5. «La Red Social» (David Fincher). En resumidas cuentas, “La Red Social” es una buena película e, indiscutiblemente, una de las más interesantes que se han estrenado a lo largo de todo este año. Técnicamente es enfermizamente perfecta, como toda la filmografía de su director, los actores están brillantes, en especial Jesse Eisenberg (injustamente siempre comparado con el soso de Michael Cera) y el antes mencionado Andrew Garfield. Pero, bajo mi punto de vista, el film no alcanza la maestría que podría haber logrado. No hay que olvidar que estamos ante una película de personajes pero en la que ninguno de ellos evoluciona, en especial el protagonista, y que se ha querido llevar tan al límite la postura estoica y pasiva de éste que al final termina cayendo en el error de ser un cliché. (leer más)
.
4. «Origen» (Christopher Nolan). La puesta en escena de Nolan deslumbra con una sobre-alimentación de los postulados del cine de la era “Matrix”… Y esta es, a la vez, la mayor virtud y el pequeño defecto de “Origen”. Virtud porque, en el empeño de sintetizar y sublimar las herramientas de este tipo de acción con un pie en la sci-fi tecnócrata y otro en la pura fardada estética, el director firma el arma de destrucción masiva para el multicine veraniego: un festín visual que transcurre ante la alucinada retina con un ritmo a prueba de bombas y, sobre todo, con un argumento que hace gala de una complejidad endiabladamente calibrada para hacer sentir inteligentes a los acostumbrados a “The Fast and The Furious” y, a la vez, estimular a los que prefieren el “Solaris” de Tarkovski (con la que guarda diversos puntos de contacto). Es inevitable que, con semejante envoltorio, delicioso y delirante a la vez, “Origen” no apasione: escenas como la del hotel, con Joseph Gordon-Levitt deslizándose en antigravedad, están destinadas a quedar gravadas a fuego en la historia del cine. (leer más)
.
3. «Toy Story 3» (Lee Unkrich). Es esta una compleja y divertidísima obra maestra en la que uno no se siente adultamente ridículo por sentirse infantil y en la que no se trata a los niños como diminutos espectadores pasivos. Un lujazo de verano que, lejos de ser la típica película para salvar la papeleta con los directores ejecutivos, se convierte en una de las mejores cintas del año. Habrá que ver qué pasa con las próximas secuelas confirmadas por Disney: las segundas partes de “Cars” y “Monsters Inc.” (no volveremos a ver material original de Pixar hasta 2012, cuando se estrene “Brave“). Solo cabe esperar que Lasseter, Stanton y compañía no pierdan el norte y puedan soportar con elegancia la presión de la major, más teniendo en cuenta el rotundo éxito narrativo y de taquilla que ha sido “Toy Story 3“; y es que los chicos de la productora de animación siempre se ponen ellos mismos el listón altísimo. Pero, ¿acaso no es eso lo que los hace los mejores? (leer más)
.
2. «Uncle Boonmee Recuerda Sus Vidas Pasadas» (Apichatpong Weerasethakul). Si “Tropical Malady” era la película ideal para acceder al imaginario de Weerasethakul gracias a sus cargas de dinamita dramática (algo de lo que adolece felizmente “Syndromes & A Century”, que abraza dulcemente la anti-narratividad más recalcitrante), “Uncle Boonmee Recuerda Sus Vidas Pasadas” se devela ahora como la principal puerta de entrada a la filmografía del autor debido no sólo a lo magnífico de su poesía gráfica, sino, sobre todo, al sano humor con el que el director aborda su principal constante: la convivencia entre el mundo real y el mundo ancestral de espectros. Lo que gana con el humor, sin embargo, lo suelta como lastre a la hora de abordar la trama como una alegoría en continuum. Nada en esta película es lo que parece, sino que la imagen se convierte en un campo asilvestrado en el que crecen de forma salvaje todo un conjunto de metáforas… Weerasethakul sabe tejer con pericia la tela de araña que separa la realidad de lo fantasmagórico a la vez que fabula bellísimos cantos de sirena para atraernos hacia ella. Para atraparnos. Aunque… ¿hay alguien que, a estas alturas, sea capaz de negarse a que este pez mitológico transmutado en director tailandés nos proporcione una buena ración de placer físico y psíquico? (leer más)
.
1. «Shutter Island» (Martin Scorsese). Se ha dicho de “Shutter Island” que resulta un valiente “abrir la caja de Pandora” al respecto de la mala conciencia americana respecto a su actuación en la Segunda Guerra Mundial. Y así es… en parte. Porque aunque por momentos parece que Scorsese ha decidido a equiparar las atrocidades de las que es capaz el imperio yanki con las cometidas por los nazis, al final decide dar un volantazo de última hora y volver a la segura carretera principal, donde esas atrocidades sólo pueden existir dentro de una mente enferma. Los que durante un par de horas se han ilusionado con la posibilidad salvaje de que Scorsese propine una sonora colleja a la sociedad americana, sentirán que la resolución baja la intensidad del relato a lo habitual del cine mainstream. Pese a ello, esa frase final (uno de los escasos añadidaos que el director realizó sobre el libro original) en la que Daniels dice preferir morir como un héroe a vivir como un monstruo arroja nueva luz de esperanza sobre la capacidad crítica de Scorsese. ¿Insinúa el director que la sociedad americana vive en su propia locura como un héroe? ¿Y que esa locura les llevará a su auto-destrucción? ¿Hay alguna forma más deliciosa de cerrar una película que con un interrogante de semejante tamaño? (leer más)
[Raül De Tena + Estela Cebrián + Alex Aviñó D’acosta + Beatriz Montalvo]