Nuestra lista de los mejores conciertos del 2014 se compone de seis opiniones muy personales en las que nuestros colaboradores eligen una única actuación.
[dropcap]E[/dropcap]n nuestras listas de lo mejor del año 2013 introdujimos un cambio que nos parecía mucho más que necesario y que respondía a una pregunta que hacía tiempo que nos rondaba por la cabeza: ¿cómo hacer una lista de los mejores conciertos de un año cuando es imposible que la experiencia de los votantes no esté totalmente segada por sus posibilidades (geográficas, económicas y de tiempo libre) y, sobre todo, por su percepción subjetiva del momento concreto (que no es lo mismo ver un concierto con un gripazo desde el fondo de la sala que verlo en primera fila a tope)? Y, sobre todo, ¿cómo sumar en una lista todo un conjunto de experiencias subjetivas y contradictorias?
Imposible. Así que nosotros decidimos rendirnos y cambiar la aproximación a nuestra lista de los mejores conciertos del año: si la percepción de estas actuaciones son algo subjetivo, ¿por qué no potenciar precisamente ese carácter? Así que, en vez de hacer una lista a partir de las listas totalmente arbitrarias de nuestros colaboradores, lo que hacemos en FPM es básicamente pedirles a estos mismos que elijan una actuación, solo única, la mejor, la que vivieron con mayor fulgor, y describan por qué este será el concierto de este año que recordarán durante el resto de sus vidas. Aquí queda el resumen de nuestro año 2014 de conciertos a partir de seis visiones totalmente sinceras y desnudas.
[dropcap]B[/dropcap]ECK (DCode 2014). Cuando se anunció la presencia de Beck en el DCode 2014, los sentimientos fueron contradictorios: ¿de verdad es un festival al aire libre el mejor escenario para presentar el magnífico «Morning Phase«, tan delicado e intimista? Bueno, pues no, no lo es, pero es que Beck no vino a eso, sino a montar El Show de Beck. A bailotear, a poner precinto al escenario, a trollear con el bajista, a soltar jitazos como si no costara (qué comienzo con “Devil’s Haircut“, “Black Tambourine” y “Loser“, amigos) y a mostrar las mil caras que ha enseñado en las últimas dos décadas: el rockstar, el vacilón, el héroe disco, el cantautor, el frontman ultracarismático. El concierto sirvió para reivindicar “Guero“, esa máquina de temazos tildada de menor en su momento, para echar la lagrimilla (ay, encadenar “Blue Moon” con “Lost Cause“, ay) y para soltar mil y una referencias por el puro placer de divertirse. Cerró mostrando su faceta de entertainer, con una “Where It’s At” de quince minutos, interrumpida una y otra vez para montar un gag con cada miembro de la banda, que (serán cosas de talifán de tercera fila) no se hizo largo aunque, sí, estuvo a punto. Beck se llevó el DCode de calle y dejó con la sensación de que (eh, señores promotores) de ninguna manera puede volver a pasar tanto tiempo sin que lo veamos por aquí. [Pedro Vázquez]
[divider][dropcap]J[/dropcap]AMES BLAKE. El primer gran mérito del concierto de James Blake que cerró por todo lo alto la edición 2014 del Paredes de Coura fue lograr con antelación un consenso generalizado entre los asistentes al festival portugués: ya fuesen aficionados al pop, al rock, a la electrónica en cualquiera de sus vertientes, al reggaetón o al fado, e independientemente de su origen y condición, todos ellos concluyeron que la actuación del joven productor británico era LA CITA ineludible. La segunda de sus virtudes fue superar sin aspavientos las enormes expectativas creadas. Combinando su sublime habilidad al piano, los teclados y los loops, su estupenda y magnética interpretación vocal y su arrebatador carisma, James Blake ejecutó -reforzado por un guitarrista y un percusionista- un directo en el que el dubstep dislocado ideal para mover las extremidades daba paso con suma naturalidad a fases de soulstep frágil e intimista. Lógico, sobre todo en estos segundos tramos, que Blake generara un torrente de gritos histéricos en las filas delanteras, reflejo de la pasión que se vivía en el recinto courense expresada en manos de amantes entrelazadas, corazones en un puño y mejillas humedecidas. Triunfo apoteósico del señor Blake en Portugal. [Jose A. Martínez]
[/nextpage][nextpage title=»Parte 2″ ][dropcap]J[/dropcap]ULIA HOLTER / TIRANA (ex aequo). Como un pequeño y majestuoso cabaret cerebral en horario postpandrial, la puesta en escena de un disco como “Loud City Song” en un escenario como el Auditori del Fòrum de Barcelona representó de forma milimétrica y a escala 1:1 lo que entiendo por perfección dentro del contexto artístico. Acompañada por una modesta sección de cuerdas y vientos (un violín, un cello y un saxofón, si no voy errado), amén de su teclado y una sutil sección rítmica, Julia Holter (en la foto) nos alteró en lo más preciso e íntimo de nuestra humanidad, integrando toda una cascada de emociones en nuestra cadena de ADN. Y claro que se nos paró el corazón a todos. Pero porque el corazón es un músculo sabio y sensible que también quiso detenerse a escuchar a Julia Holter y no interrumpirla con su latido. Y así, quietos todos hasta el punto de frenar el torrente sanguíneo, aplaudimos mudos las interpretaciones absolutamente majestuosas de “Horns surrounding me”, “Marienbad” o esa reinvención del “Hello stranger” de Barbara Lewis que cortaba la respiración.
