera, el autor convierte su cinta casi en un western paradójico, en tanto que despojado de su épica otrora intrínseca, cuando aleja su mirada, pues aunque los elementos argumentales de la obra podrían invocar a lo heroico y a la redención, aquí quizás importa más la suma de elementos formales que conforman finalmente un relato bastante más íntimo de lo que a priori parece. Veo por ejemplo un enorme y nada disimulado erotismo en “The Assassin“, desde los continuados planos con velos interpuestos y cortinas circundantes o la gama de rojos intensos que predomina en las escenas interiores hasta la gracia casi estática de los recorridos de la cámara o de los movimientos de los personajes, en una pequeña y sutil coreografía secreta. Incluso se advierte una cierta fisicidad atribuida a elementos no corpóreos, tanto en el plano visual (la densa niebla que cubre las laderas de las montañas) como en el sonoro. Cautivadora, exquisita y de una brillantez ornamental casi dolorosa, los entregados aplausos al final de la proyección de “The Assassin” están plenamente justificados. En minúsculas pero con todas las letras: obra maestra. [leer más]
21. AMAR, BEBER Y CANTAR (Alain Resnais). Es este el último film de Alain Resnais, ese testamento involuntario que el director consiguió finiquitar pero que fue estrenado después de su muerte repentina. Y, pese al hecho de que es esta una película redonda, duele pensar que su anterior “Vous N’Avez Encore Rien Vu” hubiera sido un testamento mucho más rotundo por lo que tenía de intrincadísimo y elocuente laberinto escarbado en las paredes de un meta-cine capaz de explorar el teatro y el vodevil… “Amar, Beber y Cantar” también es un ejercicio de aproximación al teatro y al vodevil desde el cine, pero sin necesidad de intelectualizaciones ni etiquetas “meta”: la depuración de los escenarios en todo un conjunto de superficies planas diseñadas e ilustradas por Blutch le sirve a Resnais para que lo que brille sea la propia estructura teatral del guión de Alan Ayckbourn sobre la conocida obra “Life of Riley“. Al fin y al cabo, es imposible abordar“Amar, Beber y Cantar” sin perdonarle continuamente su falta de pretensiones: sin Resnais entre nosotros, lo único que nos queda es celebrar el hecho de que, en la última fase de su carrera, consiguiera hacer brillar esa espina dorsal de teatro que le permite al cine moverse con total libertad narrativa. Y, teniendo en cuenta que el realizador ya demostró a lo largo de su carrera que, cuando había que dar el do de pecho en lo abstracto y en lo intelectual era el primero de la clase, ¿por que no permitirle y permitirnos el lujazo de sentarnos ante“Amar, Beber y Cantar” y, simple y llanamente, disponernos a disfrutar, a reir y a amar (y, oye, si puedes beber mientras ves la película, mejor que mejor)? [leer más]
[/nextpage][nextpage title=»Del 20 al 16″ ]20. YO, ÉL Y RAQUEL (Alfonso Gomez-Rejon). Es difícil ver “Yo, Él y Raquel” (con su premisa teen) sin prejuicios, y es difícil no perderlos a los quince minutos de metraje. Porque no, esta no es una versión más de “Bajo La Misma Estrella“, sino una vuelta de tuerca simpatiquísima al género. El film presenta a Greg, un chico algo inadaptado que, junto a su colega Earl, dirige versiones modificadas de películas famosas y al que la vida le da un giro de 180º cuando su madre le obliga a hacerse amigo de Rachel, una chica que padece leucemia. Como conductor, un humor que se crea de la simple colisión de personajes estupendos; y, como paradas del viaje, todo un conjunto de referencias cinéfilas a gogó que hicieron que en su estreno en el festival la sala estallase a carcajadas durante gran parte de la película. Agrada porque no busca la complicidad del público más joven a la fuerza sino que este parece surgir naturalmente. El ritmo acelerado, la cámara llevada al milímetro (que recuerda a un Wes Anderson encocado) y unos personajes que son esculpidos a su propio entorno, “Yo, Él y Raquel” es no solo la perfecta película de sobremesa, sino un clásico instantáneo de la comedia dramática. Entre esa cinefilia es real y coetánea (llegan a imitar a Werner Herzog), vemos en la pared de una escena el póster de “La Jeteé“, film en el que el narrador dice “nada diferencia los recuerdos de los momentos habituales; sólo más tarde se dan a conocer cuando muestran sus cicatrices“, y es así como días después de haberla visto solo con escuchar “The Big Ship” de Brian Eno se nos encoja el corazón. Casi como si alguien que ha aprendido de los directores maestros del siglo XX (y no de otros directores de películas teenager) hiciese una película para los adolescentes del siglo XXI. [leer más]
