¿Cuáles son los 30 discos nacionales que, a nuestro entender, han partido la pana en este año 2015? Dicen por ahí que en la variedad está el gusto…
Lo sabemos: en estos párrafitos que preceden a la que sin lugar a dudas es una de las listas más importantes del año podríamos escribir lo que nos diera la repajolera gana y no se coscaría ni el Tato. ¿O hay alguien que lea esto en vez de pasar directamente a chequear en qué puesto de la lista están sus discos preferidos? Pero que nadie diga que no hacemos nuestro trabajo… Así que aquí vamos. Con el texto de rigor explicando que, por si no lo sabías, esta es nuestra lista recopilando los que, a nuestro entender, han sido los 30 discos más importantes del año 2015.
Esta vez más que nunca, la variedad se ha adueñado de forma realmente estimulante de la selección de discos que encontraréis a continuación. El hecho de que la lista se abra con la mismísima Soleá Morente ya debería dejar constancia de los aires aperturistas que han entrado en la redacción de Fantastic Plastic Mag… Pero, ojo, porque lo que viene después no tiene precio. Sobre todo porque, como siempre, dará excusas a absolutamente todo el mundo para insultarnos y decir esas burradas que años atrás se llevaban en pleno la gente de la Rockdelux pero que ahora nos comemos todos los medios que hacemos listas.
Sea como sea, aquí os dejamos los 30 discos que, según la redacción de FPM, definen de forma más preclara a qué ha sonado este año 2015 que estamos a punto de cerrar. Y, para acabar, un pequeño apunte: el número 30 se nos está quedando pequeño, así que esperad que para el próximo año hagamos obras en esta lista para permitir una ampliación de espacio.
30. «TENDRÁ QUE HABER UN CAMINO», de Soleá Morente. Soleá Morente abre la cuarta vía de la colisión natural entre pop, rock y flamenco pergeñada en el corazón de Granada, apadrinada desde una perspectiva rompedora y contemporánea por su padre Enrique -junto a Lagartija Nick– en “Omega” (El Europeo / Discos Probéticos, 1996) y prolongada con audacia sin dejar de respetar la esencia de la tradición andaluza por Los Planetas y Los Evangelistas. Con estos últimos, Soléa encontró su lugar en “Homenaje a Enrique Morente” (El Ejército Rojo / Octubre, 2012) como voz acompañante y, posteriormente, como voz protagonista en el EP “Encuentro” (El Volcán, 2013). Así que era sólo cuestión de tiempo que Soleá diera el siguiente paso en forma de disco de debut con su nombre a solas, este “Tendrá que Haber un Camino” (El Volcán, 2015) cuyo título, de poderosas reminiscencias morentinianas, sugiere de antemano las coordenadas espirituales y sonoras por las que discurre. Fundiendo clasicismo popular con modernidad y palos añejos con géneros alejados de ellos, este álbum se muestra como un colorido y brillante rosetón compuesto por piezas tan diversas en su concepción (composiciones originales, actualizaciones de fandangos, tangos, granaínas y sevillanas, adaptaciones de Lorca y Machado y descartes de “Omega”) como fieles a las raíces culturales y geográficas de Soleá, que recibió la ayuda de parte de su familia, de varios músicos granadinos y de un auténtico comité de expertos para hacer realidad esta particular indagación revisionista que no rechaza tomar diferentes direcciones: de la mano de La Bien Querida salieron “Vampiro”, “Nochecita Sanjuanera” y “Todavía” (Ana Fernández-Villaverde) y la tecnopop “Tonto” (David Rodríguez); con la ayuda de J, las folclóricas y planeteras “Arrímate”, “Solos Tú y Yo”, “Eso Nunca lo Diré” y “La Ciudad de los Gitanos”; y de la cabeza de Manu Ferrón, la agridulce “Oración”. A todos los cortes citados y a los que completan “Tendrá que Haber un Camino”, Soleá inyecta su embrujo con inocencia, tacto ancestral y solemnidad. Alcanzada su primera cumbre jonda, el camino de Soleá sigue… [Jose A. Martínez]
29. «BACÁN», de Opatov. Creo que no hablo solo por mí cuando digo que estoy hasta el coño del garaje. Si ya de por sí es un género destinado a hacerse repetitivo -siendo sus rasgos fundamentales una letra simple tocada a toda pastilla encima de estructuras musicales que no buscan originalidad sino impacto-, el hecho de que parezca ser el género predilecto de la juventud barcelonesa ha terminado por hacer que lo repela casi de manera preceptiva. Sin embargo, aquí están Opatov y su debut en largo entre lo mejor del año. Y es que, en “Bacán”, los de Cerdanyola consiguen desautomatizar el género garajero gracias a la inclusión entre sus acelerados guitarreos y aporreamientos de batería de elementos ajenos al mismo (como, por ejemplo, la trompeta de Peris o una mayor presencia de reverb en la voz), aportando un poco de originalidad a este a ya trilladísimo garaje de eternos adolescentes. No por nada en menos de un año han pasado de ser cuatro chavales que veías por ahí normalmente entre el público y a veces sobre un escenario a tocar en fesitvales como el Primavera Sound o el FIB. [Patri di Filippo]
