Siempre suele decirse lo mismo: este ha sido un año de tanta bonanza musical que resulta particularmente complicado escoger sólo un disco que se lleve nuestro número 1. Pero es que 2012 ha sido realmente un año en el que la música española por fin ha hecho «pop» sin vislumbrar ningún tipo de «stop» en el horizonte. A los clásicos, que siguen entregando discarrales inmensos (ahí están Hidrogenesse, Klaus & Kinski, La Bien Querida…) se les ha sumado toda una nueva camada de recién llegados (o no tanto) dispuestos a morder la mano de quien les da de comer. Al fin y al cabo, aquí ya nadie da de comer y de lo que se trata es de hacer buena música. Y eso se nota en los discos nacionales de este año: hay mucha voluntad de hacer lo que da la gana, dejando de lado las leyes del mercado y rigiéndose más bien por las leyes del arte. Sí, sin duda ha sido un año de bonanza. Pero lo que nos queda por delante pinta incluso mejor.
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30. Tuya – Waterspot (Subterfuge). Poco tiempo ha necesitado uno de los últimos fichajes de Subterfuge en llamar la atención de la prensa nacional. Primero con ese mini LP semiacústico lanzado el pasado año, «Own» (Subterfuge, 2011), y ahora con su primer larga duración, el proyecto liderado por el gijonés David T. Ginzo da muestras aquí del talento que atesora, despachando un álbum redondo en el que se identifican fácilmente sus rasgos más característicos. «Waterspot» lo conforman un compendio de melodías de alma esencialmente pop cuyas letras dotan a las composiciones de un aire más oscuro del que a primeras pueda apreciarse, siendo el resultado una interesante amalgama de intrincadas estructuras y atmósferas por momentos cercanas a la psicodelia, que a la larga hacen el trabajo de estos debutantes más que disfrutable.
29. Beach Beach – Tasteless Peace (La Castanya). El nombre de este joven cuarteto compuesto por Lluís Cabot, Àngel Garau, Tomeu Mulet y Pau Riutort no engaña; y tampoco su lugar de procedencia, Mallorca. Porque, sí, a estos chicos les tira la playa, el mar y todo lo que sugiere el concepto de música inspirada en esos dos refrescantes motivos. Y esa sensación, precisamente, es la que transmite su primer álbum, “Tasteless Peace”: un muestrario de canciones que remiten a carreras entre sombrillas, a besos clandestinos entre las rocas y a risas nocturnas que no se apagan hasta que llega el cálido amanecer. A puro gozo estival, vamos. Pero no a la manera tradicional beachboyesca, sesentera y surfera, sino a la del indie-rock noventero luminoso mezclado con transparentes toques de pop adolescente derivado de la etiqueta C86. Valgan como ejemplos de ello los cortes “Plants”, “Easier”, “Cards” o “Tasteless”, suficientes para creer que el sol puede golpearnos cada día en la cara, llueva, nieve o caigan rayos y truenos.
28. Dulce Pájara de Juventud – Dulce Pájara de Juventud (BCore). Tienen uno de los mejores nombres de la historia reciente española. Pero un buen nombre sumado a malas canciones implica un peligro brutal de caer en el cajón de “Me suena el nombre… ¿pero qué hacían exactamente?” Dulce Pájara de Juventud no corren ese riesgo: estos cuatro amigos de la infancia del Baix Llobregat se encargaron este año de poner sobre la mesa un discarral de alto voltaje como “Dulce Pájara de Juventud” (BCore, 2012). Un debut que suena con la frescura de un primer disco pero con una pericia instrumental impropia de cuatro chavales (bueno, tres chavales y una chavala) tan jóvenes como ellos. Si tenemos que ponernos a buscar comparaciones, lo cierto es que la cosa se pone difícil y sólo se nos ocurren unos The Flaming Lips que se han “quitado” de la adiccion a las voces teatrales o los Fang Island más lúcidos como primos lejanos de los encabalgamientos entre épicos y psicodélicos de este rock de guitarras tan vicioso, tan accesible que parece pop. [leer más]
27. Lorena Álvarez y su Banda Municipal – Anónimo (Sones). Habrá quien piense que tras la asimilación de Lorena Álvarez entre los gustos actuales de todo moderno que se precie se esconde el acto final de ironía hipster… Nada más lejos de la realidad. Cierto es que el «Anónimo» de Lorena Álvarez y Su Banda Municipal bebe peligrosamente del folklore español de tonadillas con sabor a meseta y con letras brillantes como unas castañuelas bajo el sol, pero lo cierto es que la limpieza en la mirada de la artista consigue eliminar de un plumazo cualquier atisbo de socarronería oculta y, sobre todo, sale airosa a la hora de subir un peldaño en la tendencia actual de acercar el pop actual a los sonidos folklóricos españoles. La mezcla no chirría para nada, sino que suena humilde y deliciosamente original (lo que es diametralmente opuesto a esos intentos de originalidad a toda costa que pululan por la escena moderna).
26. Los Claveles – Mesetario (Gramaciones Grabofónicas). En unos meses en los que se ha hablado hasta el hartazgo de rescates en España, entre los musicales faltaba por recuperar el legado de la facción más castiza del pop ochentero patrio, aquella que dio un punto de hombría patillera a la Movida vestida con los pantalones vaqueros y las camisas de solapas abiertas de Gabinete Caligari. Un ejercicio muy arriesgado, teniendo en cuenta que volver a ese terreno treinta años después podría reducirse a un remedo apolillado o a una parodia de grupos del estilo de Los Nikis o Tequila. Pero Los Claveles dieron con la tecla para salir indemnes de tal temeridad: partiendo de su descriptivo nombre y de la estilizada simbología de la portada de su LP de debut (navaja, peine, crucifijo y claveles, claro), los madrileños consiguieron actualizar en “Mesetario” dicha herencia (con Sergio Pérez –Pegasvs– a los mandos de la grabación) mediante briosas guitarras nuevaoleras (“La Ruta Destroy”), letras pegadizas (“Mesetario”) y punzantes (“Estafas”) y homenajes a sus clásicos (“El Hombre de las Mil Caras”, “Santos el Suave”). Un viaje al pasado rejuvenecedor.