19. NIGHTCRAWLER (Dan Gilroy). Telemasacre. Está era la palabra que inevitablemente fluía de la boca de mi padre cada vez que los títulares del telediario inundaban el salón. Había un cierto deje de ironía en ello, un disgusto enquistado en el conocimiento de la tragedia que machaconamente se iba a suceder ante nuestros ojos. La paradoja estaba en el acto en si de su visionado: si ya conocíamos de antemano el desfile de desgracias, carnicerías, crisis, sangre y muerte del que ibamos a ser testigos, ¿por qué seguiamos mirándolo? “Nightcrawler” no pretende dar respuestas al fenómeno, ni tan siquiera hablar de los mecanismos de activación del morbo del telespectador, al darlos por algo sentado . En este sentido, estamos muy lejos del film denuncia o de un cierto idealismo utópico al respecto. No, este es un film que habla de canibalismo, de cómo el medio está dispuesto a devorarse a sí mismo en la lucha sin tregua por la cuota de audiencia correspondiente hasta el punto de entregarse a los ardides de un sociópata. [leer más]
18. PURO VICIO (Paul Thomas Anderson). Probablemente Paul Thomas Anderson haya hecho con “Puro Vicio” su película más decididamente física. Y es cierto que hasta ahora hemos apelado al realismo sucio y a la fisicidad para referirnos a ella, pero a la vez esta es una obra que se nutre de una contradictoria dualidad. “Puro Vicio” es, también, un vodevil de feroz inspiración onírica. En él, las tramas aparecen y desaparecen de manera caprichosa, casi aleatoria, en un ejercicio que transforma lo lúdico en ensoñador y viceversa. Y, de hecho, ¿hasta qué punto la ensimismada voz de Sortilège, esa narradora virginal envuelta en una luz casi irreal, no es un arrullo femenino, incluso maternal, que se incrusta en nuestra mente para sumirnos en un placentero letargo? ¿Cómo no sospechar que ese plano final no está mostrando sino el primer rayo de sol del día que entra por la ventana directo a nuestros ojos para despertarnos? [leer más]
17 FOXCATCHER (Benett Miller). Bennett Miller conduce a su “Foxcatcher” hacia el derrumbe psicológico al que toda la película nos ha estado dirigiendo como reses hacia el matadero. Desde el principio, todo un conjunto de recursos formales han alimentado una atmósfera tensa y antinatural (los silencios alargados con tirantez, la escasísima música atonal y sofocante, la magistral filmación de los cuerpos y de la lucha libre con una belleza inquietante y con un gusto extremo por los planos cerrados en los que el cuerpo se disecciona en partes que pierden su sentido individual para ofrecer un nuevo sentido grupal y violento), por mucho que hacia la mitad del metraje se introduzcan elementos que ayudan a distendir ligeramente el ambiente (algunas canciones diegéticas y planos como esa mano de David sobre la espalda de su hermano mientras Mark vomita en un momento de particular fragilidad emocional y psicológica). Y, al final, cuando la tragedia irrumpe en la acción y aniquila la posibilidad de un cierre coherente, de explicaciones que contenten al espectador medio, “Foxcatcher” se transforma en el retruécano autoral que Miller se negó a firmar en sus dos anteriores trabajos. Por fin. [leer más]
