45. Daphni – Jiaolong (Merge). “Jiaolong” es, en términos generales, hipnótico e ideal para calentar motores un viernes noche: suena contemporáneo y, en ocasiones, abstracto aunque paradójicamente accesible si pensamos en la pista de baile. Las comparaciones con Caribou son ineludibles: temas como “Ahora” recuerdan a “Bowls” -uno de los temas estrella de “Swim“- debido a ese estimulante impacto percutivo en el que un toc-toc acaba repitiéndose sin parar en la mente. Las canciones del debut en largo de Daphni merecen ser escuchadas en riguroso orden: “Yes I Know” es introductoria; “Cos-Ber-Zam Ne Noya” eleva el vuelo con un remix funky de la canción del togolés Cos-Ber-Zam; “Ye Ye” se erige como el hitazo con el que uno se puede lucir en plena pista y, de “Light” en adelante, el cuerpo se ve forzado a situarse en un lugar muy distinto al del espíritu… O no. Snaith acaba llevándo todo el conjunto hacia lo exacto. Al fin y al cabo, para algo es matemático. [leer más]
44. Dirty Projectors – Swing Lo Magellan (Domino). Imagina que los mayas tenían razón y el último vestigio de raza humana pudo escapar en nave espacial de entre las llamas para establecerse en otro planeta. Y que, tras décadas de vida interestelar, un grupo de post-humanos hubiera encontrado vinilos polvorientos de nuestros terrícolas años 60. Vamos a tocar esta mierda, se hubieran dicho. Es fácil imaginarse la subsiguiente interpretación alienígena del pop, folk y r&b sesenteros sonar como Dirty Projectors. La banda americana ha realizado este año su trabajo más accesible, con caramelitos de lo más melódico y soleado como “Dance for You”, “Impregnable Question” o la canción homónima del disco, dando un paso adelante hacia el gran público pero sin dejar de hacer equilibrios entre lo familiar y lo desconocido. Si en el pasado fueron aquellos que toda la crítica colocaba entre sus favoritos sin realmente haberlos escuchado, en 2012 David Longstreth y compañía se han ganado la atención y admiración de muchos de nosotros.
43. Swans – The Seer (Young God). Intenta escuchar «The Seer» y no desfallecer, sentir que te falta el aliento. Swans manosean nuestras entrañas, manipulan nuestro sistema nervioso. La guitarra de Michael Gira es el cincel y cada acorde una nueva estocada en el pecho en búsqueda del corazón, el cual será extraído en ofrenda al mismísimo Satanás. Cada disco de los neoyorquinos es un nuevo experimento macabro para nuestra mente y, tal y como anuncian en la portada, su último trabajo está decidido a abrirse paso a dentelladas en nuestro espíritu. Es una cosa mastodóntica, ceremonial e intensa. No parece creada en La Tierra, sino en el infierno. Si los zombies hicieran música, sería esto.
42. Chairlift – Something (Columbia). La recuperación revisionista del pop con reminiscencias ochenteras lleva ya unos cuantos años aportando gloriosas muestras a nuestra colección de discos indispensables. Recuerden el “Kaputt” de Destroyer, el “Gemini” de Wild Nothing o el debut de Twin Shadow. Pero, si hablamos de gloria (bendita), tenemos que destacar en negrita y cursiva este “Something” de Chairlift. El dúo afincado en Brooklyn, adalides de la hipsteria, compuesto por el multiinstrumentista Patrick Wimberly y nuestra favorita entre favoritas Caroline Polacheck, entregaba a principios de año el disco que nos ha enamorado desde entonces: doce meses, doce causas para caer rendido. Casi con las formas de un moderno “Rio” (sí, hablamos de Duran Duran) con Christine McVie a las voces, “Something” es el disco que apretarías fuerte contra tu pecho llegado el desahucio de este mundo que anunciaban para hoy mismo a estas horas. Y cómo contener las lágrimas ante la bondad hecha partitura (“I Belong In Your Arms”); cómo no adorar los ecos synth-pop de “Sidewalk Safari” o “Wrong Opinion”, el baladón “Cool As A Fire”, la pastoral “Frigid Spring” o el desenfado de “Met Before”. Dígannos cómo, porque este es un enigma que aquí no hemos podido resolver.
41. Tennis – Young and Old (Fat Possum). Lo nuevo está realmente bien delimitado en “Young and Old“. Para empezar, desde su debut han añadido a un nuevo componente a la banda: James Barone, encargado de la batería en las nuevas canciones. Y, para continuar, la producción en esta ocasión corre a cargo de Patrick Carney (de The Black Keys), quien precisamente toma la percusión como piedra de toque para envolver al disco en una atmósfera que, sorprendentemente, no abandona el fuzz y el sonido lo-fi como seña de identidad. Eso sí, si en “Cape Dory” esa baja definición sonora venía dada por la falta de medios -voluntaria o no-, en “Young and Old” queda claro que es una opción pulida con una maestría absoluta a la hora de conseguir ese mismo sonido algodonoso y crudo pero dejando espacio para todos los instrumentos y, sobre todo, para la excepcional y personalísima voz de Alaina. [leer más]