28. «EDUCACIÓ FÍSICA», de Les Sueques. De padre post punk y madre dadaísta nacen Les Sueques. Las guitarras garajeras y afiladas, el bajo contundente y omnipresente y los teclados son bañados con dulzura por voces que cuentan verdades como puños en tono naif. Sus cuatro componentes se disfrazan dentro y fuera del escenario y critican lo establecido, la burguesía catalana, el amor, la ciudad, el consumismo, la sociedad… Con “Cremeu Les Perles” (El Genio Equivocado, 2013), Les Sueques ya se hicieron un lugar en el panorama indie catalán tan dominado por el pop folk. Ahora, vuelven con fuerza y más guitarras con su nuevo trabajo “Educació Física” (El Genio Equivocado, 2015): un segundo LP que es fiel a sus inicios. Suena más compacto pero no menos rebelde, más ordenado pero no menos crudo, más maduro pero no menos femenino, más íntimo pero no menos irónico. [leer más]
27. «EL COMPORTAMIENTO PRIVADO», de Tachenko. Suenan los primeros acordes de “Los Festivales de la Fe”, suculento festín pop de aires clasicistas y ritmo variable que abre “El Comportamiento Privado” (Limbo Starr, 2015), y comienza a recorrer todo el cuerpo una sensación de gozo y optimismo que, por suerte, se alarga más allá del final de la pieza gracias a un proceso en el que el hipotálamo bombea endorfinas a borbotones en respuesta a las positivas señales acústicas recibidas. Estos placenteros efectos secundarios que genera la apertura del sexto disco de Tachenko son, en realidad, los que ha producido el cancionero del grupo de Zaragoza desde el mismo día en que decidieron entregar al mundo su álbum de debut, el reluciente “Nieves y Rescates” (Grabaciones en el Mar, 2004). Y en esa tarea continúan enfrascados Sergio Vinadé, Sebas Puente y familia, expertos en hacer de sus discos fuentes de alegría que, aunque quizá no cambien vidas, sí al menos consiguen iluminarlas y convertirlas en travesías agradables. [leer más]
26. «SIESTA MAYOR», de Las Ruinas. El año que Las Ruinas no publiquen disco se acabará el mundo… Por eso, para salvarnos del Apocalipsis antes de que finalizase el 2015, el grupo barcelonés ha cumplido con su sanísima costumbre de entregar nuevo trabajo. Esta vez le toca a “Siesta Mayor” (El Genio Equivocado, 2015), que prolonga adecuadamente la apertura estilística practicada en “Acidez House” (El Genio Equivocado, 2013) y la sublimación de su sonido pop-rock consumada en “Toni Bravo” (El Genio Equivocado, 2014), potenciando los hallazgos de uno y otro en un álbum que, a lo largo de su recorrido, guarda varias sorpresas. Cómo definir si no “Fruta de Temporada”, que desprende unos aires flamencos (sacudidos por un tornado eléctrico) que podrían firmar Los Planetas actuales; la humorística ironía que atraviesa “International Yonki Tour” o “Jam Session Man”; o incluso los transparentes y derrotados arrebatos amorosos de “Cosas Tontas que Hice por Ti” y “Cuando el Amor se va”. Sin embargo, estos golpes maestros no difuminan la habitual habilidad de Las Ruinas en el plano lírico para abordar la cotidianidad ajena (“El Repartidor de Flores”) y propia (“Gabriel y Vencerás”, a la vez, beodo homenaje al grupo zaragozano que da nombre a la canción) y, en el plano sonoro, para continuar dando lustre a una fórmula pop-rock que funciona igual de bien se incline más hacia un lado u otro de la balanza. [JAM]
[/nextpage][nextpage title=»Del 25 al 21″ ]25. «LOS POBRES», de PXXR GVNG. Posiblemente el disco más importante editado en España en cuanto a repercusión durante 2015 fue «Los Pobres«, que tanto ha polarizado a los oyentes desde incluso antes de su lanzamiento. Pasado el impacto inicial, creo que el esperado debut de PXXR GVNG en formato físico mantiene prácticamente toda la esencia que ya nos cautivaba entonces: actitud, unas bases colosales, una impresionante fluidez a la hora de crear hits con lo que parece una facilidad asombrosa y una capacidad notoria para establecer un curioso vínculo artista-oyente. A la empatía por el trap o viceversa. Cierto es que la fama se la llevan hits inmediatos como el clásico instantáneo «Tu Coño es mi Droga«, pero la gloria viene de temas infalibles ya conocidos que siguen sonando como auténtica seda, como «Pxxrin» o «Ex-drugdealer«, y de canciones nuevas a veces sorprendentemente oscuras («Pobres«, «Perdóname Dios«) y otras moderadamente épicas («PXXR Brother«). Además, esa «Cigala» que sirvió de adelanto al álbum sigue dejándonos con la cabecita muy loca. En esencia, en este «Los Pobres«, PXXR GVNG demuestran que son más que la suma de sus partes. Y si sus partes ya suman mucho, imaginen. [David Martínez de la Haza]