16. STAR WARS: EL DESPERTAR DE LA FUERZA (J.J. Abrams). Hay que reconocerle a J.J. Abrams su amor, su culto referencial a las películas de su vida; y, por ende, la intención de plasmarlo en pantalla a través de sus films. Que Abrams tiene potencial, ideas y capacidad para desarrollar su personalidad cinematográfica queda más que demostrado, por ejemplo, en su propia “Misión Imposible” o en las dos entregas de “Star Trek“. Es decir, de alguna manera y, si él quisiera, podríamos hablar de una suerte de autor mainstream. La clave de todo, sin embargo, está precisamente en el término “querer”, porque si hay algo que también caracteriza al cine de Abrams es una cierta aprensión o, si se quiere, miedo a “fallar” a su público. Le pasó en “Super 8” al querer crear una suerte de nuevos “Goonies“… Y con “Star Wars: El Despertar de la Fuerza” sigue la misma senda. En este nuevo capítulo, Abrams pretende congraciar al público con la saga a través de una operación nostalgia. Una forma de decir: “Olvidaos de la trilogía de Lucas, aquí se va a volver a las raíces, a lo que es y nunca debió dejar de ser la saga”. Para ello, el director tira de manual y estructura y filma su película a la vieja usanza, prescindiendo incluso del abuso del CGi y dotando a la atmósfera global del film de un cierto realismo artesano. La puesta en escena es táctil, sensorial, aprehensible. Y a todo ello hay que sumar el mimo con el que se dibujan los personajes, conformando un panorama donde el fan de la saga se siente como en casa, en un universo que conoce y que le hace sentir cómodo. [leer más]
[/nextpage][nextpage title=»Del 15 al 11″ ]15. EL CLUB (Pablo Larraín). Tras retratar de forma hábil y efectiva el final de la dictadura de Augusto Pinochet en “No”, pocos podíamos imaginar que la siguiente película del cineasta chileno Pablo Larraín iba a resultar de un calado tan potente. Porque “El Club” es una de las experiencias emocionalmente más angustiosas que hemos vivido en una sala de cine en bastante tiempo. El relato, frío, casi sarcástico, de la convivencia de cuatro curas apartados por la iglesia de sus tareas evangelizadoras y retirados en una casa al margen de la sociedad al cargo de una cuidadora bastante particular, resulta de una dureza a ratos difícilmente soportable. El tratamiento de la imagen que propone Larraín enfatiza un aspecto brumoso que se expande por todo el universo estanco retratado, creando una atmósfera de desasosiego que se infiltra en las entrañas de los personajes, pero también de los espectadores. La progresiva puesta a planos del conflicto moral que arrastran estos personajes convierte la cinta casi en una película de terror, en la que la intervención de un párroco enviado por la curia para investigar un incidente en la casa hace que se diluyan las fronteras entre la bondad y la maldad, la expiación y la culpa, el castigo y el perdón. Al final, solo el vínculo hombre-animal que logra establecer uno de los personajes parece librarle de la deshumanización que impera en ambos bandos (el supuesto bien y el supuesto mal). Este año no sentí la necesidad de enmudecer al terminar el visionado de un film como con “El Club”. Y eso, según mi criterio, quiere decir que estamos ante una de las películas de 2015. [David Martínez de la Haza]
14. LA CANCIÓN DEL MAR (Tomm Moore). Partiendo de mitos paganos, “La Canción del Mar” escribe su propia estela, una historia tan redonda que resulta, además de un regalo de cumpleaños perfecto para una sobrina que cumple cinco años, uninstant classic para cualquiera que lo vea. La película tiene la capacidad de absorber al que la ve y transportarlo a ese mundo y a esas sensaciones que, sin previa experiencia, hacían que ver una película a los ocho años resultase ser una experiencia tan intensa. La familiaridad de las relaciones y de los pequeños detalles ayuda: peleas con hermanos, villanos que más que malos son atormentados y una ausencia de subtramas amorosas que se agradece cuando la industria de Hollywood ve la necesidad de “arrejuntar” a todo bicho viviente independientemente del público del film. Pero, por encima de todo, la película es una oda a la fantasía, a los cuentos fantásticos que nuestros padres nos contaban antes de ir a dormir. [leer más]
