20. Flying Lotus, «Cosmogramma» (Warp / PIAS Spain). Steven Ellison, alias Flying Lotus, el alquimista de la electrónica libertina, se mueve bajo los preceptos de su propia cosmogonía, sin ningún hilo adherido a su espalda que lo aparte de sus inquebrantables teorías sobre el uso del beat, las cuales, sumadas a su talento, dieron como fruto “Cosmogramma”. ¿Qué resultado obtendríamos si confrontásemos al J Dilla más desatado con unos Herbie Hancock o John Coltrane puestos hasta las cejas y con ardientes deseos de vivir una odisea espacial? Pues, ni más ni menos, este disco. Aunque Flylo no se conforma con que parezca un mero experimento arty-jazzy y eleva su locura metronímica (encauzada a través del techno, el drum ‘n’ bass o el dub) al cuadrado, al cubo y a galaxias lejanísimas. Bienvenidos al nuevo mundo.
19. Gorillaz, «Plastic Beach» (EMI). Con “Plastic Beach”, Damon Albarn logró convertir a Gorillaz, definitivamente, en una máquina creativa sin parangón. Su interés por músicas de todos los rincones del planeta, su gusto por estilos alejados de los corsés del pop que tan bien practicó en el pasado y su apertura de miras (y oídos) se subliman en un disco que combina pasajes bucólicos (“On Melancholy Hill”) con viajes psicodélicos low cost (“Superfast Jellyfish”), electro cinemático (“Stylo”) con tribalismo de cámara (“White Flag”). La lujosa lista de invitados (Snoop Dogg, Mark E. Smith o Lou Reed, entre muchos otros) revela el alto nivel de este collage sonoro que poco tiene de virtual: es una realidad completamente física.
18. Ólöf Arnalds, «Innundir Skinni» (One Little Indian / Houston Party). En determinados momentos de «Innundir Skinni«, Ólöf Arnalds despliega sus cuerdas vocales sin recurrir a palabra alguna, dando a entender que no se necesita más artificio que la propia sinceridad para transmitir esa alegría contagiosa. Al fin y al cabo, la sencillez de escenas como ver gatear a un bebé, escuchar sus incomprensibles gemidos o ser testigo de su placentero sueño es lo que propicia que todo ser humano (de buen corazón) se olvide durante unos minutos de las penurias propias y ajenas… A pesar de que a su alrededor, ya sea en Islandia o en el rincón más recóndito de sus antípodas, parezca que todo vaya a hundirse en cuestión de segundos. (leer más)
17. The National, «High Violet» (4AD / PopStock!). “High Violet” volverá a funcionar a las mil maravillas como antídoto contra quebrantos varios. Y lo mejor es que, quien pensara que “Mistaken For Strangers” era insuperable, en este disco va a encontrar motivos para dudarlo seriamente. Además, parece que el grupo dispuso los cortes de tal modo que, cuando llegamos al penúltimo escalón, la onda expansiva del álbum nos hace añicos. The National están a la cabeza de todos esos grupos sombríos cuya personalidad se basa en imitar las formas del post-punk de hace treinta años. Pero lo cierto es que no siguen ese camino: hace tiempo que sólo viajan a través del suyo propio. Sin compañeros de viaje. Pero con bulldozers que van abriendo la senda. (leer más)
16. Sleigh Bells, «Treats» (NEET). Pregunta (por parte de muchos de los que me rodean): ¿Quiénes son estos Sleigh Bells con los que no paras de dar la chapa? Respuesta efectista: Son los que acaban de encular a M.I.A. Respuesta explicativa (que, al fin y al cabo, esto es una crítica “seria”): resulta que la Arulpragasam se flipó con este dúo neoyorkino y decidió que no sólo les iba a lanzar en su sello el debut, sino que además les iba a reclutar para que participaran en algunas de las canciones del que sería el tercer largo de la Diva Multicolor Hasta Provocar El Vómito En Quien Osa Mirarla De Reojo. Cuando llegó “Born Free«, sólo había dos opciones… Si no has escuchado nunca a Sleigh Bells, seguramente pensarás: “Cómo mola este nuevo sonido de M.I.A., más punkorro y tal”. Si has escuchado “Treats”, sin embargo, sólo hay un pensamiento como opción: “¿De qué vas, pava?” Radical. (leer más)