5. «Lovetown» (Anagrama), Michal Witkowski. Puede que la nación gay odie «Lovetown» por el mismo motivo por el que la población homófoba tiene todas las papeletas para detestar el libro de Witkowski: porque es un canto de amor hacia una homosexualidad aparatosa, decadente e incluso repulsiva que la nueva homosexualidad de músculos, esteroides y ropa de marca ha intentando enterrar a toda costa. Curiosamente, con este ejercicio de nostalgia en la frontera entre la ficción y el documento periodístico, Michal Witkowski no pretende sacarle los colores a nadie, sino simple y llanamente dejar al descubierto la plasticidad impostora de los tiempos que corren al ponerlos en la palestra junto a una época en la que ser homosexual era algo así como ser un punki suicida dispuesto a dejarse la piel y la vida en eso de ser diferente al resto de la humanidad.
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4. «Libertad» (Salamandra), Jonathan Franzen. Desde que Franzen se propusiera calzar las butacas de todos los hogares, salvarnos la vida con su literatura y dejarnos tranquilos sabiendo que en el fondo todos somos igual de patéticos o incluso un poco más al otro lado del charco, donde viven los yanquis, no sólo se ha ganado a dos generaciones de lectores, sino que va en camino de convertirse en uno de los más grandes autores de nuestra época. «Las Correcciones» es una obra portentosa, y «Libertad» hace lo propio en un contexto aún más contemporáneo, repitiendo patrón coral y argumentativo de la madre predecesora y tocando temáticas hiperfrescas. Hay que leer este libro saboreando cada una de sus páginas y sabiendo que hasta por lo menos dentro de diez años no tendremos nada igual… Tiempo que tendremos para parangonar al señor autor con los grandes escritores rusos.
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3. «Ejercito Enemigo» (Random House / Mondadori), Alberto Olmos. La lectura de este libro es altamente recomendable tanto para escépticos como para soñadores que necesiten un baño de realidad. Es imposible meterlo en el saco del revulsivo movimiento social que todos hemos vivido este año, ya que lanza un grito hacia ese lado al que nadie quiere mirar y que tan poco está de moda, expone todo aquello que no queremos ver con la voz de un antihéroe que suena igual que la nuestra, que asume sin nostalgia ni resignación el mecanismo de la sociedad en la que el populum no constituye más que un mero engranaje. Un libro revelador e imprescindible.
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2. «Chronic City» (Random House / Mondadori), Jonathan Lethem. Los menos perservarantes podrán pensar que Jonathan Lethem ha huído de su propia sombra, de esa silueta alargada (alargadísima) que hace obligada la mención de su apellido cada vez que se habla de toda esa nueva oleada de autores literarios que están explorando los diferentes estratos de diferentes subculturas (a veces incluso ampliamente divergentes entre ellas, por mucho que se les meta en el mismo saco) como abono para una nueva narrativa que no sólo dignifica este material comunmente ninguneado, sino que además consigue que trascienda hacia propuestas complejas y, sobre todo, capaces de atrapar el zeitgeist de una época marcada por las imposturas vitales, el peter panismo recalcitrante y el escapismo variado. Michael Chabon y (en menor medida) Austin Grossman serían sus compañeros en el podio norteamericano, y por estos lares tenemos interesantes opositores como Laura Fernández oPablo Muñoz. Pero nadie duda que “La Fortaleza de la Soledad” es probablemente uno de los exponentes de esta nueva literatura de mayor calado, ya que allá la historia de dos amigos que se encuentran un anillo que les proporciona superpoderes acaba siendo lo de menos a medida que ambos crecen y el desencanto se va apoderando de sus vidas. Habrá quien se acercase a “La Fortaleza de la Soledad” pensando que esto sería otro festín superheróico a lo “Pronto Seré Invencible“, pero lo cierto es que al fin y al cabo el libro de Lethem utilizaba este punto de partida de ciencia ficción como unmacguffin en toda regla que acaba siendo aniquilado por un poderosísimo retrato generacional. (sigue leyendo)
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1. «Montecore. Un Tigre Único» (Miscelánea), Jonas Hassen Khemiri. «Montecore. Un Tigre Único» es un libro que parece otro libro que, a su vez, parece otro libro. Y es que Jonas Hassen Khemiri arranca esta historia como un divertido ejercicio metaliterario en el que un joven escritor acepta la proposición de escribir un libro sobre su padre según los datos proporcionados por un amigo de la infancia de su progenitor. Hasta aquí, bien. Pronto, sin embargo, la intención del autor revela una nueva capa metalingüística que va desde el particular lenguaje del amigo de la infancia (un tunecino intentando hablar en sueco… ¡traducido al español!) hasta una disección en toda regla de la estrecha relación entre idioma e identidad nacional. Y cuando el lector cree que ya está, que este es el techo de «Montecore«, resulta que desde el principio la verdadera volunta del escritor ha sido retratar la difícil (la imposible) relación entre la primera y la segunda generación de inmigrantes de cualquier país: mientras los primeros intentan ser aceptados, los segundos reivindican la diferencia. Mientras que los padres quieren que sus hijos formen parte de la sociedad a la que han ido a parar, los hijos se avergüenzan de que los padres intenten tapar su orígenes. Así, en un punto irreconciliable, Jonas Hassen Khemiri consigue firmar un documento imprescindible para comprender los complicadísimos puzzles de identidad nacional en los que andamos inmersos en al actualidad.
[Raül De Tena + Lourdes Muñiz + J. Quijano]
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