5. Hora de Aventuras. Ya tenemos sucesora para «La Supernenas«, «Vaca y Pollo«, «Pokemon» y «Foster’s Home for Imaginary Friends«… En dura pugna con «El Asombroso Mundo de Gumball«, «Hora de Aventuras» ha conseguido erigirse en esa nueva serie que los padres obligan a ver a sus hijos para disfrutarla ellos mismos como enanos. Por mucho que los niños, al fin y al cabo, van a entender tan sólo un 12.94 % de lo que está sucediendo «realmente» en la pantalla. Las aventuras de Finn y Jake son pura digresión: una concatenación surrealista de sinsentidos que, sin embargo, acaban fascinando como una sesión de hipnosis masiva. El imaginario que la serie propone es evidentemente poderoso, pero eso no significa que su creador, Pendleton Ward, se esfuerce ni un mínimo en estructurar ese chorreo de ideas en un argumento o algo parecido. Definitivamente, y por mucho que protestemos contra la actual tele para niños, todavía hay esperanza de que crezcan tan chungos como nosotros…
4. Louie. En apenas tres años (aunque creo que, a partir del segundo, ya estábamos todos relativamente convencidos), Louis C.K. ha conseguido llevar su “Louie” a la categoría de clásico. Tras plantar los cimientos con una primera temporada prometedora, lo que ha venido después ha superado con creces las expectativas más optimistas. Magnífica en la translación de los desternillantes y ácidos monólogos de su autor en historias cotidianas con infinitas vueltas de tuerca, llena de cameos absolutamente reverenciables (desde Bob Saget a Chloë Sevigny), “Louie” es jocosa cuando quiere, hiriente cuando lo necesita, absolutamente libre y brillante, como el ingenio de Louis C.K., que de momento parece inagotable. “Louie” nos ha dado muchos de los más brillantes momentos en la comedia americana de lo que llevamos de siglo. Que dure, por favor.
3. Portlandia. Cierto es que «Portlandia» bien podría llamarse «Barcelandia«: su sátira de los hipsters y la flora y fauna que les circundan es tan certera que, ciertamente, debería hacer pupita (al menos a nosotros, que somos unos modernillos de mierda en toda regla). Pero ahí está la magia de esta serie: en que Fred Armisen (otro más surgido de la cantera «Saturday Night Live«) y Carrie Brownstein (de la añorada banda Sleater-Kinney) consiguen poner la sátira al nivel de los ojos de los satirizados, de tal forma que tanto pueden reirse ellos como el resto del mundo. La cantera de invitados, además, es para tirar cohetes… Y todo sigue creciendo más y más hasta el infinito y más allá. Así que lo jodido es que, al fin y al cabo, la segunda temporada de «Portlandia» se cierra con la sensación de que lo mejor todavía está por llegar.
2. Homeland. La gente debería saber que, antes que «Homeland«, existió «Rubicon«. Pero, claro, «Rubicon» era fea y lenta y te hacía pensar. En «Homeland» sólo piensa la agente Carrie Mathison (estupenda Claire Danes en el papelón de su vida). Y Carrie piensa mucho. Tanto, que se vuelve loca -aunque ya lo estaba- y nos vuelve un poco locos a todos con ella. «Homeland» es la paranoia antiterrorista elevada a la enésima potencia, en la forma de una agente del FBI que tiene todo lo bueno y lo malo de todos los agentes del FBI de la historia del audiovisual (es sagaz, intrépida, inteligentísima, valiente, incombustible, temeraria, plasta, cansina y está comprometidísima con la causa) con el añadido de que esta es bipolar, escucha jazz y se acuesta con el enemigo. Pero Carrie no es la única estrella de la fiesta: con ella está ese teniente Brody, que nunca sabes si va o viene, y Abu Nazir, el malo más malo desde Darth Vader.
1. Girls. Todos aquellos que tildan a esta serie de vacua, de superficial, de anti-feminista (que los ha habido) de no representar lo que se vende que representa, todos los que se han creído que, como Hannah, Lena quiere ser “la voz de una generación… o por lo menos de la suya“, no deberían de perder de vista que “Girls” no es nada más ni nada menos que una comedia, y que en seguida se ve que no quiere representar nada. Quizá sí presentarlo. No hay duda que, en la elección de los caracteres y comportamientos de los personajes, hay una intención detrás: son mezquinos, son caprichosos, son ineptos, son engreídos y no están capacitados para insertarse en una sociedad adulta que les empuja por la espalda… Puede que sí que sea verdad que representan a una generación entera. De cualquier forma, lo hace presentándolos de la manera más negativa posible, y haciéndolo Lena no se ríe “con nosotros” sino “de nosotros“, o más bien “de ellos“. [leer más]