24. «S/T», de Boreals. El segundo álbum del trío catalán Boreals, editado bajo el auspicio de la infalible marca Foehn Records, bucea en las posibilidades infinitas que ofrece la creación musical a partir de unir lo real y lo virtual, lo orgánico y lo sintético. No tan lejos de Boards of Canada, pero tampoco de una atípica pista de baile (donde sí se ubican definitivamente Tversky, el proyecto paralelo de Miquel Serra y Xavi Paradís, dos de sus componentes), podríamos llamar post-post-rock a lo que suena en este álbum, pero tampoco tendría mucho sentido acotarlo genéricamente. Tan cerebral como emocional, en este disco sin título -o de título homónimo al de sus creadores- los glitches («Yo Nací«, «Mambo Jambo«) parecen sonar decididamente humanos mientras que las guitarras («Poro«, «El Gecko«) adquieren una cierta conciencia casi robótica. Se trata, por intentar explicarme de la peor forma posible, de música no tanto para crear sino para definir estados de ánimo: Boreals no juegan, me parece a mí, a modificar o interferir en las sensaciones del oyente, sino a realzar o potenciar los sentimientos basales, creando un estado mayor, más puro, de consciencia. Palabras muy mayores. [DMDLH]
23. «LA INSOPORTABLE LEVEDAD DEL SER», de Grushenka. Cuando el quinteto barcelonés publicó su primer álbum, “Técnicas Subversivas” (El Genio Equivocado, 2012), su nombre comenzó a correr de boca en boca gracias a su efervescente combinación de sonido lo-fi, influenciaplanetera, ascendente C86, shoegaze y jangle pop que los introducía de lleno en el prometedor saco donde estaban alojados sus compañeros de generación y sello Odio París. Esa disfrutable ópera prima, sin embargo, pecaba de cierta homogeneidad y resultaba poco sorprendente dentro de un género -el indie pop guitarrero que se aproxima al noise- híper-poblado y sobre-explotado desde el cambio de década. Todo lo contrario a lo que ocurre con su sucesor, “La Insoportable Levedad del Ser” (El Genio Equivocado, 2015), en el que se reciclan todos los elementos estéticos y letrísticos que Grushenka ofrecieron en sus inicios para expandirlos hasta límites conocidos aunque (relativamente) insospechados en su caso. [leer más]
22. «SACA PECHO», de Betacam. “Cuando sea viejo haré un documental: / «yo quise ser lluvia; tú, una tempestad». / Y si muero antes grabaré un CD, / 16 canciones en MP3” cantaba Betacam, alias de Javier Carrasco, allá por 2013 en “La Tempestad”. Al final han terminado por ser catorce y no dieciséis, pero al fin este año hemos tenido el honor de tener un pedacito del proyecto del cántabro afianzado en Madrid en nuestras manos. Editado en formato CD por Discos FUP, “Saca Pecho” es un debut en largo y recopilatorio -habiendo el mismo Javier seleccionado el tracklist- de algunas de las mejores canciones que correteaban por su cabeza y Bandcamp desde 2007. Catorce perlas de música pop en casi todas sus acepciones, y es que en “Saca Pecho” encontramos desde cortes más electropoppy (“poppy” y no simplemente “pop”, porque son así como melodías muy… ¿cuquis? Canciones bailables pero delicadas, vamos) hasta un pop asentado sobre firmes bases de guitarras que viran hacia el twee, pasando por verdaderos hitazos machacapistas como “Tic Tac” o “Miedo A Volar”, que aparece aquí en la versión remixada por Antonna de Los Punsetes. Sobran las razones para considerarlo uno de los mejores discos nacionales de este año, y se podría hasta decir que un recopilatorio así empezaba casi a ser necesario: el Bandcamp de Betacam era todo oro puro, sí, pero ahora, con muchas de sus mejores canciones bien colocaditas y ordenaditas en un solo sitio, es más fácil y cómodo entregarse a uno de los mejores compositores del actual panorama patrio. [PDF]
21. «100K AÑOS DE LUZ», de La Prohibida. En nuestra lista es probable que encuentres un puñado de discos mejores que este, pero pocos tan divertidos, eso seguro. Y es que “100k Años de Luz”, o lo que viene a ser el tercer disco de estudio de aquel maravilloso travesti de (ahora) despampanante melena azul que es La Prohibida, es un disco lleno de hitazos con los que bailar hasta el amanecer. Una versión de Berlanga, letras llenas de referencias al espacio exterior -como en la historia de amor intergaláctico que es “La Colina Luminosa”, en la que que se hable de un universo de ovnis y tentáculos no quita que sea una canción de amor preciosa -y un marcado sonido italodisco que culmina en el que quizás sea el mayor temarral de un álbum petado de temarrales rompepistas: “La Pubblicitá”… ¿Qué más se puede pedir? Larga vida al electropopper, señores y señoras. [PDF]
