35. FUZZ / Fuzz. Lo de Ty Segall empieza a ser una cosa realmente espectacular. Por juventud, por talento, por cantidad, por calidad, por absolutamente todo. En 2013 ha vuelto a lanzar otro disco fantástico, el «donovaniano» «Sleeper«, que supuso un nuevo paso adelante y un interesante giro folk-acústico para enriquecer todavía más una trayectoria ejemplar. Pero eso no era suficiente. Con sólo unas semanas de diferencia, lanzaba otro disco y se ponía otro disfraz diferente: ahora, el de Fuzz, que han parido el disco de rock imprescindible del año, una obra monumental construida a base riffs incendiarios que lo mismo asimila sin problemas el legado de The Stooges que predica la palabra de Black Sabbath en un formato pseudojam que le da una libertad asombrosa, le permite definir sus propias reglas y dar lo máximo de sí mismo. Un disco en el que puede pasar cualquier cosa, un disco que te deja con la boca abierta y es clave para entender a una de las grandes figuras de la música que se está haciendo ahora mismo. [Pedro Vázquez]
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34. mbv / My Bloody Valentine. Comienza a sonar “m b v” y, al cabo de un minuto, ya surge la sensación de déjà vu: esto lo he escuchado en “Loveless” (Creation, 1991). Misma producción, mismas técnicas de grabación, mismo arsenal de efectos, mismo tratamiento de las voces… Todo igual. ¿Para eso veintidós años de espera? Pues sí, porque, aunque lo parezcan, las canciones que conforman “m b v” van más allá de ser simples descartes del disco más mítico de My Bloody Valentine y, si me apuran, de la historia del rock (alternativo). Se muestran como un reflejo fidedigno, por un lado, de una época única (seguramente Kevin Shields las grabó hace dos décadas y, pasado el tiempo, ni siquiera su obsesiva cabeza le obligó a retocarlas demasiado…) que se traslada intacta a nuestro presente; y, por otro, de un modo de retorcer las estructuras típicas del pop y del rock que sólo se le podía haber ocurrido a un ¿visionario? para que pasase inmaculado a la posteridad. Por eso “m b v”, a pesar de su pátina extemporánea, brilla aquí y ahora, incluso haciendo olvidar las modas musicales que se han ido imponiendo hasta que, por fin, ha visto la luz. [leer más]
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33. GHOST ON GHOST/ Iron & Wine. Los más escépticos pensarán que, tras la tibia acogida de “Kiss Each Other Clean“, Beam ha decidido relajar sus ínfulas de big band de estadio y lanzar a sus fans de toda la vida algunos anzuelos lo suficientemente suculentos para que vuelvan a confiar en él. Otros pensarán que, simple y llanamente, tal heterogeneidad en este disco sólo puede indicar que Sam Beam está tremendamente perdido. Pero todo esto son cosas que se pueden pensar sólo cuando lees sobre “Ghost on Ghost“… nunca cuando lo escuchas. Y es que basta experimentar en primera persona este álbum para sorprenderse ante la coherencia de la nueva propuesta: las canciones, una detrás de otra, suenan compactas como partes de un todo más grande. De hecho, más que una retirada a tiempo respecto al jazz a lo grande de su anterior trabajo, “Ghost on Ghost” debería entenderse como la aplicación de lo aprendido durante la exploración de “Kiss Each Other Clean“: teniendo en cuenta que aquella propuesta no podía llevarse a más, Beam aplica el minimalismo y se encuentra con que tampoco era tan diferente al folk despojado de sus inicios. Se encuentra, también, con su mejor álbum desde “Our Endless Numbered Days“. [leer más]
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32. AMOK / Atoms For Peace. ¿Supergrupo? “Amok” es marca Yorke de toda la vida, todavía predomina la desazón y la claustrofobia, pero hay una aire casi celebratorio que es novedoso, no, ¡inaudito! en la carrera del trovador británico; abiertas las ventanas, el ambiente es renovado con vientos africanos e incluso caribeños. En “Stuck Together Pieces”, al saltarín bajo de Flea se le une una sección de ritmos que suena a psicofonía de Isaac Hayes. Thom casi parece hasta relajado, como guiñándonos un ojo desde su hamaca, batido de papaya en mano. Y, aún así, no consigue dejar de sonar vagamente amenazante, desafiante, pero es un cambio muy, muy bienvenido para los que ya empezábamos a dejarle de lado en nuestras vidas, un poco cansados de sus obsesiones y manías. “Stuck Together Pieces”, “Reverse Running”, “Dropped”… son pequeños milagros que muestran la faceta más desenfadada y, osaría decir, divertida de Thom Yorke. Divertido no es un adjetivo que vayamos a encontrar junto a su foto en la enciclopedia, pero aquí es justo adjudicárselo. [leer más]
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31. AMYGDALA / Dj Koze. Caribou, Apparat, Matthew Dear, Ada, Milosh… El plantel de colaboradores que se agenció DJ Koze para su “Amygdala” (qué mal suena esto, por Dios) hacía pensar, de entrada, que este hombre se iba a marcar un The Chemical Brothers. O “lo que viene siendo” un dejar que tus canciones se vea totalmente engullidas por los colaboradores de turno y que esto implique que tu disco sea un conjunto incohorente de cortes cada uno de su padre y de su madre. No es algo que ocurra en “Amygdala”: DJ Koze no sólo consigue coherencia, sino que borda la solidez del granito en un conjunto que parte de la electrónica softie (que no chill) sobrevolada por voces ensoñadas en temas como “Track ID Anyone” -junto a Caribou-, “Nices Wolkchen” -con la voz de Matthew Dear– o “Homesick” -en una colaboración que recupera a Ada– para, en la segunda mitad del disco, permitirse locurones como el teknazo de “Marilyn Whirlwind”. Todo suena a un tiempo pasado que fue mejor y en el que, sobre todo, la electrónica supo encontrar su corazón y bailar al ritmo de su latido. [Raül De Tena]