Nuestra lista de los mejores cómics del 2014 es un poco declaración de intenciones: en FPM nos gusta lo que nos gusta… y estos cómics nos gustan mucho.
Un pequeño gran apunte antes de desvirgar esta lista de los mejores cómics del 2014: qué curioso resulta pensar que, este año, en Fantastic Plastic Mag hemos decidido encabezar todas nuestras listas de lo mejor del año con imágenes de super-héroes clásicos… pero que, sin embargo, tan sólo uno de los cómics que aquí aparecen está protagonizado por un superhéroe. Y no es nada clásico. Eso sí, que nadie se embale, porque esto no significa para nada que los cómics de superhéroes están fatal o yo que sé. Significa lo que significa: que en FPM somos más de otro tipo de cómics.
Somos de cómics menos exuberantes, menos exhibicionistas, puede que menos depurados a nivel ténico. Somos de cómics más introvertidos, más contenidos, puede que más interesados en que la forma sea una expresión del fondo que no que sean una mímesis de las tendencias last generation de la Marvel o de DC. Nos gusta lo que nos gusta, y puede que en esta lista de cómics estos gustos actúen como statement en mayor medida que en otras de las listas que hacemos cada año: esta es nuestra línea editorial en lo que a cómics se refiere. Y toda línea editorial es como las lentejas: o las comes o las dejas.
[dropcap]MH.[/dropcap] PLANETA TIERRA, de Aisha Franz. Es «Planeta Tierra» un cómic en el que Aisha Franz ficciona la vida de tres mujeres de edades muy diferentes: una madre y dos hijas totalmente desconectadas entre sí y cada una volcada en su propio mundo interior, un mundo que (casi) no admite figuras masculinas. Y cuando digo que “Planeta Tierra” es una ficción (bueno, que en él Franz ficciona algo en concreto), quiero decir que, básicamente, aquí no hay un esfuerzo sobrehumano en la apariencia de realidad, sino más bien un dulcísimo juguetear en las aguas de lo ficcionado, ya sean fantasmas del pasado que salen de la televisión o aliens que viven escondidos en la habitación de una niña pequeña… [leer más]
[divider][dropcap]10.[/dropcap] IKEA. DREAM MAKERS, de Cristian Robles. Caleb es un chico (o algo así) que, de repente, despierta en un cuartucho sin salida alguna con una única rejilla de ventilación que va a parar a uno de los pasillos de cualquier IKEA del mundo. No sabe cómo ha llegado hasta allá y no hay salida posible: tan sólo vivir observando desde la distancia este templo del consumismo desaforado, sin poder acceder a él y alimentándose de los restos de grasa que deja la freidora en la que los empleados de IKEA cocinan sus nuggets. A medida que pasan los días, un desocupado Caleb se dedica a hacer figurillas humanas con sus excrementos y a cantarles un rap furioso pero fardón… La metáfora está servida: ¿es «IKEA. Dream Makers» un retrato de esa generación apartada por necesidad de la sociedad capitalista? Podría ser. Y podría ser si no fuera porque, a partir de ahí, Cristian Robles conduce la trama hacia algo así como la transgresión definitiva de los principios fordianos de producción: de repente, el señor IKEA aparece y se lleva a Caleb a una dimensión laboral surrealista en la que parecen encontrarse Charles Burns y Sfar y donde cualquier atisbo de metáfora se pierde deliciosamente en el abismo del dulce sinsentido underground. Pura locura.
[divider][dropcap]9.[/dropcap] EL POLO SUR, de Alexis Nolla. A medida que Alexis Nolla va publicando más y más cómics, estos han ido revelando una segunda capa de lectura que puede pasar desapercibida para muchos de los que se acerquen hasta este autor fascinados por esa superficie tan hipster-friendly repleta de barbudos con camisas de leñador e ideal para fascinar (e incluso deslumbrar) a una legión de lectores y vividores que en los últimos tiempos tienen el «Walden» de Thoreau en la mesilla de noche. Pero es que, tal y como decía, los cómics de Alexis Nolla van revelando poco a poco una segunda piel que late por debajo de esta capa de pintura: el gusto por la naturaleza y por las aventuras épicas no es una epitomización de los gustos hipsters de nuestra época, sino una fascinante radiografía de la nobleza del fracaso que tiene su nueva y apasionante entrega en «El Polo Sur«, un cómic que aborda las vivencias anti-heróicas de los miembros una expedición al Polo Sur que se sabe perdedora desde el principio pero que opta por hacer como los animales más inteligentes: por morir con elegancia y con honor. Será por eso que la lectura de «El Polo Sur» resulta reconfortante para una generación que sabe que las grandes gestas quedan muy pero que muy lejos de sus posibilidades.