Y fijaos en lo que es la vida. Semanas después, en mi primer contacto con Tirana en directo, volví a tener esa misma sensación. En un contexto totalmente distinto, con unas premisas casi opuestas, y mientras la tarde entraba en punto muerto a mediados de julio en los Jardines de Can Sumarro, Tirana, el proyecto de Olivia Mateu acompañada por Albert Espuña (Gúdar), nos dejaba con el alma partida en dos. Estrenando un formato de cuarteto, que después pudo también verse en el Primavera Club, piezas que queman por dentro como “Solsticio”, “Totes les persones”, “Kurt” o “Estrellas” (¿la mejor canción no publicada de la década?) sonaron quizás menos desnudas y embrionarias, pero innegablemente certeras en su ataque al corazón. Quiero pensar que aquella tarde al aire libre, para un servidor se invocaron todos los fantasmas de la forma más bella y feroz posible. Aunque, claro, puede que tengáis razón y el problema sea yo.
Julia Holter y Tirana hicieron del temblor un arte en 2014. Y como los notarios de la realidad que en cierta medida somos, tocaba reconocerlo aquí y ahora. [David Martínez de la Haza]
[divider][dropcap]P[/dropcap]ETER HOOK & THE LIGHT (Primavera Sound 2014). Si alguien espera leer en estas líneas un juicio técnico sobre un concierto, un juicio centrado sobre la calidad del sonido, de la performance o un juicio que hable de lo perfectamente sincronizadas que estaban las luces con el sonido o yoquissé… que se salte este texto, por favor. Lo digo porque en el concierto de Peter Hook & The Light tocando el “Unknown Pleasures” del Primavera Sound 2014 no pude encontrar nada de eso -empezando por el hecho de que Evil Hooky parece estar físicamente incapacitado para tocar y cantar al mismo tiempo- y, aun así, fue el mejor concierto del año para esta pequeña sentimental que estoy hecha. El concierto se celebraba en el Heineken Hidden Stage, lo que permitió la intimidad que esa actuación necesitaba para funcionar por lo menos en el micorcosmos sentimental de los asistentes. Escuchar tocar el “Unknown Pleasures” por alguien que no sea Joy Division (aunque, en mi caso, sólo lo haya podido escuchar en estudio) es como mínimo complicado. Si, además, quién se encarga de desenterrar el álbum es el odiado Hook y si, además, se lleva a la petarda de Rowetta para cantar algunas canciones (ese berreo en el que convirtió “Shadowplay” fue el único momento en el que estuve a punto de marcharme, pero Hook retomó la voz y afortunadamente me hizo cambiar de idea), la cosa se convierte en una bomba de relojería repleta de indignación.