[/nextpage][nextpage title=»Del 20 al 16″ ]20. «WE ARE HERE / YOU ARE NOT», de Autumn Comets. Como si hubiesen querido hacer honor al título de su álbum “A Perfect Trampoline Jump” (Cuac!, 2010), Autumn Comets han desarrollado una carrera caracterizada por saltos al vacío, acrobacias y otros ejercicios arriesgados siempre resueltos con éxito. Si en aquel trabajo, que los puso en el mapa alternativo patrio tras autoeditar su debut, “Parades” (2009), salvaban la difícil papeleta del segundo disco que debería indicar sus posibilidades de futuro mostrándose como fieles a la par que audaces alumnos de la historia del rock americano (pasado por filtros post-rock), en los cinco años posteriores consiguieron elevar su apuesta sonora sin perder su identidad gracias al sólido “Moriréis en Camboya”(Subterfuge, 2013) y, en último término, evitar su disolución como grupo y afrontar la elaboración de la que es, probablemente, su obra más completa, “We Are Here / You Are Not” (Subterfuge, 2015). [leer más]
19. «BETA», de El Lado Oscuro de la Broca. El Lado Oscuro de La Broca fueron labrando su propio camino destacando en concursos nacionales de grupos noveles y editando EPs en los que perfilaban su estilo contundente basado en el shoegaze de alto voltaje. En «Beta» no hay lugar para el respiro y la relajación, como demuestran sin dilación los tres cortes iniciales: “Meseta” (siniestra a la par que surrealista, su segunda parte instrumental se engancha al cerebelo sin compasión) y “Los Líderes Africanos” (tema que se conecta directamente con el estilo discopalmeriano), que a su vez envuelven a la sorprendente “De Luces” (de repente, pasa del noise marcial a un ritmo aflamencado que firmarían los mismísimos Planetas). [leer más]
18. «RESOLUTIONS», de Alondra Bentley. Si otras cantautoras patrias de origen folk-pop se inclinaron por electrificar su discurso para salir de su zona de confort y acabar vistiendo ropajes (soft)rockeros, Alondra Bentley tomó una decisión diferente: cambiar el formato acústico por un pop elegante y sugerente que le sienta como anillo al dedo. Porque en “Resolutions” (Gran Derby, 2015), su cuarto álbum, la hispano-británica expone, por un lado, que su estilo tenía recorrido suficiente para ir más allá del manido y encorsetado concepto folkie gracias a unas cualidades artísticas sólidas y expansivas; y, por otro, constata que sabe elegir cuál es la dirección correcta a seguir. Aunque ha tenido un buen guía para lograrlo: Matthew E. Sweet, productor del disco que se la llevó a su estudio en Richmond (Virginia) y la rodeó de sus músicos habituales para propiciar el viraje sonoro descrito. [leer más]
17. «FIGHT LOVE FAITH», de Cora Novoa. Ourensana de nacimiento y berlinesa de corazón musical, Cora Novoa aprovechó el tiempo transcurrido desde la publicación de su primer LP, “The Secret Garden” (Natura Sonoris, 2010), hasta el inicio de la elaboración de este “Fight Love Faith” (Seeking The Velvet, 2015) para dar una vuelta por los márgenes del ecosistema sonoro en el que habitaba, abrir el foco, reformular ideas y diseñar un sonido igual de proteínico y equilibrado pero más rico y arriesgado. Sin olvidar el techno como base primordial, dibujó varios puntos de fuga hacia el pop experimental, el synthpop, la dark wave y la black music que desembocaron, fluyendo entre texturas analógicas y digitales, en el sofisticado y perfectamente secuenciado repertorio de “Fight Love Faith”. Luego, el background compositivo derivado de la mitología y las ciencias ocultas añade un halo esotérico al disco e introduce al oyente en un mundo fascinante traducido en sonidos sugerentes (“Golden Apples”, con voz de Sam Tucker), humeantes y noctívagos (“Transmutation”, que cuenta con el featuring de Tom Havelock) y, claro, enfocados directamente a la pista de baile (la tripleta “XIV”, “Thracian Heores” y “ASTRO”). Gracias a este trabajo tintado en blanco y negro satinados, Cora Novoa se ha impulsado hacia las estrellas. ¿Quién necesita ir fuera a por Helena Hauff o Maya Jane Coles teniendo aquí a Cora? [JAM]
16. «ODISEA», de La Familia del Árbol. El segundo trabajo de Nacho Casado yPilar Guillén, “Odisea” (Cydonia Records, 2015), avanza unos cuantos pasos adelante con respecto a su antecesor en cuanto a su aspecto formal: si en aquel caso predominaba el pop transparente, introspectivo y ribeteado por cenefas folk que lo acercaban al subgénero pastoral, en este se conserva la base pop pero se electrifica su envoltorio hasta insertarlo en tramas de dulce psicodelia y pasajes que coquetean tanto con el blues más reposado como con el alt-folk-rock de una manera natural. La materialización de este provechosa evolución se advierte desde la inicial “Olas”, que tiende un puente hacia el corte titular que cerraba “La Montaña y el Río”, canción-río (valga la redundancia) que avanzaba entre meandros folk-pop y que aquí se transforma en una canción-mar en la que el oleaje primero se mueve con suavidad y después se agita por acordes eléctricos, armonías corales y arreglos de viento. [leer más]