13. FUERZA MAYOR (Ruben Östlund). El realizador Ruben Östlund vuelve a reflexionar en “Fuerza Mayor” sobre el comportamiento humano en relación a su entorno, y especialmente en el microclima familiar. Una mirada introspectiva a una crisis conyugal que lejos de caer en el típico melodrama, sirve para explorar el comportamiento irracional (o no) de las personas ante una situación de extremo peligro. Y como esta puede tornarse en un conflicto de carácter social que se va intensificando y expandiendo a través de diferentes situaciones más o menos ordinarias a lo largo de la película. Östlund estructura el relato en días, todos los que la familia pasa de vacaciones en las montañas. Y lo hace con su habitual dirección, en la que la cámara estática observa paciente y a través de largos planos el comportamiento de sus personajes. Es admirable la capacidad del director para lograr partir de una simple anécdota y desarrollar todo un conflicto de tales dimensiones. ¿El instinto de supervivencia de un individuo puede poner de manifesto los valores del mismo respecto al ámbito familiar o se trata únicamente de un impulso irracional al que no cabe dar más importancia? [leer más]
12. BLIND (Eskil Voigt). El hasta ahora guionista Eskil Voigt, colaborador en los libretos de «Reprise» (2006) y «Oslo, 31 de Agosto» (2011) del director noruego Joachim Trier, da el salto a la dirección con la extraordinaria, ambigua y mística cinta «Blind«. La sencilla premisa de una mujer ciega que vive sola le sirve al director para reflejar sus miedos, deseos, inseguridades y frustraciones a través de los senderos de la mente y del subconsciente. Cuesta distinguir qué es realidad y qué no lo es en esta película, debido sobre todo a la sutileza de sus transiciones, cambios de escenario e incluso de personajes. Y es que las dos mujeres protagonistas interpretan roles muy similares y su conexión nunca llega a ser explicada con facilidad. Son estos elementos dispuestos de forma ambigua y poco clara los que ayudan a generar una atmósfera de confusión que no es solo sensación de los propios personajes, sino también del mismo espectador. «Blind» se convierte de este modo en un apasionante juego de espejos angustioso y opresivo que entra en la cabeza de sus protagonistas para hablar de conflictos tan universales y humanos como el miedo y la angustia, el amor y el deseo o en definitiva la soledad y el aislamiento de las personas. Estamos ante una de las películas europeas más originales y estimulantes de los últimos años. [Isart Armengol]
11. BIRDMAN (Alejandro González Iñárritu). “Birdman (o La Inesperada Virtud de la Ignorancia)” lo tiene absolutamente todo para ser un pepinazo… Y así nos lo han vendido intensamente muchos meses antes de su propio estreno en nuestro país. Poco tienes que haber frecuentado la prensa de cualquier tipo, desde la generalista hasta la especializada, para llegar hasta la nueva película de Alejandro González Iñárritu totalmente virgen y sin conocer los motivos por los que este film está supuestamente llamado a pasar la historia. El primero de ellos, el casting: la recuperación de Michael Keatonconsta aquí al mismo nivel que un plantel de macro-estrellas entre las que se encuentran Emma Stone, Edward Norton, Naomi Wats y Zach Galifianakis. Si hay algo de lo que se ha hablado hasta decir basta es, sin embargo, de la (presuntamente) arriesgada decisión de Iñárritu de afrontar el argumento a través de un falso plano secuencia, de tal forma que toda la historia se explique en un único movimiento de cámara que salva los saltos de tiempo mediante diferentes recursos creativos. Por último, la tercera característica de “Birdman (o La Inesperada Virtud de la Ignorancia)” de la que se ha hablado, pero menos (casi exclusivamente en medios más especializados), ha sido su profundo espíritu meta-cinematográfico, en el que realidad y ficción se funden a un nivel intrincadamente complejo. [leer más]
