20. «El Camino» (Nonesuch), The Black Keys. “El Camino” es un disco en el que vuelven a aúnar todas las virtudes de The Black Keys postulándose definitivamente como una de las bandas de rock más en forma del momento. Los había con dudas, fans temerosos de que, tras esa apertura de sonido en “Brothers“, el dúo diera aquí ese paso de más que puede hacerte caer en el precipicio por el que han ido cayendo multitud de agrupaciones… Pero nada más lejos de la realidad, pues todas esas dudas quedaron disipadas hace unas semanas con “Lonely Boy” y su genial vídeo. Un par de escuchas bastaron para reconocer que, una vez más, nos encontramos ante un trabajo de dimensiones mastodónticas en el que todo, absolutamente todo, encaja, y es que hace falta esforzarse a fondo para encontrar algo de paja en las doce canciones aquí incluidas (quizás una de las pocas pegas que se le pusieron a “Brothers“), pues la verdad tienen todas madera de single. (sigue leyendo)
19. «We Must Become The Pitiless Censors of Ourselves» (Upset The Rhythm), John Maus. Todo el mundo se empeña en encumbrar a John Maus como uno de los más brillantes representantes del pop hipnagógico gracias a su tercer álbum, “We Must Become The Pitiless Censors Of Ourselves”. Y afirmamos que esta circunstancia se produce por una cuestión casi de azar porque, realmente, los puntos definitorios de su obra que lo emparentan con la corriente chillwave ya se vislumbraban con anterioridad en su segundo LP, “Love Is Real” (Upset The Rhythm, 2007). Es decir, que hace cuatro años, época en la que dicha etiqueta aún no existía, Maus jugaba con los mismos elementos (aplicando sabiamente lo aprendido en su etapa junto a Ariel Pink) que acabarían dando forma a esa ola noctívaga: melancolía, baja fidelidad y ecos al pop ochentero más elegante pasados por el tamiz de la electrónica de habitación emocional y sensible. ¿Por ello se le puede considerar como uno de los pioneros del género sintético duermevela? Si se quiere, sí, pero su inclusión en él se acerca más a un efecto tangencial por similitud sonora que a un esfuerzo voluntario por conseguirlo. (sigue leyendo)
18. «Days» (Domino), Real Estate. En cierto modo, “Days” es la continuación perfecta para ese debut homónimo que causó sensación en el continente americano y que incluso los trajo al Primavera Sound barcelonés de la mano de Pitchfork en su primera visita a nuestro país. Lo es porque continúa el camino donde lo había dejado su predecesor sin tratar de inventar nada nuevo, pero ofreciendo unos cortes que rayan sin duda a la altura a la que lo hacían las aclamadas “Fake Blues“, “Beach Comber” o “Suburban Beverage” de hace dos años. En “Days” hay espacio para melodías juguetonas e inocentes como las que llenan los cortes más inmediatos: la inicial “Easy“, “Kinder Blumen” o esa “It’s Real” que abre con una guitarra muy del palo de unos Vampire Weekend en versión relajada e incorpora ese reverb tan de moda últimamente acompañando unos felices coros. Sin embargo, también tienen cabida canciones con desarrollos más largos como puedan ser “Out of Tune“, “Green Aisles” o, definitivamente, la final “All The Same” que justifican el porqué de su elección como teloneros de algunos primera división de la escena como puedan ser Girls o Bradford Cox y sus Deerhunter. (sigue leyendo)
17. «Kiss Each Other Clean» (Warner), Iron and Wine. Cerrando «Kiss Each Other Clean«, Sam Beam afirma que se transformará en todo un conjunto de contrarios (“We will become the sinner and the saint / We will become the bandage and the blade / We will become the fruit and the fall / We will become the caress and the claw / We will becoma both right and wrong…“): la canción y el disco se escurren hacia el fundido a negro por la vía de la reiteración obsesiva, de una transformación proteíca sin fin que abraza las luces y las sombras de la ontología (religiosa para quien no sepa ver la universalidad de su visión) de Iron and Wine. Que cada uno decida si, con “Kiss Each Other Clean”, hemos conseguido o no atrapar a este ser mitológico que es Beam. Lo que es innegable es que este moderno Proteo nos ha regalado una visión de futuro luminosa, casi cegadora, justo antes de escaparse hacia la nueva mutación de cuerpo que ya debe rondarle por la cabeza. (sigue leyendo)
16. «Watch The Throne» (Roc-A-Fella), Jay-Z & Kanye West. “Watch the Throne” es combativo desde que empieza; épico, opulento y excesivo hasta el final. Desde esa portada que parece un bloque de oro macizo diseñada por Ricardo Tisci (director creativo de Gucci,) pasando por sus letras, bien cargadas de referencias a diseñadores, marcas, artistas, y pijadas varias muy deluxe (Guccis, Margielas, Manolos, Louis Vuitton, Basquiats, Warhols… Todo, absolutamente todo tiene cabida aquí) o bien marcadas por un discurso reivindicativo, y terminando por una producción que sucia y calculada hasta el mínimo detalle. El sonido es arquitectónico y rococó, oscila entre el soul old school y el dubstep más cañero. Quiere sonar vintage y acaba siendo indigesto en alguna ocasión (como en el caso de “Otis“, que se construye sobre un sample de Otis Redding que gira sobre sí mismo) pero efectiva y deliciosamente post-moderno en la mayoría (como, por poner un ejemplo, en “New Day“, que se dibuja sobre la distorsionada voz de Nina Simone). (sigue leyendo)