[/nextpage][nextpage title=»Del 15 al 11″ ]15. «NO ME QUIERO ENAMORAR», de Papaya. El EP “El Rey de las Camas” (Discos Walden, 2014), trabajo de debut de Papaya, actuó como la fulgurante carta de presentación de un proyecto que no tomaba el pop como un género trillado sobre el que verter tópicos estilísticos y, sobre todo, líricos. Este podría ser el punto número uno de los postulados musicales que han establecido como guía desde su unión Yanara Espinoza (Violeta Vil), Miguel Aguas (también en Violeta Vil y Jonston) y Sebastián Litmanovich (Cineplexx) y que, con la colaboración de colegas como Soledad de Le Parody y Jonston en una primera fase, han materializado en un cancionero que los sitúa, por frescura y originalidad, a la altura de referencias alternativas como Extraperlo o Elsa de Alfonso y Los Prestigio. “No me Quiero Enamorar” (Jabalina, 2015), resumen de todo lo expuesto en formato largo, muestra a Papaya como artífices, sin complejos ni corsés, de un pop que tanto se fija en los 60 (“Cosas Fascinantes y Sencillas”, “Mira su Fuego”) como en los 80 más synth (“El Alimento del Alma”) o new wave (“Joyas en las Trompas”), que igual bebe de sonidos latinos (“Caballo de Sal”) que del hip hop (“Carne de Carroña”). Si a este crisol sonoro sumamos la enigmática voz de Yanara y sus estrofas que hacen añicos el romanticismo prototípico, obtenemos uno de los álbumes más distintivos y personales de la cosecha nacional de 2015. [JAM]
14. «SANTA FERIDA», de Ferran Palau. Dos simbolismos como collejón de entrada a “Santa Ferida” (Halley Records, 2015)… El primero de ellos, evidentemente, el título: ¿qué es una “santa herida”? ¿Está conjugando Ferran Palau el carácter doloroso de una herida con la abnegación de la santedad? ¿Está justificando el sufrimiento carnal y sangrante a través de un sentir místico que embarga el alma intangible? Más allá del evidente poderío del título elegido por Palau para dar continuidad a su anterior “L’Aigua del Rierol” (Amniòtic, 2012), está claro que nos está marcando un camino a seguir: el de la relatividad, el de los conceptos abiertos en los que quien escucha (y piensa) puede entrar, habitar, amueblar a su gusto. Esta sensación se ve reforzada, además por el segundo simbolismo / collejón de “Santa Ferida“: esa portada que nos escamotea la cara del cantautor, que lo muestra de espaldas en una silueta tan misteriosa como hermética pero que ocupa un espacio vacío, un lienzo en blanco sobre el que quien mira puede proyectar el paisaje que desee. Y es que, al fin y al cabo, estos dos simbolismos / collejones resumen a la perfección el arte que siempre han manejado las manos (y las palabras) de Ferran Palau. Ese mismo arte que en este “Santa Ferida” llega a su máxima expresión: la capacidad para escribir de forma impresionista, sugiriendo imágenes a las que es el espectador el que ha de otorgar sentido sin la red de salvación que suele suponer la voluntad narrativa inherente al folk. [leer más]
13. «ISLA», de Arufe. En un momento ya célebre del todavía más célebre primer capítulo de “Girls“, Lena Dunham habla de la posibilidad de que ella sea la voz de su generación. Se establece entonces un interesante juego de desdoblamiento: su personaje habla de su voz literaria, pero está claro que quien realmente está hablando es la Dunham al respecto de su voz cinematográfica… Cambiando de tema (pero no demasiado), puedo decir que a mis 34 añazos ya las he visto de bastantes colores y que, a día de hoy, dudo mucho que la voz de las nuevas generaciones vaya a ser ni literaria ni cinematográfica (o, por lo menos, no esa cinematografía que practica Lena Dunham tan deudora de formas y formatos clásicos): si las nuevas generaciones van a tener una voz, seguro que se parece mucho más a la de la lírica líquida en forma de flow dúctil de Arufe en “Isla” (Arkestra, 2015). [leer más]
12. «NOSOTROS SOMOS LOS MALOS», de Ed Wood Lovers. Lo que hace que un disco sea un discazo no es sólo que casi todas sus canciones tomadas por separado sean hits (que es el caso), sino porque construye una unidad temática -a nivel tanto melódico como lírico- que parece denotar un cuidado y una planificación de lo más loable. Y es que en el nuevo trabajo de Santiago Pérez yJose Enrique Atienzar no sobra nada. De principio a fin, “Nosotros Somos Los Malos” aborda la moral desde un electrónica de ecos oscuros OMDianos: ya sea centrándose más en como esta es puesta en juego en los ámbitos jurídicos y judiciales -en la primera mitad del álbum – o focalizándose más sobre retratos de personas moralmente discutibles a lo Jarvis Cocker en “This Is Hardcore“ o “Freaks“ (cuyo normalmente inadvertido subtitulo no es por nada casual que sea “Ten Stories About About Power, Claustrophobia, Suffocation and Holding Hands“) en la segunda. Es más, “Nosotros Somos Los Malos” bien podría subtitularse del mismo modo, pues eso es al fin y al cabo ante lo que nos encontramos: un disco no demasiado largo, de diez cortes, directo y con una visible unidad temática. [leer más]