[divider][dropcap]8.[/dropcap] CROQUETA Y EMPANADILLA, de Ana Oncina. Oncina es la creadora de dos de los personajes más icónicos de las últimas hornadas de cómic patrio. La pareja formada por Croqueta y Empanadilla (que, evidentemente, son una croqueta y una empanadilla ¡literalmente!) llegó casi sin hacer ruido, sin necesidad de complejísimos planes de marketing que nos vendieran a los dos personajillos hasta la saciedad, pero no tardó en reverlarse como un bonito espejo en el que una generación cansada de la pose ultra-consciente y pseudo cool(tureta) tipo Moderna de Pueblo se podía mirar reflejada sin riesgo de parecer imbécil: la propuesta de Oncina opta por lo humilde y por lo sencillo, por la visión de una relación de pareja alejada tanto de la ñoñería como de la apología del absurdo tipo Reina del Hielo encumbrada por la chick lit. [leer más]
[divider][dropcap]7.[/dropcap] EL GATO PERDIDO, de Jason. Después de encandilar (y enganchar cosa mala) al mundo entero con sus personajes animales antropomorfos y con sus historias melancólicas donde la emoción sólo se filtra a través de minimalistas y subjetivas grietas sobre la superficie opacamente hierática de sus historias, Jason tenía una gran asignatura pendiente: firmar un cómic largo donde el argumento fuera menos impresionista y más narrativo. «El Gato Perdido» es ese cómic: una historia que se abre como un relato de Raymond Carver, que fagotiza la estética del cine noir aplicado al imaginario estético del autor y que, finalmente, se resuelve con una salida de tono deliciosa, inesperada y tan hermética como es habitual en Jason. Anti-héroes, anti-épica… anti-cómic, al fin y al cabo. Si «El Gato Perdido» acaba por convertirse en uno de los mejores trabajos de su autor es porque es algo así como su gran carcajada final: ¿no queríais un cómic largo y argumental? Pues toma cómic largo y argumental.
[divider][dropcap]6.[/dropcap] BATTLING BOY, de Paul Pope. El argumento del cómic de Paul Pope no deja lugar a dudas de en qué rango del espectro se posiciona: Battling Boy es un niño-Dios que, al cumplir los trece años, es expulsado de su hogar (divino, claro) para que se forme como adulto-Dios. Para ello, tendrá que ayudar a la ciudad de Arcopolis a que erradique una extraña plaga de monstruos que nadie sabe exactamente de dónde proceden ni qué intenciones tienen más allá de la destrucción inmediata y del mal por el mal. Como ayuda, el chico batalleador tendrá tan sólo un guantalete que le comunicará directamente con su padre (un Dios todopoderoso a medio camino entre Thor y Hércules que no dudará en echar una mano -a distancia- a su hijo siempre que lo necesite) y un total de doce camisetas (ojo de nuevo a la referencia hercúlea en ese número de trabajos que el heroe griego tuvo que superar según la leyenda) con doce animales estampados en ellas y que, al vestirlas, le confieren al ya no tan niño el poder del animal en cuestión. [leer más]
[/nextpage][nextpage title=»Del 5 al 1″ ][dropcap]5.[/dropcap] MAJARETA, de Ellen Forney. Vamos a por los referentes… Mientras lees «Majareta«, resulta imposible no pensar en dos tendencias recientes en el mundo de los cómics: por un lado, el diario confesional de profundo ascendente femenino y probablemente feminista (no es extraño que Ellen Forney mencione a Alison Bechdel en los agradecimientos finales); y, por el otro, el abordaje del cómic como forma de exorcizar tus propios demonios por la vía de una «información» que salvó la vida al autor y que puede ayudar al lector (véanse aquí casos imprescindibles como el impactante «Monstruos» en el que Ken Dahl afrontaba el miedo a su propio herpes). Ellen Forney es bipolar, y «Majareta» también: el libro se divide en dos partes bien diferenciadas a las que hay que sumar un epílogo: en la primera parte, la autora consigue transmitir la angustia desasosegante e hiperactiva de una fase maníaca; pero luego llega la depresión, y el ritmo a cien por hora de las viñetas de Forney no sólo se ralentiza, sino que transmite el desamparo pesimista a través de brillantes recursos formales. La depresión le dura a Forney hasta que da con el tratamiento médico adecuado, y ahí llega el epílogo: ¿van ligadas la creatividad artística y el trastorno psicológico? ¿Es posible ser brillante en un trabajo creativo si estás sedado por drogas para controlar tu bipolaridad? Al final, «Majareta» es mucho más que un diario confesional feminista, también es mucho más que un exorcismo de demonios por la vía de la información: «Majareta» es un cómic que, a base de exhibir sus entrañas, consigue acabar habitando en las del lector.
