20. OBSIDIAN / Baths. Si alguien tenía alguna duda respecto al camino que Baths acabaría tomando, nos las acaba de disipar todas. Al igual que James Blake, otro talento descomunal de edad insultante, Wiesenfeldha decidido que lo suyo es muy grande como para ser encapsulado dentro de la electrónica convencional y que a él lo que le va es hacer pop con mayúsculas. Pero, a diferencia del londinense (que es un poco moñas) y su música afectadísima, Baths da un paso más allá. Un paso hacia el abismo, a pecho descubierto .“Obsidian” es una colección de confesiones, obsesiones y traumas. Las letras rozan en ocasiones lo pornográfico. Wiesenfeld no se esconde: pone su voz al frente y sus sentimientos a la vista de todos. Pero no olvidemos lo más importante: la producción de este disco es sencillamente espectacular. Es compleja, brutal y delicada al mismo tiempo, sobrada de imaginación. Merece ser disfrutada con atención y un buen equipo de sonido, en todo su esplendor. La minuciosa forma en que encaja los distintos sonidos, ritmos, voces… Es un ejercicio de orfebrería que resultaría demasiado abrumador en manos menos refinadas. Pero, lejos de quedarse en vacía demostración de destreza, es el perfecto complemento de composiciones de esta belleza y sinceridad. [leer más]
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19. DREAM RIVER / Bill Callahan. La discografía reciente de Bill Callahan le ha valido un puesto de honor entre los poetas más aficionados a la contemplación de una naturaleza boscosa y de tonos verdes y marrones que, en su caso, siempre parece estar poblada por águilas y caballos. Ya había dado la voz de alarma, sin embargo, en algunas de las canciones de sus últimos discos: en “Riding for the Feeling“, de “Apocalypse“, te partía el alma por la mitad poniendo el acento sobre el “feeling” más que sobre el “riding“; y en la insuperable “Too Many Birds“, incluida en “Sometimes I Wish We Were An Eagle” (Drag City, 2009), era capaz de romperte el corazón en mil pedazos gracias a esa construcción palabra a palabra de una de sus frases más míticas. Ya sabes: “If you could only stop your heartbeat for one heartbeat” (si has sentido un escalofrío al leer esta frase, sabrás de lo que estoy hablando). Aun así, y por mucho que las pistas estuvieran dispersas en sus anteriores entregas, parecía imposible e incluso insensato esperar que Callahan se lanzara dulcemente hacia los brazos del romanticismo después de la colección de canciones abrasivas y desérticas que resultó ser “Apocalypse“. Si hasta el momento se imponía hablar del artista como poeta contra o ante la naturaleza, en soledad desdeñosa con o contra la humanidad, ahora sorprende cómo de las canciones de “Dream River” se desprende un lirismo si no parejil, sí totalmente empático hacia otra persona. Una pareja. Un amigo. La humanidad persona a persona. Qué más da. [leer más]
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18. OLYMPIA / Austra. Aunque “Olympia” suene exultante y enérgico (no debe de ser casualidad que se abra con la potente “What We´ve Done“), aún persiste ese empeño emo que tan bien le queda a la afectada voz de Stelmanis, y todo el disco recurre a la pena, la soledad y el desamor en sus letras. Quizá sea porque, como dicen, donde hubo fuego siempre quedan las brasas, y expulsarse el candor emo es difícil. Aún así, este tono melancólico que recorre todo el disco no afecta al nuevo sonido, sino que lo hace emerger y brillar aún más gracias al contraste. Gracias a ello, temazos como “Forgive Me“, “Painful Like” y “You Changed My Life” suenan a entrega y crecen con cada escucha: cada base y cada lamento salido de la boca de Stelmanis sirve de pieza fundamental para convertir estas canciones en imperecederos y dolosos himnos nocturnos de un puzzle de melancolía total. ¿Os acordáis de “Dancing With Tears in my Eyes”, aquella canción emo-technoque tanto bailamos en nuestra adolescencia? Pues ese es el espíritu que invade “Olympia” todo el rato. Y es, simple y masoquistamente, maravilloso. [leer más]
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17. ANXIETY / Autre Ne Veut. Es cierto que la abundancia de música que tenemos a nuestro alcance hoy en día impide muchas veces degustar de la forma merecida y necesaria algunos discos. Pero, sin duda, este es uno de los álbumes ante los que uno tiene que detenerse. Ya su primera escucha es un drop escrotal clarísimo… Vamos, que se te caen los cojones al suelo ante la riqueza musical desbordante de “Anxiety”: nocturno, musculoso, arrebatado y brillante. Las mencionadas “Counting” y “Play By Play” o “I Wanna Dance With Somebody”, refocilándose en patrones de urban R&B, son buen ejemplo de ello. Y pese a todo, sucesivas escuchas solo mejoran la impresión inicial, permitiendo admirar joyas menos inmediatas como “A Lie”, “Gonna Die” o “World War”, que cierra el disco entre lágrimas y congojo. Autre Ne Veut reinventan el nuevo R&B retorciéndolo casi hasta la agonía, en una de las propuestas musicales más apasionantes que un servidor ha encontrado en el último lustro. [leer más]
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16. WOMAN / Rhye. Elegante, sutil y majestuoso, “Woman” nos introduce, ya desde su portada en un torrente de sensualidad y de extenuante belleza. “Open” es la piedra angular de (lo digo ya) uno de los elepés de debut más preciosos que he escuchado en mucho tiempo: es de esos temas que te obligan a desviar la atención de lo que quiera que estés haciendo, para concentrarte exclusivamente en el gozo y deleite que provoca. ¿Cómo quedarnos con una sola de sus virtudes? ¿El dulce susurro de Milosh o el suave acompañamiento de vientos y órgano? ¿La línea de bajo precisa y perfecta o los coros que apuntalan el infeccioso estribillo? En resumen y con todas las letras: una canción sublime. Por su parte, el arrullo convertido en himno que es “The Fall”, orgía de cuerdas abrigadas bajo una manta de soul a costa de la textura vocal cálida y sorprendente de Michael Milosh, es igualmente puro regocijo. “3 Days” y “Hunger”, ambas incluidas en el EP “Open” y también presentes en el tracklist definitivo de “Woman”, juegan con diferentes tonalidades de melancolía a partir de bases de naturaleza más funk, pero sin perder la quintaesencia de Rhye. [leer más]