[/nextpage][nextpage title=»Del 10 al 6″ ]10. LEVIATÁN (Andrey Zvyagintsev). “Leviathan” es un extenso mural en el que aparece retratada de forma transversal en un vergonzoso primer plano la corrupción que se aloja de forma prácticamente endémica en tantos estamentos de la sociedad rusa. Sin embargo, una lectura longitudinal nos revela la profundidad dramática de la obra. Estamos ante un drama total, un pandrama inteligentísimo donde Zvyagintsev traiciona la uniformidad temática para bordear de forma absolutamente fluida las fronteras de los diferentes tipos de tragedia mostrados en su película, sin que el espectador note la traslación de uno a otro contexto dramático. Así, si la primera parte del film transita casi exclusivamente por el drama socio-judicial en el que se ve envuelto Dmitriy (Vladimir Vdovichenkov), un segundo tramo se vuelca en el drama personal y de pareja sin que se logre apenas discernir el cambio de registro tonal. Finalmente, un brillante último segmento, en el que la digresión genérica se torna un prodigio narrativo, cierra una obra que huele a clásico perenne. Mención aparte merece Elena Lyadova comoLilya, la esposa del protagonista, que desde un rol que se intuye a priori como marginal, se erige en el evidente eje emocional de la historia, una mártir preciosa y eterna que expía sin éxito los pecados del mundo. [leer más]
9. MAPS TO THE STARS (David Cronenberg). Podemos decir que Cronenberg reinventa su concepto de la nueva carne en “Maps to the Stars“. Aquí no hay ni las mutaciones hombre-máquina ni los experimentos monstruosos ni tampoco las manipulaciones genéticas extremas con las que afianzó su llamado horror corporal (películas como “Videodrome”, “The Fly” o “Shivers”), sino un puñado de personajes deformes (sólo uno por fuera y todos en su interior) que disimulan mejor su putrefacción que James Woods en “Videodrome”. Su trasiego por la pantalla está rodeado de un humor negrísimo y acompasado por un objetivo compartido: rehacerse sobre las cenizas de ese pasado infernal mientras se arrastran como un grito de huesos afligidos en casa de nadie. De los cuatro elementos anteriormente citados, quiero ilustrar el más importante, el ritual por el que todos los humanos nos vemos obligados a pasar: la muerte. Son varios los fantasmas que aterran y agreden a los habitantes de la industria cinematográfica moderna que aparecen en “Maps to the Stars“. Espectros que les culpabilizan de intentar ser como sus antepasados, de su bestial egoísmo y egocentrismo y, sobre todo, de servirse de falsos recuerdos sustentados por narcóticos para poder regenerarse en ese mundillo, ya sea con remakes, machacando sin piedad a sus contrincantes o yendo a Oprah a contar intimidades a cambio de dinero fresco. [leer más]
8. EL PAÍS DE LAS MARAVILLAS (Alice Rohrwacher). Sabemos que es Italia pues hablan italiano, hay restos etruscos, la televisión apesta y Monica Bellucci (casi como una parodia de sí misma) encarna a una host que vendría a ser el prototipo carnal de la televisión berlusconiana mas chusquera y vulgar posible. Sí, es Italia, pero también es un páramo, un no-lugar donde exiliados de la civilización y de ellos mismos luchan por aferrarse a su condición de outsiders, de náufragos con Síndrome de Estocolmo. Prisioneros de su isla y al mismo tiempo soñando en el día que escaparán de ella. “El País de las Maravillas” (“Le Meraviglie“), es un recorrido por este limbo en las afueras de lo civilizado. Una descripción de la lenta extinción de una forma de vida que se debate contra sí misma entre el idealismo y la bofetada diaria de una realidad que avanza inexorable dispuesto a devorarla. Un mundo en descomposición compuesto de restos de un todo que se deshilacha. Pálidos colores, restos de objetos, una “zona” stalkeriana fuera del tiempo y del espacio. [leer más]
7. WHIPLASH (Damien Chazielle). Soy el puto J.K. Simmons, pero aquí puedes llamarme señor Fletcher o mejor no me digas nada. Soy el puto amo, Andy, y me debes tratar como tal. Calla, obedece, camina o revienta. Soy duro, ¿eh? Te maltrato, ¿eh? Me acusarás de elogio del fascismo, de reivindicar el maltrato y el abuso como técnica de motivación. Hey! is this Guantanamo bay? No fuckin’ way, man. Te he visto la cara, Andy, y estás deseando dejar de ser el fracasado total al que te quiere abocar tu vida familiar. Veo tu sudor y tu sangre en el bombo, la caja y los platos. Y quieres que me apiade, ¿no? Que diga “buen trabajo”, ¿verdad? Ni de coña, cocksucker. Esto no es tortura, esto es lo más cercano al sadomasoquismo que encontrarás. Te necesito para mi banda, para que el mundo sepa lo bueno que soy. Y tú me necesitas para que te patee el culo, para sacar lo mejor de ti. Esto es retroalimentación, baby, es expansión, es romper los límites. Es jazz, freestyle. [leer más]