[divider][dropcap]4.[/dropcap] SECONDS, de Brian Lee O’Malley. “Seconds” no deja de ser el grito de frustración de una generación que empieza a madurar (¿a hacerse vieja?) y a observar con tristeza cómo todo un conjunto de decisiones tomadas a la ligera impactan sobre la vida adulta sin posibilidad de cambio, sin posibilidad de redención. En cierto momento de “Seconds“, Lis lleva a Katie hasta un árbol de ramaje intrincadísimo con múltiples luces viviendo entre sus ramas: cada una de esas luces es un Seconds diferente habitado por una Katie diferente… Y, demasiado tarde, la protagonista entiende que la única forma de vivir en paz consigo misma (con nosotros mismos) es abrazar el monstruo deforme y agresivo que se va formando poco a poco con cada punzada de arrepentimiento surgida de una nueva decisión, de un nuevo “¿qué hubiera ocurrido si hubiera elegido hacer algo totalmente diferente?”. Un monstruo que no somos nosotros, pero que se nos parece demasiado y que forma parte de nuestra alma. [leer más]
[divider][dropcap]3.[/dropcap] TUERCA Y TORNILLO / NACATAMAL, de Camille Vannier y Arnau Sanz. Apa-Apa le ha dado este año una vuelta de tuerca (nunca mejor dicho) a su colección Grapa-Grapa, convirtiéndola en una colección por entregas bicéfalas que incluyen dos cómics a leer cada uno a partir de una cara diferente. «Miedo Issue» ya resultó subyugante, pero donde ha brillado especialmente la colección ha sido en un «Sexo Issue» que incluía dos historias a cada cual más arrebatadora: en «Tuerca y Tornillo«, Camille Vannier no se corta un pelo al hablar de micro-penes y de lugares comunes de la sexualidad masculina y femenina, ayudada en todo momento por un portentoso trazo maleable donde la sexualidad deja al descubierto su cara más grotesca; y en «Nacatamal«, por su parte, el trazo colorista de emocionalidad a flor de piel de Arnau Sanz sirve como ancla hacia una realidad que un cuentacuentos muy particular pretende escamotear al lector para evitar la homofobia latente en la sociedad nicaragüense. Dos cómics pequeños en tamaño pero gigantescos tanto en su imaginario expresionista como en su calado emocional (y sexual).
[divider][dropcap]2.[/dropcap] LA GIGANTESCA BARBA QUE ERA EL MAL, de Stephen Collins. La primera capa de este cómic es el estilo gráfico de Stephen Collins, con el grafito del lápiz desprendiendo pura melancolía y con su capacidad para abordar la página con estructuras inéditas que ayudan a la creación de poesía pura y dura utilizando viñetas en lugar de palabras. Es una capa amable, dulce y que algunos incluso podrán tachar de ñoña. Pero en cuanto empiezas a apartar capas es cuando encuentras el verdadero corazón de esta ficción que, al fin y al cabo, lo que está haciendo es hablar de la tendencia natural de nuestra sociedad actual, tan obsesionada con la corrección política, a intentar ordenar absurdamente la tendencia del mundo entero hacia la entropía pura y dura, hacia el caos, el desorden y la destrucción. En la reacción de la isla de Aquí ante la barba de Dave también hay una crítica implícita hacia las supuestas revoluciones que vamos viviendo como humanidad: seísmos que conmueven a la población pero que sólo son capaces de provocar una ola de pequeños cambios que incluso son fagocitados por la rueda capitalista que los transforma en productos, en eventos conmemorativos, en chapas y en recuerdos lejanos e inocuos. [leer más]
[divider][dropcap]1.[/dropcap] PIMO & REX, de Thomas Wellman. Como una sublime mezcla entre la tendencia a la locura digresiva y desafiante de “Hora de Aventuras” (o cualquier otra locura surgida de la mente de Pendleton Ward) y la visión humorista y adulta de las aventuras de mazmorra de Joann Sfar en “La Mazmorra“, “Pimo & Rex” se presenta en sociedad con un primer tomo que está destinado a convertirse en obra de culto: la primera piedra de un (pongo una velita al Santo que haga falta) largo camino en la que no sólo iremos contemplando de cerca el crecimiento de Pimo y Rex (y Leonard) como posibles iconos aventureros de una nueva generación de aficionados al cómic, sino que también observaremos cómo por fin la viñeta demuestra que no necesita de grandes gestos ni pretensiones cuando consigue crear personajes tan carismáticos como estos. [leer más][/nextpage]