11. «CASA DE SOCORRO», de Gente Joven. Con mayor retraso del que nos hubiera gustado, hace unos meses llegaba la continuación de «I, II, III y IV«, la recopilación de las primeras canciones de Gente Joven editada por Discos de Kirlian. Los nuevos temas de Fernando de la Flor siguen destilando esa melancolía cruda, casi epidérmica, tan característica de aquel precioso primer disco, impregnada en pequeñas marañas de guitarras y sencillas bases. Aquí el sonido parece incluso más influido por artistas axiales de la tristeza en el pop actual, como los primeros Wild Nothing o Beach House, con los que formarían un doble cartel en directo tan apasionante como congruente. En «Casa de Socorro«, la voz de Patricia Magadán, siempre mágica, sigue siendo el instrumento orgánico más importante en Gente Joven, aportando el toque justo de dulzura para impedir que el drama nos deje (demasiado) mudos. Así, la conocida «Garcilaso» o las preciosas «Aspavientos«, «Radiografía de una Centella» o «Mi Doble es un Alpinista» conforman algunos de los minutos más bonitos que nos ha dado el pop este año, más allá de fronteras geográficas o estilísticas. Cumpliendo con las expectativas creadas por su obra predecesora, «Casa de Socorro» es el mejor disco de villancicos no navideños. Una delicia gélida. [DMDLH]
[/nextpage][nextpage title=»Del 10 al 6″ ]10. «QUERERES Y DEJENES», de Murciano Total. Los álbumes-recopilatorios de demos primerizos encierran dos peligros, sobre todo en uno tan completo como el entregado por Elena y José: 1) Que represente la base mayoritaria de un siguiente álbum ‘oficial’ de estreno que no ofrezca la cuota justa de novedades; 2) Que su teórica brillantez eclipse totalmente ese álbum ‘oficial’ que resulta, en última instancia, inferior. Vaya por delante que Murciano Total han volado por los aires ambas amenazas en su LP de re-debut, “Quereres y Dejenes” (El Genio Equivocado, 2015). Para empezar, sólo han recuperado seis de las composiciones antiguas (convenientemente regrabadas, eso sí) y, por el camino, han decidido dejar aparcados pepinazos como “Bandera Blanca” (su relectura del clásico de Franco Battiato) o su proto-hit “La Parranda”. Todo un ejercicio de arrojo que no ha supuesto ninguna rémora para el conjunto, en cuya parte conocida resplandecen (otra vez) “El Espejo”, “La Fábrica de las Guapas” -tan humildemente épica como en su versión original-, “El Internacional y la Mala Racha” o “El Castillo de Román” gracias a su synthpop canónico, infeccioso y con ramalazo nostálgico. [leer más]
9. «LA CATASTROFÍA», de Tigres Leones. Olvídate del videoclip de “Marte”. De acuerdo, seguramente será elegido como uno de los destacados del año. Y razones no faltarán. Pero borra de tu mente, aunque sólo sea por unos instantes, la cara de Dani Rovira, su obsesión por la Mahou y las escenas perversamente divertidas llevadas a la pantalla por Miguel Esteban. Porque sería injusto, una vez publicado “La Catastrofía” (Sonido Muchacho, 2015), segundo LP de Tigres Leones, volver a dejar que las imágenes distraigan tu atención del que quizá sea uno de los mejores temas de pop guitarrero que te llevarás al oído esta temporada y en mucho tiempo; y que, además, permítime que me ponga técnico, también te distraiga de la pieza que refleja el salto hacia adelante del grupo formado por Javier Marzal (voz y bajo), Luismi Pérez (guitarra) y Paco Ramírez (batería). Efectivamente, con la inestimable ayuda vocal de La Bien Querida,Tigres Leones han confirmado en “Marte” todas las posibilidades sonoras que se les presuponían en su álbum de debut, “Mucho Spirito” (Sonido Muchacho, 2013) y, sobre todo, en su siguiente referencia, el EP “Muerte a los Muertos” (Sonido Muchacho, 2014), no por breve menos revelador: sus tres cortes, tomados como un entremés, advertían del potencial cambio formal de sus autores, dispuestos a eliminar buena parte de la pátina lo-fi de su pop-rock garagero para pulir su sonido y abrillantar su estilo característico. [leer más]
8. «MEDIANOCHE / MEDIODÍA», de Caliza. Ya lo dijimos en su día y lo volvemos a repetir: una de las razones por las que admiramos tanto este disco es porque Caliza no ha necesitado ningún tipo de virtuosismo compositivo más allá del ir sumando con buen criterio sonidos dados por GarageBand para hacer de “Medianoche/Mediodía” un álbum que, además de ser uno de los mejores del año, de paso se come a muchos otros que se enredan en destrezas musicales en pos del falso axioma de «complicado = mejor». Un disco en el que letras y melodías se funden a la perfección con la idea de repetición: la mayoría de las canciones tienen como base un loop de sinte que se repite a lo largo de todo el tema, al igual que en las letras (ya sea de manera más marcada como en “Verano No”, o solo mediante la anáfora apelativa en “Madrid”). Repetición, hastío, tedio y toda la metralla de sinónimos existentes: todo es igual, nada va a cambiar, da igual que haga frío o calor, que sea de noche o de