6. EL PEQUEÑO QUINQUIN (Bruno Dumont). Estilísticamente, Bruno Dumont parace inspirarse, especialmente en su plasmación de los cuerpos vs el entorno, en el Fritz Lang de Furia, haciendo de la deformidad y fealdad física un espejo, un estudio psicológico del alma de los personajes. Pero a lo que (intencionadamente o no, no lo sabemos) juega esencialmente el director es a hacer un juego desmitificador del género. Por un lado siendo igual de duro, aunque restando gravedad en el tono, que un film de temática similar como Bullhead, y por otro configurando su obra como una especie de burla, de espéculo valleinclanesco de True Detective. Si uno se para a pensarlo El pequeño Quinquin ofrece los mismos elementos argumentales que la serie de la HBO: Duo protagonista, zona profunda, mayor interés en los personajes que en el desarrollo del caso…Solo que en el caso que nos ocupa no hay voluntad alguna de evolucionar hacia la redención de los personajes. Aquí se trata de ser chocante mediante una avalancha de realismo. Se trata al fin y al cabo de lograr la risa por ausencia de otra posibilidad, por incomparecencia de rasgos de empatía humana. Y es que El pequeño Quinquin es un retrato desesperado ante la aceptación de la imposibilidad del cambio de paradigma social. Porque no nos engañemos, por más rural que sea el ámbito Dumont nos habla a todos, incluso a los que nos burlamos de cierta ignorancia para decirnos que a nuestra manera todos somos iguales: brutales, amorales, cáscaras de humanos vacíos sin alma de laringes carcajeantes. [Alex Pérez Lascort]
[/nextpage][nextpage title=»Del 5 al 1″ ]5. MAD MAX: FURIA EN LA CARRETERA (George Miller). Aunque su apariencia remita a lo barroco, a lo retorcido y exuberante, “Mad Max: Furia en la Carretera” tiene algo más que ver con los prerrenacentistas, especialmente con Sandro Botticelli. No nos imaginamos a George Miller, o quizás sí, vaya usted a saber, en la Galería Uffizi, tomado notas mientras contempla “El Nacimiento de Venus“, claro está… Pero su película refleja ciertos aspectos que entran en consonancia no sólo con el cuadro en cuestión, sino con la totalidad de la obra de su autor. Esencialmente, “Mad Max: Furia en la Carretera” es una carrera, un búsqueda incesante en pos de un imposible, de una proyección hacia ese punto de fuga inalcanzable, a la consecución de ese objetivo utópico que dotaría de perspectiva, de profundidad al conjunto. Por ello los personajes parecen, más allá de su movimiento, flotar sobre el paisaje. Un entorno hostil, monótono, apenas cambiante, únicamente sujeto a la luminosidad y que constituye un elemento individual, ajeno a los otros cuya función sólo es reactiva. Como si no quisiera dejarse atrapar por el invasor (casi) humano. [leer más]
4. CORN ISLAND (Giorgi Ovashvili). “Corn Island” tiene mucho de drama clásico en el que se sintetizan grandes temas como la importancia de la herencia como refuerzo de la memoria, la imposible lucha del hombre contra la naturaleza o el eterno florecer de la juventud (física y sensual) en un entorno particularmente adverso… En todos estos campos, Ovashvili brilla gracias a su capacidad de depurar la trama y dejarla en su esqueleto, de conseguir transmitir mucho con lo mínimo (los diálogos, por ejemplo, escasean de forma dulcemente escandalosa). Pero donde más brilla “Corn Island” es en su capacidad para encapsular en un relato clásico toda la tensión socio-política de la zona en la que se sitúa la trama: el viejo protagonista y su sobrina deciden construir una cabaña y cultivar un campo de maíz en una isla situada en un río que separa Georgia de Rusia, un lugar por el que transitan barcas repletas de militares de un lado y del otro y en el que, de repente, la noche se ve vulnerada por sonidos de disparos. Es aquí, en este espacio de conflicto y tensión continua, donde la naturaleza decide demostrar que los problemas humanos no son nada cuando lo que se impone son las fuerzas naturales. Es aquí, entonces, donde la tragedia impuesta por la naturaleza borra cualquier otro tipo de tragedia. Es aquí donde deberíamos recordar que este tipo de problemas humanos siempre serán barridos por la fuerza del tiempo. [leer más]
