10. THE GOOD WIFE. Que un aparentemente inocuo procedimental fuese creciendo hasta convertirse en algo grande ya fue algo notable. Que lo hiciese de manera progresiva, respetando siempre a sus espectadores y sus propias reglas, le dio un plus de grandeza. Que lograse mantener el listón durante sus larguísimas temporadas hasta firmar un excelente final como el de su cuarta manga, ya alcanzaba la categoría de pequeño milagro. Pero, para lo que ha logrado «The Good Wife» en el tramo final de 2013, se queda corto cualquier elogio: no sólo es que haya sabido reinventarse por completo hasta mantenerse en un nivel simplemente insultante para una quinta temporada y resultar más fresca que series que acaban de empezar, es que lo ha hecho con un espectáculo pirotécnico (y, a la vez, perfectamente coherente) que nos ha tenido a todos hablando de ella como si se tratase del enésimo fenómeno fan y no del producto adulto, elegante y sumamente inteligente que es. «The Good Wife» hace mejores mis lunes (y eso es lo que a mí más me importa), hace mejores los tuyos (y eso es lo que a ti más te importa) y, en fin, hace mejor a la televisión (y eso es lo que a todos más nos importa). [Pedro Vázquez]
9. SOUTHCLIFFE. Que Channel 4 ha hecho un pacto con el diablo es tan cierto como que el Pipón es el mismísimo monstruo del lago Loch Ness. Por si no os ha quedado claro, eso es mucho. Vamos, es imposible que cada año los ingleses no fallen ni una y que cada producto que presenten se convierta en un éxito rotundo. O el diablo o no me lo explico. «Southcliffe» es, sin duda alguna, la serie más cruda que el 2013 nos ha dado. Ambientada en un pequeño pueblo de prados verdes y cielos grises de Inglaterra, un hombre de dudosa estabilidad psicológica, de un día para otro, decide cargarse a sangre fría a varios de sus vecinos. A lo largo de los cuatros capítulos que conforman esta serie, somos testigos de la explosión violenta Stephen Morton (conocido como The Commander) y los efectos catastróficos que estas muertes han tenido en los familiares afectados. Cruda, lenta, dolorosa y devastadora, «Southcliffe» no sólo consigue emocionarte, sino que también logra mantenerte tenso en todo momento, sobre todo a la hora de reconstruir los hechos como si de un puzzle se tratase. Líneas temporales fracturadas que toman forma poco a poco y disparo a disparo. En definitiva: dura, durísima. Otra vez, como el Pipón. [Marco Ascione]
8. BREAKING BAD. Las unanimidades son siempre sospechosas y pueden (¿deben?) ser tomadas con suma precaución. Pero también hay momentos en que lo mejor es dejar de plantearse si las moscas se equivocan o no, y simplemente rendirse a la evidencia. Se ha dicho y escrito tantísimo (y casi todo bueno) sobre esta última tanda de episodios de «Breaking Bad«, que sería bastante ingenuo pensar que van a aportar algo a estas alturas unas líneas que sólo tratan de justificar su impepinable inclusión en esta lista. Visto ya con algo de perspectiva, el globo no se deshincha, sino que mantiene intacta su vigencia: el salto cuantitativo a nivel popular (la calidad ya venía de mucho antes) que conoció en 2013 la serie de Vince Gilligan fue, junto con algún premio que todavía se le resistía y al final también ha acabado cayendo, el justo reconocimiento a una serie que ha sabido hacer las cosas muy bien y dar una lección (la última) de cómo y cuándo retirarse. Si es la número uno, la dos o la 27 entre las mejores de la historia es una discusión para otro día: de momento, lo que toca es el justo reconocimiento a un trabajo cuyo nivel de escritura, fotografía, interpretación (y lo que queráis) resulta difícilmente superable. [Pedro Vázquez]
7. JUEGO DE TRONOS. Estamos en condiciones de poder afirmar que la tercera temporada de “Juego de Tronos” no sólo ha mantenido el nivel mostrado en sus etapas predecesoras, sino que seguramente lo ha superado. No en vano, quizás el mayor hito televisivo en lo que va de década queda alojado aquí; hablo, por supuesto, del episodio “Las Lluvias de Castamere” aka “La Boda Roja” aka nombre en clave “s03e09”. Pero, más allá de eventos virales, más allá de uno de los castings más milimétricamente perfectos que servidor recuerda en una serie de TV (donde Peter Dinklage suele llevarse todos los parabienes como Tyrion Lannister), más allá de un derroche técnico desbocado, más allá (y poco se habla de ella) de la admirable partitura creada por Ramin Djawadi… Más allá de todo eso, George R.R. Martin, David Benioff y D.B. Weiss han creado un entramado de ficción que apuesta sin medias tintas por el más es más, consiguiendo dotar a “Juego de Tronos” de un aura de espectáculo televisivo bigger than life y de un poder adictivo del cual ni los más escépticos a priori nos hemos podido librar. Los Lannister, los Stark y Daenerys de la Tormenta, Madre de Dragones, volverán a las pantallas de medio mundo la noche del 6 de abril. Pero recuerden siempre que la noche es oscura y alberga horrores. [David Martínez de la Haza]
6. IN THE FLESH. “In The Flesh” nos permite alejarnos del típico escenario post-apocalíptico de horrores y de infecciones por mordeduras de zombis para llevarnos a la otra cara de la moneda. La vida a través de los ojos -mejor dicho, a través de las lentillas- de Kieren, un no-muerto. Es cierto que la serie probablemente no mantenga el nivel de principio a fin, pero aun así estamos ante una de los productos de la temporada por mucho que no exprima del todo las buenas ideas que presenta y que podrían haber dado para unos cuantos capítulos más o incluso una segunda temporada -crucemos los dedos-. Eso sí, aquí hay sitio para todo: lo que significa volver a tu lugar de origen sabiendo que eres persona non grata por culpa de tu enfermedad, las difíciles relaciones paterno-filiales y fraternales, el miedo, la manipulación, la homosexualidad, el suicidio, la ignorancia que te lleva a cometer actos aberrantes y, por qué no, la inocencia y el amor. Incluso hay tiempo para la crítica a la religión y la adhesión irracional a esta. “In The Flesh” se mete de lleno en todos esos problemas de la vida de pueblo que tan bien conocemos y con los que estamos más que familiarizados pero, esta vez, pasados por un filtro zombi. Dramas personales yuxtapuestos a un corte fantástico. Lo curioso de “In The Flesh” es que, a pesar de tratarse de una serie de muertos, se sustenta en potentes momentos de tragedia y de dolores de corazón que tienen como resultado mares de lágrimas y un aumento de las ventas de Kleneex. El frío que emanan los cuerpos de los zombis se contraponen al calor humano y a las situaciones vitales que experimentan los personajes. [leer más]