10. «Un Método Peligroso», David Cronenberg. En “Un Método Peligroso“, Cronenberg hace suya la multicapa propia de aquel cine clásico que consideraba que toda película debía tener diferentes niveles de lectura disfrutables dependiendo de la implicación de cada uno de los diferentes públicos posibles. Y lo mejor de todo es que lo hace sin alejarse de sus propias constantes (la relación triangular e incluso la forma de filmar la “maquinaria” experimental -en este caso, el polígrafo- remite a “Inseparables” -1998-, mientras que la disección quirúrgica de la psicología hace pensar invariablemente en “Spider” -2002- y la relación de la sexualidad con el zeitgeist de su época va inevitablemente ligada a “Crash“) ni de las constantes de su época. ¿O es que no podríamos considerar este film dentro de esa corriente cinematográfica que aborda la flexibilidad de la historia bombardeándola con sus cargas de ficción? Hablamos de la gruesa línea geanológica que va, en diferentes estratos, desde “Vincere” (Marco Bellocchio, 2009) hasta “Inglorious Basterds” (Quentin Tarantino, 2009)… Hablamos, en definitiva, de una cinta con la que Cronenberg no sólo convencerá a nuevos públicos y a viejos críticos, sino también con la que abre nuevas vías de exploración en ese imaginario que el director siempre parece concebir como una red dulcemente pegajosa. (sigue leyendo)
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9. «Animal Kingdom», David Michôd. Si hay una relación entre rivales que caracteriza a este reino animal es, precisamente, la que se establece subterráneamente entre los roles masculinos y femeninos de «Animal Kingdom«: por mucho que durante toda la película hayamos creído que este era un mundo preeminentemente macho, donde las mujeres quedan relegadas a un segundo plano en el que recoger las migajas de sus hombres (esos besos con los que la abuela del clan criminal, la increíble Jacki Weaver, marca su territorio desde el principio), al final se revela que ellas son las verdaderas reinas. Las leonas que cazan para alimentar a los leones… No hay otra forma de describir la fría y cortante aportación de la abogada en el tramo final y, sobre todo, la participación de la misma Weaver que acapara por completo un desenlace en el que no sólo descubrimos lo que ya sabíamos al respecto de Jay Codi (que, debajo de su armadura de alienación, no latía un cachorro débil, sino un león rey), sino que, sobre todo, nos topamos con la incómoda certeza de que el reino animal que habíamos creído poblado por leones es una ilusión al fondo del verdadero reino animal que David Michôd siempre ha tenido en mente: el de unas arañas (en femenino) que tejen sus telas casi invisibles pero mortíferamente pegajosas. (sigue leyendo)
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8. «Una Mujer en África», Claire Denis. Afrontar la temática de los blancos en África en el cine sin pecar de condescendiente, maniqueo o progre es muy difícil. Más aún si el personaje central de la historia es una mujer -administradora en este caso de una plantación de café – y si la acción transcurre en una localidad que arde en medio de una guerra civil. Afortunadamente, “Una Mujer En África” (“White Material“, 2010) tiene más aristas de lo que advierte su tibio título en español; y así, esta cruda historia de Claire Denis sobre “la carne blanca”, que tiene sus horas contadas en una pequeña población negra que sufre una guerra interina, es frontal e impasible con unos (los negros autóctonos, rebeldes a su manera, que sobreviven como pueden) y otros (los blancos asentados, empecinados en mantener un estilo de vida, el único que conocen, que se desmorona por momentos). (sigue leyendo)
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7. «Super 8», J.J. Abrams. ¿Son los de «Super 8» personajes pobremente configurados por un autor de tres al cuarto o poderosamente reales según la voluntad de un demiurgo dispuesto a defraudar con tal de llevar hasta el final sus ansias de coherencia? La respuesta depende de cada espectador: de la relación viva que haya con establecido con el film, del diálogo (de los varios diálogos posibles) entre lo que se ve y lo que se piensa. Si te defraudó el canto al amor del final de “Lost“, está claro que el cierre de la nueva película de J.J. Abrams no te va a satisfacer al 100 %… Tras las voces airadas que califacaban de tontada eso de enseñar el monstruo al final de “Monstruoso“, en “Super 8” el director parece reirse de aquellas críticas haciendo que, en el clímax, verle la cara a la criatura no sea una posibilidad, sino una necesidad sobre la que se erige el discurso humanista de la cinta. Es probablemente este punto en el que la pregunta inicial de esta crítica parece más cerca de una respuesta: sí, Abrams te está defraudando con estas minas antipersona de sentimentalismo familiar hollywoodiense… Pero, ¿no habrá sido más bien que eres tú el que ha pretendido estar delante de una película muy diferente a la que te han estado ofreciendo desde el minuto uno? ¿Ha convertido Abrams su talento para defraudar en su mayor virtud? Inclínense ante el rey de la decepción. (sigue leyendo)
6. «Tournée», Mathieu Amalric. Mathieu Amalric no sólo interpreta a Joachim Zand, manager de un grupo de chicas de New Burlesque (cabareteras de toda la vida) de gira por Francia, sino que es el director de esta particular road movie, personalísima y muy cuidada. Un excelente retrato de una serie de personajes desheredados que no pertenecen a ninguna parte, de ahí su deambular por diversos no-lugares (hoteles, bares, moteles de carretera..). Las chicas, de porte felliniano y entradas en años pasean su arte y sus tatuajes por los escenarios bajo los cuidados de Joaquim, el fumador empedernido que busca, en parte, una redención en su tierra que nunca llega. Hábil con la cámara y el montaje, Amalric nos ofrece un panorama desolador de la condición humana, no por ello carente de ternura, y una dirección de actores que recuerda, en ocasiones, a la santa mano de Cassavettes.