5. TOP OF THE LAKE. La tensión de géneros es palpable y fundamental para entender la trama de” Top of the Lake“. Cuando llevas tres capítulos ya sabes que, aunque el centro de todo sea la búsqueda de la pequeña Tui, las cosas son mucho más complicadas: pronto el misterio deja de ser tal para que te centres en otras cosas de dentro y fuera de la historia: el duro pasado de Robin y cómo ha afectado a su incapacidad para mantener lazos sentimentales con ningún hombre “bueno” o “no peligroso”, los problemas a lo Norman Bates de Mitcham con su madre, la crudeza de una sociedad castigada por la pobreza y las drogas que mira hacia el otro lado y relativiza acciones brutales contra sus mujeres y niños… Las imbricaciones sociales de “Top of the Lake” son incontables, y el efecto devastador que provoca en el espectador a su final un daño difícil de reparar. Ver los siete capítulos de este excelente viaje por el lado oscuro de Nueva Zelanda es agotador pero reconfortante, porque al final no puedes evitar sentir que has visto algo único, con un tratamiento impecable y un argumento al que ni le sobra ni le falta una línea y que tiene toda la complejidad que, como espectadores, queramos darle y podemos exigirle a un producto televisivo de estas características. [leer más]
4. UTOPIA. A las series británicas, no lo neguemos, siempre les damos una cierta ventaja de partida. Por méritos propios, no digo que no (son cortas, van al grano, están impecablemente realizadas a pesar de no contar con presupuestos desorbitantes y tienen casi siempre ese toque negrísimo tan propio de las islas, sean dramones de época o comedias ligeras), pero se la damos. Y, aun siendo conscientes de esta bien ganada condescendencia, es difícil no entusiasmarse viendo el piloto de “Utopia“, no echar las campanas al vuelo y darle caña a la máquina del hype como si no hubiera un mañana. En primer lugar, porque es obvio que entra por los ojos: cada plano, cada imagen parece estar cuidada al milímetro. Y de verdad que en este caso no es una frase hecha: esos colores, ese uso (y consciente abuso) de extrañísimos planos simétricos… Aunque “Utopia” estuviera hablada en islandés y no tuvieras subtítulos a mano, te quedarías igualmente embobado viéndola, porque visualmente es un diez. Y la trama, además, engancha: esos elementos cogidos de aquí y allá, esa forma de presentarlos, el “Where is Jessica Hyde?” como efectivísimo mantra del episodio y un desenlace brillante te dejan dos ideas claras y esenciales: “cómo mola esto” y “quiero ver más”. Vamos, todo lo que cualquier inicio televisivo mataría por ser. [leer más]
3. ORANGE IS THE NEW BLACK. Muchos tildaron a “Orange is the New Black” de ser la gran serie gay-lésbica del año, y la aplaudieron por ello. Estaría bien tener en cuenta que “ese” fue uno de sus grandes factores, pero no el único. Es cierto que resultaba atractiva por eso, pero si funcionó bien fue gracias a que supo llevar la temática a un territorio general: no es la típica serie “gay para gays“, ya que la única posibilidad de identificación con la protagonista no es por su orientación sexual sino por saber si en su mismo pellejo serías capaz de sobrevivir), y el simple hecho de que esta llevara su bisexualidad de una forma tan natural ayudó a que la serie trascendiera la temática de géneros. Si “Orange is the New Black” mola es porque sabe jugar las cartas del entretenimiento extremo sin ofender y desde una distancia muy corta. Puede que Piper Chapman no tenga ese halo de sexyness brutal que tenía Nancy Botwin en «Weeds», pero de momento su personaje, con esa permanente mirada de “qué coño hago yo aquí”, ha conseguido ser mucho más cercano y consistente en una temporada que la otra con ocho. Y en algún momento también nos invita a pensar: ¿y qué hubiera pasado si al final Nancy hubiera acabado en la cárcel? Eso sí que hubiera molado verlo. [leer más]
2. MASTERS OF SEX. Un momento: ¿finales de los 50? ¿Cambios sociales? ¿Personajes masculinos que manejan el cotarro aunque el fondo siempre a merced de las mujeres? Sí, pero hay un motivo por el que el nombre de “Mad Men” no ha aparecido hasta el tercer párrafo de esta reseña, uno muy sencillo: porque no tiene nada que ver. A Ashford no le interesa meterse en determinados berenjenales ni tratar de explicar cosas que Weiner ya ha explicado antes y probablemente mejor porque su formato se presta mucho más a ello. Muy al contrario, salvada la tentación de usar el sexo y su condición de serie de cable para la provocación porque sí, esta es una serie maravillosamente ligera en el mejor sentido del término (y ojo con las apariencias, que aquí en realidad hay bastante chicha), que se preocupa muchísimo de firmar capítulos redondos y magníficamente construidos que se pasan volando y siempre con una sonrisa en la boca. Dicho de otro modo (y siempre teniendo en cuenta que “The Good Wife” orbita en un universo paralelo y superior al resto), “Masters of Sex” es la serie más agradable de ver que hay en este momento en televisión. Y eso son excelentes noticias. [leer más]
1. HOUSE OF CARDS. Todos los personajes se interrelacionan en “House of Cards” a través de una compleja y sublime estructura de sexo y poder. Como le dice Francis Underwood a Zoe en un momento de cama compartida: ”Todo en esta vida está relacionado con el sexo… Menos el sexo, que está relacionado con el poder“. Ese es el corazón de una serie indudablemente shakespeariana en lo que tiene de intrigas y conspiraciones, de traiciones y sacrificio de los sentimientos en pos de ascender en la escalera social. Todo ello, además, expuesto con una claridad de formas que queda perfectamente definida en esos títulos de crédito de planos largos y estilizados: así transcurren los capítulos de “House of Cards“, con una elegancia innata que huye de la truculencia habitual de toda conspiranoia y de la vertiginosidad fácil que otras ficciones políticas utilizan para noquear al espectador. Por el contrario, esta serie opta por planos largos, explicativos y llenos de significado, normalmente entrelazados en lo narrativo y en lo visual (como, por ejemplo, en esos maravillosos planos en los que los Underwood comparten sus cigarros en la ventana de su casa). Una opción estética que se traslada a un guión que nunca opta por la opacidad y en el que su showrunner Beau Willimon consigue alargar todas las virtudes ya presentes en la adaptación que realizó para la película “Los Idus de Marzo” (George Clooney, 2011): concisión, claridad y estilización aplicadas al panorama político. [leer más]
[Raül De Tena + Estela Cebrián + Pedro Vázquez + Marco Ascione + David Martínez de la Haza]