5. Dead Can Dance (L’Auditori, Barcelona). Dieciséis años sin sacar disco y siete desde su última gira juntos… Cualquiera podría aventurar que el proyecto común de Brendan Perry y Lisa Gerrard estaría más oxidado que una bicicleta abandonada. Sin embargo, volvían a lo grande con «Anastasis«, un disco que tranquilamente se puede situar entre los mejores de su carrera. Así que los augurios eran buenos. Y acertaron. Dead Can Dance hicieron de su único concierto en España una misa sacerdotal en la que todos entramos en trance durante casi dos horas y en la que ellos desgranaron con paciencia y precisión milimétrica todos los temas del último álbum. Ambos, Lisa y Brendan, tuvieron también sus momentos de protagonismo en solitario y, en general, el grupo funcionó como un coro eclesiástico que consiguió paralizar el tiempo dentro de L´Auditori. La gira de «Anastastis» nos llevó a nosotros al éxtasis y a ellos a confirmarlos como la gran banda que nunca han dejado de ser.
4. Bon Iver (Poble Espanyol, Barcelona). Lo de aquella noche de julio fue algo especial, una de esas noches en las que la comunión entre artista y público es total, en las que superas todas las barreras que se te van poniendo por delante (un marco quizá no especialmente adecuado para un bolo de corte tan intimista, una cierta sensación de una banda sobredimensionada en el escenario para la propuesta que ofrecen) para acabar rindiéndote ante un recital simplemente impecable. ¿Sabéis cuando, por el motivo que sea, se te queda grabado un flash concreto de un concierto? Pues yo recuerdo el escalofrío al oír las primeras notas de “Perth” como si hubieran sido hace cinco minutos.
3. Chromatics (Primavera Sound 2012, Barcelona). Los de Johnny Jewel brillaron en Primavera Sound 2012 más y mejor que casi cualquier otro grupo. El sonido nacía cristalino, especialmente la voz de una Ruth Radelet hipnótica. La puesta en escena de Chromatics en directo es de las que te dejan enganchado a tu sitio, con la boca abierta y con los pies en movimiento; quien por allí pasó a ver qué se cocía en el escenario Pitchfork, acabó quedándose, ya conociera más o menos la propuesta del cuarteto de Portland. Con un repertorio basado en el majestuoso “Kill For Love”, donde especialmente la homónima puso a la gente en semi-trance, e incluyendo además la versión de “Running Up That Hill” de Kate Bush, los muchachos de Italians Do it Better tenían todo de su parte para auparse al podio de nuestros favoritos de nuestro festival predilecto. Y vive dios que así fue.
2. The xx (Primavera Sound 2012, Barcelona). ¿Concierto del festival? Para mi, sí. The xx han conseguido que sus canciones, tan íntimas, se adapten como un guante al formato festival (¿y estadio?) sin perder pegada ni cercanía ni intensidad emocional. Las nuevas canciones alucinan, incorporando elementos novedosos (bases house esqueléticas, percusión orgánica como una gota malaya) pero manteniéndolos bajo los presupuestos minimalistas y noctívagos de la banda. Tremendo es poco. [leer más]
1. Dos noches con Portishead (Poble Espanyol, Barcelona). ¿Sabes eso que dicen de que las mejores noches son aquellas que no están planificadas como tal? ¿Aquello de que, cuanto más te esfuerzas porque sea una noche memorable, más deja de serlo? Pues algo parecido pasó con las dos noches que Portishead tenían previsto pasar en Barcelona… No porque no fueran memorables, sino más bien por todo lo contrario. La cuestión es que estas dos noches que estaban planificadas como dos veladas acabaron siendo mucho más que dos veladas: más que probablemente, conformaron uno de los mejores festivales de este año 2012 que ya empieza a agotar sus posibilidades eventistas. Y es que Portishead no venían solos: cada jornada estaban acompañados de tres grupos en el Poble Espanyol (todos seleccionados por ellos mismos) y, más tarde, el festivaleo continuaba en la Sala Razzmatazz, donde la oferta (de nuevo, elegida directamente por Portishead) se multiplicaba hasta el límite del desaliento. Como en todo festival, verlo todo, disfrutarlo todo era inabarcable. Así que aquí queda una crónica fragmentada con pildorazos de lo que allá pudo vivirse. El pildorazo de Portishead, eso sí, es más pastillazo que pildorazo. Porque eran los protagonistas. Y porque lo suyo no tiene nombre. [leer más]