The Postal Service (Primavera Sound 2013). ¿Qué porqué destacamos aquí el concierto de The Postal Service? Porque ninguna otra confirmación del cartel del último Primavera Sound me hizo gritar más que esta: llámenme tonto. Porque a Ben Gibbard hay que amarle en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad. Porque Jimmy Tamborello siempre ha sido un maldito genio, diablos. Y porque, con ellos, venían Jenny Lewis (Rilo Kiley) y Laura Burhenn (Bright Eyes) para conformar un cuarteto que era amor del bueno, claro.
Porque mi educación sentimental se erige a partir de discos como “Give Up” (SubPop, 2003). De hecho, muy especialmente a partir de “Give Up”. Porque un concierto que comienza con “The District Sleeps Alone Tonight” ya nace bendecido por los siglos de los siglos. Porque era mayo, hacía un frío inesperado y, contra todo pronóstico, la gente se calló para escuchar (o quizás, pienso yo a veces, para dejarme escuchar) “This Place Is A Prison”. Porque el ronroneo encantador que escenificaron el propio Gibbard y una espectacular y simpática Lewis en la maravillosa (lágrimas) “Nothing Better”, con Tamborello de improvisado aguantavelas, fue para quien esto firma la auténtica IMAGEN del festival. Porque sonó, poderoso y casi al final, el himno “Such Great Heights”, deteniendo ahí mismo el tiempo de varios centenares de treintañeros que, por una vez en la vida, agradecimos tener esa edad para dejarnos inundar por la nostalgia y la emoción sin el menor atisbo de vergüenza.
Porque nos convertiremos en siluetas, si no lo somos ya. Y porque lo dijo Lenny Kravitz y es verdad: algo no se acaba hasta que se acaba. Salvo The Postal Service, que se acabó, volvió, se acabó de nuevo y, sin embargo, aún hoy, meses después de aquella irrepetible cita en el Fòrum, PERMANECE. [David Martínez de la Haza] [Foto de Toni Rosado]
TITUS ANDRONICUS (Primavera Sound 2013). Por ahí han hablado del concierto de The Knife en el Primavera Sound 2013. Y, mientras los suecos abarrotaban su escenario, en el pequeño escenario Pitchfork tenía lugar el inenarrable concierto de Titus Andronicus, que seguro que no fue el mejor que vi el pasado año (ni mucho menos), pero sin duda es mi favorito. Porque si esto de la música ya es siempre increíblemente subjetivo, sobre los directos jamás podremos ponernos de acuerdo; porque un concierto son miles de cosas: es el cuándo, es el dónde, es el cómo, es el con quién; porque conciertos que en realidad están muy mal pueden llegar a estar muy bien. Y desde luego éste estuvo muy mal: Patrick estaba afónico, todo fue un inmenso caos, el orden del setlist parecía hecho lanzando una moneda al aire y la descoordinación fue el hilo conductor. Y sin embargo aquello fue especial, fue interesante, fue jodidamente divertido. Tienen suerte de que sus fans seamos lo peor de cada casa, exactamente igual que ellos, porque aquel concierto fue para mandarlos a la mierda y sin embargo, a base de berridos, empujones y colaborar con el caos, resultó una loquísima reunión de amigos. Una fiesta, que al fin y al cabo es de lo que se trata. [Pedro Vázquez] [FOTO: Cristian Bertrand]