Una vez hemos dejado atrás nuestras listas de lo mejor del año en cuanto a música y moda concierne, es hora de pasar a otros temas… Y, por si no os habíais dado cuenta, durante este primer año de Fantastic Plastic Magazine, siempre hemos pretendido otorgarle al cómic la importancia que se merece (y que pretendemos ir ampliando poco a poco). 2010 ha sido, además, un año de vital importancia para el medio: a la bonanza vivida por el concepto de novela gráfica en la última década es necesario sumarle ahora la locura de las adaptaciones cinematográficas (y televisivas: no olvidemos «The Walking Dead«). Sea como sea, aquí llegan nuestros diez cómics imprescindibles para entender 2010 entre las cuatro paredes de una viñeta.
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10. «Kick-Ass», Mark Millar + John Romita Jr. (Panini). Por una vez, parece ser que no es necesario recurrir al eterno «el libro era mejor» (o a su equivalente de viñetas: «el cómic era mejor«): «Kick-Ass» ha conseguido que los fans en general reconozcan las virtudes de ambas versiones. Está claro que la película juega con mayor profundidad con el metalenguaje cinematográfico de súper héroes y opta por una mayor espectacularización de los periplos del protagonista; pero también es cierto que el cómic original de Romita Jr. y Millar supura una mala leche y una violencia seca que la película prefirió suavizar, aportando un ancla de crueldad a la realidad del presupuesto. Lo que está claro es que el cómic de súper héroes del año sólo podía ser uno que atrapara el zeitgeist de esa tendencia a plasmar la posibilidad de un súper héroe real que tanta cancha está dando en cine y cómic.
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9. «Nonnonba», Shigeru Mizuki (Astiberri). Con un dibujo sencillo pero entrañable, muy en la línea de clásicos del manga como el mismo Tezuka o Keiji Nakazawa (“Barefoot Gen“), “Nonnonba” se destapa como un viaje emocionante que acaba haciendo vibrar tus sentimientos más amables. Las tramas, en su mayor parte autoconclusivas y episódicas, son simples pero efectivas a la hora de conformar, pieza a pieza, un puzzle de mayor tamaño en el que queda representada (y cuarteada) una historia infantil que de pueril no tiene nada: un canto a la vida aceptando la muerte, ya sea de forma indirecta (con las aparicioens espectrales) o directa (abrazando la muerte de seres queridos cercanos). Así, de forma transparente pero brillante, Mizuki desliza su mensaje entre unas páginas que se leen con voracidad: sólo es posible disfrutar de la vida cuando se está en paz con la muerte. (leer más)
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8. «La Celebración», Rui Tenreiro (Apa-Apa). Con un estilo de una belleza plácida, a medio camino entre Kevin Huizenga y un Schulz dotado de una sofisticación más adulta, Tenreiro sitúa su historia en un limbo luminoso en el que se encuentran las luces nórdicas y las nieves japonesas. La estética de “La Celebración” es, en sí misma, una celebración: los colores sosegados, casi perezosos, ayudan a que la estructura interna del álbum se disgregue de forma diáfana pero siempre con unos pesos que asientan la historia en unos pivotes narrativos y gráficos (normalmente a través de motivos visuales reconocibles). Así, el envoltorio de la novela gráfica de Tenreiro acrecenta la sensación de encontrarnos ante una especie de cuento adulto, de aquellos que de pequeño puede herir por su crueldad per que de mayor sirve de linimento para curar unas cicatrices medio abiertas que ya no sabes si se deben a accidentes ocurridos en la infancia… o años más tarde. (leer más)
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7. «Wilson», Daniel Clowes (Random House). Daniel Clowes afronta su primera novela gráfica (no hay que olvidar que lo leído hasta ahora en formato tomo eran recopilaciones de material ya publicado en su propia revista, «Eightball«) sin renunciar al formato minúsculo: «Wilson» está compuesta de micro-historias que recurren al formato de gag de una página para conformar, poco a poco, un puzzle que atesora todas las piezas habituales en el autor. La maestría la demuestra Clowes recuerriendo a diferentes estilos gráficos (desde el realismo feista hasta el toon humorístico) para poner sobre la mesa la certeza de que da igual la forma, ya que el fondo es lo que realmente agría la existencia: es esta una novela que traspasa el límite de lo irónico y se instala en lo sardónico para plasmar la tristeza de la existencia de un neurótico muy en la línea del Crumb menos híper sexuado. Pura devastación de envejecer en la era moderna intentado tender lazos hacia proles ficticias y parejas en descomposición.
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6. «Tú me has matado», David Sánchez (Astiberri). Puede que las referencias de las que bebe David Sánchez sean reconociblemente anglóficas (desde el malrollismo de Burns hasta la impavidez de Clowes pasando por una imaginería fetichista cercana a los hermanos Hernández) y los lugares comunes que gusta de visitar sean plenamente yankis (la religión exacerbada, la policía recalcitrantemnete garrula, los paisajes montañosos y desérticos)… Pero eso no impide que «Tú me has matado» se inscriba directamente en una tradición patria gustosa del esperpento como arma para dejar al descubierto todo un conjunto de fobias (xenofobia, homofobia) y filias (pedofilia, ¿secto-filia?) para nada anacrónicas: puede que el cómic de Sánchez se circunscriba en un entorno rural americano, pero lo delicioso es cómo se extrapola a cualquier realidad social sin necesidad de sacrificar una forma gráfica en la que chocan lo disfuncional de lo humano y los colores planos pero vivos del entorno.