3. VIAJE A SILS MARIA (Olivier Assayas). La salida fácil ante «Viaje a Sils Maria» es decir que es la mezcla pluscuamperfecta entre «Eva al Desnudo» y «Persona«. Del film de Mankiewicz toma la disección del ego de una actriz madura que vuelve a interpretar la obra que le hizo famosa pero con el cambio que supone ocuparse de otro personaje, de la antagonista no sólo vieja, sino también más débil de temperamento. Del film de Bergman, evidentemente, hereda el choque psicológico entre dos mujeres, una madura y otra joven, en un espacio cerrado dentro del cual se espejan la una sobre la otra… Pero «Viaje a Sils Maria» es mucho más que esto. Para empezar, en su disección del ego de las actrices se atreve a ampliar el campo de batalla no sólo con las herramientas fáciles (esa relación apasionante y elocuente entre Juliette Binoche y su personaje), sino también con una pátina de alta cultura afrancesada que se enrosca alrededor de un concepto tan vaporoso como la serpiente de Maloja (que no es una serpiente, sino un fenómeno atmosférico). Y, por si esto fuera poco, a la exploración de la identidad femenina a través de dos mujeres encerradas una junto a la otra, Assayas añade un delicioso componente mental (¿existe realmente el personaje de Kristen Stewart?) que acaba de romper la barja de las expectativas del espectador. Vejez, identidad, la fina línea que separa el amor del odio entre mujeres, fragilidad mental, transmisión intergeneracional… Al final, Assayas habla de mucho más de lo que aparenta. [Raül De Tena]
2. IT FOLLOWS (David Robert Mitchell). Estamos ante un film que, mediante la excusa de la circularidad, de las rutinas, dibuja un panorama tedioso, de pestilencia vital. Un panorama trazado (en ocasiones de forma evidente) por el movimiento de la cámara, pero también en los detalles. En los múltiples círculos que trufan cada uno de los planos. Algunos de ellos evidentísimos, otros no tanto, pero que dotan a la cinta de un aire de infinitud, de lo inabarcable por reiterativo. En cierto modo, la aparición del ente, su forma de transmisión, su objetivo, se vinculan fuertemente con dicho bucle. Al igual que las rutinas y las vidas de los protagonistas (pasado oscuro, apuntado en fotos, presente tedioso, futuro incierto) el ente parece orbitar en una existencia de redundancias, de objetivos inacabables. En cierto modo, unos y otros son seres arrojados a una nada paisajística de un tiempo inexistente, con la necesidad de retroalimentarse de emociones, sí, pero de sexo también. [leer más]
1. DEL REVÉS (Pete Docter y Ronaldo del Carmen). Dibujar el mapa de las complejidades emocionales del ser humano no es algo sencillo. Imaginen una tarea como esta y traten de realizarla sin caer en el tópico, en el cliché, en el sentimentalismo más dedócrata o en el escepticismo más nihilista. Difícil, sí. Ahora imaginen que esta panoplia emocional corresponde a una niña de once años y todo lo que ello conlleva. Cambios, dudas, evolución constante. Súmenle otro factor más: hacer de esta descripción una película suficientemente compleja para el disfrute adulto y, a la vez, suficientemente “entendible” o “ligera” para un público de menor edad. Pues bien, Pixar, después de un cierto vaivén y pérdida de dirección en insulsas secuelas, acepta el reto con “Del Revés“… Y no sólo se atreve, sino que firma posiblemente una de sus obras cumbres. No tanto en su diseño o en la calidad de la animación (acertadísimo el contraste entre el realismo del mundo exterior y la imaginería interior entre lo idealista y el cartoon), sino en su capacidad de generar capas y capas de comprensión y disfrute para todos los ojos (y cerebros) posibles. [leer más] [/nextpage]