Por mucho que sigamos aumentando y aumentando el número de entradas de nuestras listas, seguimos encontrándonos nuevos dramas cotidianos cada vez que en FPM nos sentamos a cerrar lo mejor del año… En el caso de los mejores discos nacionales, el principal problema ha sido que teníamos muchos EPs que al final se han quedado fuera porque, tal y como dijo uno de nosotros, «no es justo poner en la palestra discos de 10 canciones y EPs de 5: es más difícil conseguir un buen disco». Así que, lo sentimos por bandas como I Am Dive, Pional o La Familia del Árbol… El año que viene, habrá lista de los mejores EPs. Por ahora, habrá que conformarse con nuestros mejores 35 discos patrios.
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25. «El Fin del Mundo en Mapas» (Absolute Beginners), Maronda. Pablo Maronda y Marc Greenwood (bajista de La Habitación Roja) tomaron el apellido del primero para bautizar un proyecto que intenta mezclar en sus entrañas las virtudes sonoras de clásicos de aquí (Los Brincos) y de fuera (The Byrds, The Beatles). Los ingredientes del cóctel eran sobradamente buenos, pero el resultado final no desmerece: su estreno en largo, “El Fin del Mundo en Mapas”, rinde honores a dichas referencias a lo largo de sus catorce resplandecientes cortes, cuyo fulgor aumenta con cada escucha. La aparente sencillez de sus letras y rimas y la eficacia de sus estribillos refuerzan el acierto melódico de la enorme “Cambiada”, la adorable “Sin Ministerio” o las eléctricas “Los Novios de Bélmez” y “El Nobel de la Bondad”. Pablo y Marc no se olvidan de recurrir a las obligatorias y necesarias armonías vocales, palmas y dulces guitarras transparentes para hacer de la vida una primavera permanente: mismo objetivo que perseguía el pop en la década de los 60…
24. «Sí a Todo», Rusos Blancos. No sé si será por la cantidad de obras poperas de altura que ha dado el panorama patrio o porque, simple y llanamente, muchos quedamos algo hartos del rollo naive que nos comimos con patatas (y con mucho agrado) a finales de los 90. Sea por lo que sea, para que a día de hoy un disco de pop cándido te llegue al alma tiene que ser muy habilidoso, potenciando la sinceridad y la humildad para dejar a las claras que lo suyo no es tontería, sino alegría pura y dura. Y eso es lo que pasa con «Sí a Todo«, donde Rusos Blancos consiguen desgranar una colección redondísima de hits poperos en potencia de aquellos que conseguían que toda una carpa del FIB entonara a la perfección los estribillos. Melancolía de buenos tiempos pasados… Pero expectativa de mejores tiempos por venir gracias a Rusos Blancos.
23. «Superluv. Por lo Que Tiene de Romántico» (Everlasting), Remate. El álbum conceptual está acabado, ya no tiene sentido en el pop de hoy en día… ¡Mentira! Al menos para Fernando Martínez, alias Remate, que se planteó como tal su último trabajo: “Superluv. Por lo Que Tiene de Romántico” . Un disco que gira en torno a un argumento hilvanado a partir de un curioso a la par que interesante asunto: la repetición del apellido artístico Luv en varias actrices porno estadounidenses. ¿Nadie se había dado cuenta antes? Puede que sí, pero el madrileño tuvo la genial ocurrencia de transformar ese particular denominador común en unas canciones que no sólo versan literalmente sobre la cuestión, sino que también abordan el cariz irónico, adorable y, por qué no, deprimente del hecho de que determinadas protagonistas del sexo filmado se decantasen por compartir la abreviatura de una palabra casi sagrada: Love. (sigue leyendo)
22. «Lamparetes» (Robot Innocent), Antònia Font. Daba la sensación de que las aventuras en solitario de Joan Miquel Oliver anticipaban la disolución de una de las bandas más peculiares e infalibles de la escena patria: Antònia Font. Pero la publicación en su propio sello de este “Lamparetes” no sólo acalló los rumores de separación, sino que también añadió una nueva pica gloriosa en el historial del grupo mallorquín. Partiendo de situaciones cotidianas y objetos corrientes, de célebres personajes de la cultura o la política y de decorados sacados de su tierra de origen, el quinteto traza las líneas maestras para definir qué es el pop mediterráneo del siglo XXI, ahora que está tan en boga la recuperación del sonido tradicional de la orilla española del mismo nombre. Aunque no alcanzan la brillantez insuperable de “Batiscafo Katiuskas” (Discmedi, 2006), las canciones que forman este LP discurren por idénticos caminos: anchos, amplios y soleados, ideales para echar a andar con tranquilidad y dejarse acariciar por el refrescante aire balear de Antònia Font.
21. «Materia Oscura» (Jabalina), Parade. Antonio Galvañ vuelve a despegar hacia el espacio exterior en un cohete de cartón piedra manejado por ordenadores de cinta magnética; entra de nuevo en su máquina del tiempo de juguete para viajar a una época en la que la población está formada por autómatas que llevan su cara por máscara. Esta temática de ciencia ficción de serie B siempre fue el leitmotiv de la discografía de Parade, pero en “Materia Oscura” da un paso más allá hasta alcanzar su cénit creativo, lo que afecta positivamente a su personaje artístico: no se conforma con parecer la versión cosmonauta de Astrud (“Nunca Bailo”) o de Franco Battiato (“El Muerto Despierto”), sino que va más allá al declarar al final de “¿Eres un Robot?” que una mente artificial se apoderó del ser humano apellidado Galvañ. Sea o no de carne y hueso el autor de “Un Roto, Un Descosido”, “El Hombre con una Bala en el Corazón” o “Partidario del Desierto”, lo que no le falta es facilidad para expresar su extrema sensibilidad interior.