10. LA NOCHE MÁS OSCURA / Kathryn Bigelow. “La Noche Más Oscura” es fría, sí. Mucho. ¿Y qué? También lo eran gran parte de aquellos thrillers políticos de los 70 (los Lumet, Pakula, Friedkin, Frankenheimer) y eso no les impidió producir obras no sólo sobresalientes, sino con unas formas que todavía son reivindicadas cuarenta años después. Bigelow y su muy bien informado guionista Mark Boal utilizan esa frialdad para describirnos durante las dos primeras horas concienzuda y detalladamente la secuencia de acontecimientos que llevó a la inteligencia estadounidense a ubicar a Osama Bin Laden en una casa en un barrio residencial de Abbottabad (Pakistán). El resultado es una narración auténticamente metodológica (a esto sí se le puede llamar “procedimental” con mucha más propiedad que a cualquiera de esas clónicas series de forenses o policías), que triunfa porque está planteada con inteligencia, sin caer en la mera enumeración que la condene por árida (algo como lo que le ocurría a la “Zodiac” de David Fincher), manteniendo el interés a base de un montaje que ni pestañea ni deja pestañear y lanzándole un hueso de vez en cuando al espectador. No se trata de pegotes más o menos “humanos” metidos con calzador que puedan hacer el relato más digerible, sino de pequeños resortes que el espectador necesita para poder agarrarse para mantener el interés por una serie de cosas (las que le están contando) que podrían fácilmente caer en el tedio más absoluto. Hablo de pequeños detalles (como esos números escritos en la puerta del jefe, ese admirable recurso de guión), que redondean, fijan y dan esplendor, que no entorpecen, sino que hacen avanzar y ayudan a que una película digamos profesional pueda ser también disfrutable. Porque no nos confundamos: esto no es un documental, es una película. Una muy buena, además. [leer más]
9. TO THE WONDER / Terrence Malick. La compresión (y posterior valoración) de todo film nace de las claves con las que este se lee. Y, en el caso de “To The Wonder“, viniendo como viene del alzamiento de ceja generalizado ante la (presunta) carga cristiana de “El Árbol de la Vida“, lo más normal ha sido sopesarla con estos parámetros en mente. Pero, ¿y si la crisis de fe cristiana no fuera el leit motif de la película? Porque, igual que en el anterior trabajo de Malick, la ambigüedad del fondo depende de los ojos que miran. Innegable es que uno de los personajes principales en “To The Wonder” es un sacerdote cristiano interpretado por Javier Bardem que se cuestiona sus principios espirituales, poniendo en relieve la crueldad y fealdad de un mundo poco agraciado tanto estética como económicamente que parece abandonado de la mano de Dios. Esta quiebra de valores se contrapone de forma algo maniquea al mundo de postal del triángulo amoroso protagonista formado por Ben Affleck, Rachel McAdams y Olga Kurylenko, quien actúa de enlace entre este grupo y el sacerdote al buscar respuestas para su desamparo en la religión cristiana. El tipo de desamparo, sin embargo, es diferente: mientras que el personaje de Bardem sí que referencia directamente a un Dios cristiano, el resto de amantes simple y llanamente son incapaces de encontrar unas coordenadas vitales que les haga felices unos en compañía de los otros. La crisis cristiana del sacerdote, entonces, es simple y llanamente una pequeña muestra de desamparo dentro de un paisaje mucho más amplio y devastador ilustrado mediante el resto de los personajes. Entonces, ¿no sería más correcto pensar que la intención de Malick ha sido retratar el desamparo vital de la vida moderna (con un pequeño ejemplo encarnado en el cura) y no una crisis de fe católica en concreto? [leer más]
8. ANTES DEL ANOCHECER / Richard Linklater. El tiempo ha acabado demostrando que “Antes del Amanecer” fue, básicamente, una cosita simpática cuya mayor virtud es justamente la de ser causa necesaria para que existieran las dos notabilísimas obras que le dieron continuación. Y si “Antes del Atardecer” ya conseguía dejarnos un marcadísimo regusto agridulce, la obra que cierra esta notable trilogía acentúa más si cabe ese sabor. “Antes del Anochecer” duele más por ser la más sincera de las tres: una cinta sin fisuras pero a la vez llena de aristas. La composición de los personajes que interpretan Ethan Hawke y Julie Delpy, durísima por cuanto despojada de todo artificio, eleva el tono global del maravilloso film de Richard Linklater y somete al espectador a un desafío a su tolerancia al respecto de cuánta verdad es capaz de asumir. Porque, como saben (o en su defecto sabrán), la vida era esto. Richard, por favor, cerrar trilogías así no, que me enamoro. Y ojo, que esta hace daño de verdad. [David Martínez de la Haza]
7. MAPA / León Siminiani. Si ha habido en el año 2013 una tendencia cinematográfica que ha hecho que los márgenes del medio estuvieran especialmente revueltos, esa ha sido precisamente la práctica del cine como diario personal. Y, por una vez, ha resultado que en nuestro país hemos podido dar sopa con hondas al resto de cinematografías. El culpable ha sido León Siminiani, quien utilizó su «Mapa» no sólo como medida catárquica para poner su vida en orden, sino también para demostrar que el «cine en construcción», ese cine en el que las películas se van construyendo delante de tus ojos y no parecen preexistir en un guión de hierro, puede ser tan estimulante como la ficción más sofisticada. Es comprensible que hasta «Mapa» se llegue con muchos prejuicios: el que nos pone en contra del cine low cost, en contra del cine español, en contra -al fin y al cabo- de una cinta que es pura exploración del ego y que contiene múltiples cohartadas cinematográficas que pueden tacharse de míniamente tópicas (la fascinación por la Nouvella Vague no vive su mejor momento, la verdad)… Pero lo interesante es cómo Siminiani se sale con la suya, te desarma, te desnuda y acaba metiéndose contigo en la cama. Ese es el nivel de intimidad compartida que llegas a sentir en «Mapa«. [Raül De Tena]
6. DE TAL PADRE TAL HIJO / Hirokazu Kore-Eda. El gran Hirokazu Kore-Eda llegaba con la vitola de haber emocionado en Cannes al mismísimo Steven Spielberg (que también dices, joder, es que es Spielberg, que no es Unabomber) y, en fin, damos fe: hemos visto hombres maduros de todos los pelajes derramar alguna lagrimita en la proyección de “Like Father, Like Son“, su última película. Pero no nos extraña, ya que el director japonés ha demostrado que, cuando quiere, sabe dar con la tecla de los sentimientos diríase que sin trabajo alguno. Y es que Kore-Eda parece tener una varita mágica que convierte en absolutamente natural algo tan anti-natural como es el intercambio erróneo de dos bebés en el hospital, base argumental de esta conmovedora historia. Como en su brillante “Still Walking“, aquí Kore-Eda vuelve a disfrazarse de paisajista familiar, de funambulista del drama tierno y amable, con más que apreciables resultados. El cineasta nipón vuelve a dotar a su obra de un humor y sentimentalismo en inquebrantable equilibrio. Así, la película se sumerge sin reproches pero sin riesgos en un atenuado crescendo dramático, que se resuelve sin estridencias gracias al tino de su director a la hora de enfatizar la sencillez en el desarrollo narrativo. Una pequeña delicia. [David Martínez de la Haza]