día, que sea ayer o mañana, medianoche o mediodía. Y, sin embargo, el disco en ningún momento roza siquiera lo aburrido. Un pequeño apunte y detalle final: tuvieron que chivarnos el “y tal y tal y tal” para que algo hiciera click en nuestra cabeza y verlo, pero ahora nos es imposible leerla de otra manera, y nos preguntamos cómo no lo vimos antes, pero resulta que “Ultrasur” es una especie versión de “Sweet And Tender Hooligan” de The Smiths. Debería haber estado clarísimo ya desde esa casi literal trasposición al castellano del “he swore that he’ll never, never do it again / and of course he won’t (oh, not until the next time)” de la famosa canción de los mancunianos. Joder, y mira que un exnovio nuestro era el mayor fan de The Smiths que hemos conocido jamás, nos cantó mil y una vez esta canción, la escribió dos mil y una en sus redes sociales y hasta se refería a sí mismo en ocasiones como “the sweet and tender hooligan” (sigh), pero nada, que somos algo lentas de pensamiento. [PDF]
7. «EL DESPERTAR», de Reina Republicana. Reflexionando sobre el nuevo disco de Reina Republicana, “El Despertar” (Limbo Starr, 2015), a un servidor le han venido dos teorías a la cabeza expuestas con anterioridad en esta web que aquí se conectan entre sí. Por un lado, aparecía aquella expresada hace casi un año en el capítulo #12 de la sección Edito que hacía referencia a la excelente y creciente buena salud de la música alternativa nacional, representada por grupos de diverso pelaje, diferente experiencia (aunque llamaban más la atención los noveles o debutantes) y múltiples estilos. Por otro lado, emergía la tesis propiciada por la salida durante los últimos meses de algunas segundas obras de bandas destacadas como Tremenda Trementina, Alborotador Gomasio, Murciano Total o Grushenka, que ratificaban su propia progresión y, a la vez, avanzaban la probable brillante evolución de compañeros de generación. Entre ellos asoman con inusitada fuerza, y volvemos al comienzo de este texto, Reina Republicana. [leer más]
6. «PREMEDITACIÓN, NOCTURNIDAD Y ALEVOSÍA», de La Bien Querida. Como decía determinado personaje catódico ochentero puro en mano, “me encanta que los planes salgan bien”. Frase que quizá haya pronunciado Ana Fernández-Villaverde, La Bien Querida, tras publicarse “Alevosía”, EP que completa la travesía en forma de tríptico iniciada el pasado 6 de octubre y planeada para que desembocara en su cuarto disco, “Premeditación, Nocturnidad y Alevosía” (Elefant, 2015). Al principio, tal estrategia destacaba por presentarse como una especie de rebelión contra la velocidad supersónica de los tiempos musicales actuales; pero, una vez consumada, se observa como una acertada táctica de edición discográfica que no sólo ha mantenido en vilo y con los oídos bien abiertos a los seguidores del proyecto de la bilbaína de origen, sino que también ha servido para exprimir sus posibilidades multimedia al desdoblarse en un triple cuadro pictórico (cuádruple si se incluye la portada del LP) rubricado por la propia Ana y en una tríada audiovisual realizada por Juanma Carrillo y que ha culminado en el clip para “Muero de Amor”, avance de “Alevosía”. [leer más]
[/nextpage][nextpage title=»Del 5 al 1″ ]5. «ALS BOSCOS», de Arponera. Hay que ser un poco terrorista y suicida para hacer un disco como “Als Boscos” a día de hoy. Por suerte, Arponera son terroristas y suicidas, así que firman un álbum fuera de cualquier norma que pueda regir la industria musical actual: no suena actual ni falta que le hace, no busca el sonido del futuro ni mucho menos y, por último, el “concepto” detrás del álbum es tan sólido y complejo que muchos huirán despavoridos antes incluso de haber rascado la superficie. Los valientes, sin embargo, obtendrán su recompensa. Puede que acabes sin uñas de tanto rascar primero la superficie y más tarde el cuerpo vivo de “Als Boscos“, pero como premio final encontrarás algo que ya no se estila en la música actual: una experiencia profunda, cálida, con pliegues en los que perderte… ¿y no volver jamás? [leer más]
4. «ROMA», de Hidrogenesse. En un momento en el que parece que para ser relevante tienes que practicar el género del momento y abandonarlo en cuanto pase de largo para practicar el siguiente, es inevitable no caer completamente rendido ante el esfuerzo elegante de Genís Segarra y Carlos Ballesteros: es esa misma belleza que desprende un salmón nadando contra corriente, abordando una gesta imposible con la gallardía y la naturalidad de quien no realiza esfuerzo alguno. ¿Cómo entender, si no, su nuevo trabajo, “Roma” (Austrohúngaro, 2015)? Ellos mismos dicen que este álbum es una oda al pasado, a las ruinas, a lo viejo… A las antípodas de lo nuevo y efímero. La idea surgió en un primer viaje a Roma en el que la pareja quedó fascinada por la estructura de la ciudad como una sobreposición de capas, cada una con su propio sentido y coherencia, todas diferentes, todas únicas. De esta forma, Hidrogenesse han abordado su nuevo trabajo considerando cada una de las canciones como una unidad indivisible, como un paseo en el que te vas encontrando ruinas de diferentes épocas y estilos arquitectónicos y en el que te ves obligado a detenerte y sopesar cada una de ellas en sus propias circunstancias. Sí: detenerse y sopesar. Otros dos conceptos viejos y en desuso cuando de música se trata. [leer más]