El concierto, sin embargo, consiguió que dejara fuera de la sala todo lo que no fuesen las sensaciones que la música en ese preciso instante me estaba trasmitiendo y me hizo saltar, bailar, gritar y llorar. A veces todo al mismo tiempo, por grotesca que suene la escena. Canción tras canción fui acumulando emociones y emociones hasta que en el encore empezó a sonar la línea de bajo de (mi) “Ceremony”: quizás yo me conformo con muy poco o quizás no he vivido lo suficiente, pero poder escuchar esa canción en directo -sobre todo cuando no me la esperaba para na-da- fue uno de los mejores momentos del año como mínimo. No sé cuáles son las intenciones de Hook y no me importa saber cuánto gana a costa de desenterrar a los muertos. Sólo le agradezco que nos hiciera sentir tantas y tan intensas emociones que al salir del concierto a mis amigos y yo todo nos daba absolutamente igual: de repente, Future Islands (que teníamos cerca) y cualquier grupo que estuviera tocando dejó de tener sentido e importancia, y lo único que quisimos hacer durante las dos horas siguientes fue sentarnos a hablar y a callar cogidos los tres de la mano. [Patri di Filippo]
[/nextpage][nextpage title=»Parte 3″ ][dropcap]R[/dropcap]ÖYKSOPP & ROBYN (Sónar 2014). Juro y perjuro que, hasta el último segundo, he estado dudando sobre qué concierto destacar como mi preferido de este año 2014: ¿Caribou o Röyksopp & Robyn? Los más esnobistas del lugar seguro que me partirían las piernas si pudieran por el mero hecho de mentarlos así, juntos y de carrerilla. Y, sobre todo, por acabar decidiéndome por la actuación de Röyksopp y Robyn en el pasado Sónar 2014. Pero, cuidado, que todo tiene su explicación. Para empezar, sigo creyendo que, por muy apoteósica que fuera la actuación de Caribou en la sala Razzmatazz de Barcelona, las grandes actuaciones de Dan Snaith y compañía nos llegarán en el año 2015 (espero que no sea en ningún festival y repita en salas). Y, para acabar, he de reconocer que, en un panorama en el que los conciertos son cada vez más aburridos (que levante la mano el que no se haya descubierto pensando en la lista de la compra en las actuaciones de incluso sus artistas preferidos), lo de Röyksopp y Robyn me parece una síntesis pluscuamperfecta de lo que espero a día de hoy en un concierto festivalero… e incluso en cualquier concierto en el que el aforo supere las mil personas, ya puestos.
Cualquiera podría considerar que lo de esta entente cordiale entre Suecia y Noruega se encuentra más cerca de un espectáculo tipo Beyoncé (que, por cierto, era la tercera en discordia para hacerse con el número 1 conciertil de mi año) que de un concierto de toda la vida. Pero, ojito, porque pese a que el marchamo visual de Röyksopp y Robyn fuera poderoso y epatante, donde estaba el verdadero espectáculo de su actuación era en la propia música: el concierto que ofrecieron en el Sónar consiguió que sus dos horas tuvieran una narrativa propia que empezaba suavesito con una tipa que nadie sabía quién era (y que nos obligaba a todos a preguntarnos cuándo saldría la sueca), seguía con un trenzado megalómano de hits en escalada tanto de una como de los otros y acababa con el petardazo de su EP conjunto. Fue esta una actuación en la que el setlist parecía estudiado de forma matemática para no permitir el desaliento en ningún momento: todo estaba pensado para subrayar un crescendo absoluto y extasiado (ejem) de intensidad calculada que nos llevó a muchos hasta ese punto dulcísimo que persigue todo aquel que se toma el directo como una excusa para el baile. Ya sabes. Perder la puta cabeza. [Raül De Tena]
[divider][dropcap]S[/dropcap]ONNY & THE SUNSETS. He ido a muchos conciertos durante este año, así que es difícil elegir (Ty Segall, Tacocat, Mogwai, El Último Vecino, etc.)… Aunque, cuando me preguntaron cuál era mi favorito, enseguida me vino a la cabeza el concierto de Sonny & The Sunsets (en este caso, Sonny & Los Amaneceres). Fue en febrero, en la sala Sidecar, y creo que será uno de esos conciertos que no olvidaré nunca, por mucho tiempo que pase. Sonny es un tipo especial, me recuerda un poco a Daniel Johnston (salvando las distancias), es adorable y creativo, tiene una sensibilidad especial y no para quieto, tanto dibujando como componiendo canciones. Es de esas personas que transpira amor… y humor. Es de esas personas de las que te enamoras platónicamente. Querrías secuestrarlo y abrazarlo muy fuerte, con mucha ternura.
Pues bien, si escuchándolo en tu casa ya se te enamora el alma como a la Panto, imagínate si lo ves en directo y es incluso más encantador en persona. Hace tiempo ya que me gustaba su música, pero era el primer concierto al que asistía y me prometí a mí misma que nunca más me volvería a perder un concierto suyo, por muy pronto que tocara en el Primavera Sound. Con Sonny casi a un palmo de la cara y la improvisación como hilo conductor de todo el concierto, Sonny conquistó al público, volvió un poco locos a Los Amaneceres y, además, le dio tiempo a tocar uno de esos hits que ya no toca en sus conciertos en directo (según me contaron), «Too Young To Burn«, indicativo de que se lo estaba pasando bien. Se paseó entre el público y, cuando acabó el concierto, dedicó vinilos para todavía quererle aún más, si cabe. ¡Ah! Y «Green Blood» es simplemente preciosa, que lo sepáis. [Miriam Arcera] [/nextpage]