35. «Belong» (Slumberland), The Pains of Being Pure at Heart. Esa pátina onírica “made in Pains” que recubre “Belong” la supieron mantener intacta Flood (Depeche Mode, U2) en las tareas de producción y Alan Moulder (Nine Inch Nails, Placebo) en la mezcla. Es más: dotaron de mayor tensión tanto los pasajes más enérgicos (“My Terrible Friend”) como los más maleables (“Too Tough”, “Strange”), que aparecen compactos como una roca y refulgentes como un diamante. Hablando de piedras preciosas, todavía no sacamos a relucir “Heart In Your Heartbreak”, delicia pop exquisita y deleitosa que viene a ser la única pieza incluida aquí rescatada de las publicaciones previas de la banda (se quedó fuera del tracklist final “Say No To Love”: palabras mayores), lo que demuestra el elevado control de calidad y la exigencia que debieron de auto-imponerse (es un decir…) The Pains Of Being Pure At Heart para mantenerse en lo más alto del pop actual sin dar síntomas de cansancio. Esta es una palabra que Kip y los suyos no conocen, con lo que nuestros corazones pueden estar tranquilos porque continuarán latiendo durante largo tiempo al ritmo de sus joyas hechas canción. (sigue leyendo)
34. «Pala» (XL), Friendly Fires. Fisicidad y psique: dos elementos que vertebran el alegato explosivo de “Pala” desde su misma portada, oda a la naturaleza selvática, salvaje y colorista en su máxima expresión que propicia una estimulación sensorial automática. Ese aspecto tribal que atrapa la vista y se clava en la sesera induce al oyente a dejarse llevar por el refrescante repertorio ideado por unos Friendly Fires mágicos y libres de corsés y clichés. Esto último les permite abrir este LP por todo lo alto rindiendo honores a esa época gloriosa de la que derivan la esencia epicúrea que envuelve a la arrolladora “Live Those Days Tonight”, proclama a revivir los tiempos en los que el Smiley, las vestimentas de estampados cegadores y los pantalones bombacho eran el santo y seña de hordas de jóvenes que esperaban que su porvenir fuese una fiesta eterna. Quien no consiga establecer esta conexión mental, que eche un vistazo a este vídeo-montaje con el flamante single de Friendly Fires de fondo, un manguerazo de tañidos fogosos, sintes psicotrópicos y un piano tintineante guiado por la iluminada voz de Macfarlane que abre los ojos de par en par y humedece el cuerpo de arriba abajo. (sigue leyendo)
33. «Veronica Falls» (Slumberland), Veronica Falls. Raro sería no asociar y entender que Veronica Falls son el resultado óptimo que grupos como The Aislers Set, Comet Gain, Mazzy Star o The Field Mice insuflaron con buen hacer pero no tan excelentes resultados en Liechtenstein o Brilliant Colors y la asociación cuasi instantánea, a unos pasitos de nuestros días, a una militancia de búsqueda de la torpeza propia de bandas del perfil de Summer Cats,Las Robertas, Eternal Summers o Dum Dum Girls, entre otros. Pero precisamente lo que diferencia al cuarteto británico de los antes mencionados no sea una superioridad súper solvente en lo que a especialidad en lo sonoro, sino al contenido y continente de unas canciones que brillan con luz propia, imparten violencia medicada a raudales con instantes de precisión casi mecánica y otros de bellísimos errores perfectamente calculados. (sigue leyendo)
32. «Metals» (Interscope), Feist. Feist se cansó de la fama complaciente, de ser musa indie, dejó que le crecieran las enanas con condescencia y sin preocupación (Florence Welch,Lykke Li, St. Vincent…) y se retiró a ver los días pasar y vivir un poco la vida, a empaparse de Manhattan y los parques de Nueva York, a viajar por Francia y dejarse sorprender un poco más por esa naturaleza que es leit motiv tan recurrente en sus discos y que en su nueva entrega le habla al oído y le guía en todos los temas. Llegado el momento, viajó a París, escribió prácticamente todas las canciones de “Metals” en un mes y lo grabó en ruta por el Big Sur en dos semanas en compañía de sus sospechosos habituales: Gonzales y Mocky. La génesis de este disco es imprescindible para entender el resultado: el aislamiento y el vacío de Feist y el choque de la naturaleza de la costa californiana más agreste con el cemento neoyorquino. (sigue leyendo)
31. «The Rip Tide» (Pompeii), Beirut. A la mierda con el balcanismo. Está claro que esta etiqueta fue y (muy probablemente) será la eterna muletilla imprescindible para hablar de Beirut; pero si en su segundo álbum, “The Flying Club Cup”, ya se nos advirtió de que el subidón de festival gitano se estaba pasando, ahora “The Rip Tide” es la confirmación definitiva de que la brújula de Zach Condon está totalmente orientada hacia unas coordenadas muy diferentes a las que le condujeron a los Balcanes y alrededores. De hecho, cabe preguntarse si lo que quisimos ver como bodorrio musical zíngaro no fue, al fin y al cabo, un error de percepción por nuestra parte, ya que el nuevo álbum de Beirut deja a las claras algo que ya habíamos intuido con anterioridad y que, por cierto, no es para nada algo negativo: las venas de Condon están muy lejos de albergar el torrente sanguíneo ruidoso y bullicioso de los fiesteros profesionales de la Europa del Este. Como siempre ha podido apreciarse en unos conciertos más cercanos a la epatante precisión de una marching band que a un desordenado jolgorio improvisado (que es lo que muchos querrían), lo de Beirut es más cercano al viaje largamente ansiado de un americano instruído poderosamente fascinado por las antiguas luces de las fiestas de principios del siglo XX en la Côte d’Azur. (sigue leyendo)