3. «EL MATERIAL», de Primogénito López. Parece haber en esto de las reseñas musicales una regla no escrita que dicta que siempre es preferible usar el plural inclusivo al escribir un texto. Tratándose este post de una lista conjunta, posiblemente en ningún otro espacio sería tan adecuado teclear conforme a ese “nosotros” como aquí, pero la verdad es que me resulta imposible hablar sobre “El Material” de Primogénito López sin colocarme en un plano subjetivo, y -por el respeto que me impone de lo maravilloso y perfecto que lo considero- más complicado aún explicar por qué creo firmemente que se trate este de uno de los mejores discos nacionales de este año y de siempre (tanto, que aún no he escrito sobre él como se merece, y tampoco será este texto el que le haga justicia; algún día, quizás). “El Material” es un disco al que no le sobra absolutamente nada. Ni siquiera la canción que le da título, cuyas guitarras distorsionadas más acentuadas que en el resto de temas, junto a la voz de Petete menos melódica y más cercana al spoken word que nunca, rompen con la línea principalmente tristona y calmada del álbum. Una pequeña pausa casi necesaria, pues es un pequeño respiro a la llorera constante que provoca el disco. Yo al menos lo lloro de principio a fin, vamos. Autocitarse es triste, pero en su día ya dije que “sus letras salen del día a día -con esas referencia a la fábrica de pinturas Solrac por la que cualquier santfeliuenc habrá pasado mil veces y una vez, por citar un ejemplo- y sus melodías no se retuercen en virtuosismos lejanos a cualquier familiaridad musical, pero es precisamente esta sincera y directa sencillez la que hace que su música trascienda cualquier localidad -ya sea abstracta o física- concreta” . Pero le sumo ahora la categoría temporal: “El Material” no es un disco actual (no recoge nada que podamos identificar típico de 2015), ni nostálgico musicalmente hablando (los ecos al sonido Baix, a Los Planetas y hasta a Magnetic Fields están lo suficiente bien amalgamados para que no sea un regreso a nada). Tiene un tiempo todo suyo -apoyado también por la recurrencia constante de temas ligados a la temporalidad como el viajar, los puentes, el deseo de volver, la espera de algo que nunca llega y su consiguiente y demoledora decepción- y por eso es uno de los mejores discos nacionales, ahora y en veinte años. Aunque lo escuchen cuatro gatos. [PDF]
2. «LOCUS AMOENUS», de Sagrado Corazón de Jesús. Nota aclaratoria: el locus amœnus es realmente un lugar mitológico e idealizado de paz, seguridad y confort. Una especie de icono de naturaleza exuberante colindante (en un plano abstracto) al Edén o a los Campos Elíseos y donde el amor es tan sólo uno de los elementos imperantes… El “Locus Amœnus” de Sagrado Corazón de Jesús, sin embargo, queda lejos de los cantares alegóricos y místicos y más cerca de la ironía que más duele: la que se recita con cara de póquer. Las letras de todas las canciones aquí compactadas están suspendidas en ese magistral estado de gracia en el que las múltiples capas de sentido se acumulan sobre tu cabeza y no eres capaz de saber (ni querer saberlo) si las palabras van en sentido literal, en sentido figurado o en una dulcísima polisemia en la que los significados antitéticos dejan al descubierto el absurdo de la vida moderna. [leer más]
1. «NO SON TU MARIDO», de Hazte Lapón. ¿Cómo afrontar la revisión del nuevo disco de Hazte Lapón, una obra que aún tiene algo del EP “El Traje Del Emperador” (Discos de Kirlian, 2014) pero bastante poco de “Bromas Privadas En Lugares Públicos” (Discos del Rollo, 2013)? Podría hacerlo por la vía de la reflexión del disco como un todo, un ente indivisible, porque se adivina una cierta continuidad temática en “No Son Tu Marido” centrada en el amor y el miedo: la esencia misma de esa célula emocional tan cuestionada y cuestionable como anhelada y deseable que llamamos pareja. Pero podría también hacerlo, y creo que se acerca más a lo que me piden las entrañas y el cerebro, mediante el pequeño análisis quizás injusto (injusto porque creo que estas canciones merecen una tesis doctoral más que una reseña discográfica al uso) de los temas que dan cuerpo al disco, parándonos en algunos detalles que, como ocurre con las mejores cosas de la vida -y creo que este disco lo es-, dibujan finalmente la esencia de la obra en sí. [leer más][/nextpage]